sábado, 2 de septiembre de 2017

DUELO MEDITERRÁNEO POR TODO LO ALTO

Aránzazu Gálvez

El Santiago Bernabéu se engalana este sábado para acoger el duelo cumbre del fin de semana en las citas internacionales correspondientes a la fase de clasificación para el Mundial de Rusia 2018. España e Italia se cruzan, al fin, en el duelo que parece resultar decisivo para dilucidar cuál de los gos gigantes accederá a la cita mundialista por la vía directa -como primero de grupo- y cuál deberá pelear en la indigesta repesca. La situación es la siguiente: los españoles lideran el grupo G por diferencia de goles (empate a 16 puntos y cuatro dianas de distancia en el gol-average) cuando restan cuatro partidos, siendo la visita a Albania lo más complicado que les queda a los dos púgiles. A los locales les sabe rico un empate.

Por todo ello, y por el cariz de la reconstrucción de la azzurra que está realizando Giampiero Ventura -tras la exhibición en la explotación de los recursos que ofreció Conte en la Eurocopa francesa-, se remarca en la previa la necesidad transalpina de asaltar el coliseo del Real Madrid. Además, la baja de última hora de Giorgio Chiellini ( y la de Marchisio) podría llevar al técnico visitante a mantener su 4-2-4, aunque matizado en la línea ofensiva (viraría hacia un 4-3-3 o 4-4-2), en lugar de recuperar el tridente defensivo. La lesión en el gemelo derecho -en la sesión postrera de entrenamiento en Coverciano- del zaguero de la Juventus abre la incógnita del Bel Paese para Julen Lopetegui.

El técnico vasco se ha visto obligado a reducir la dimensión hipertrofiada del favoritismo que los nombres en liza podría otorgar a los nacionales. Sabe el seleccionador heredero de Del Bosque de la ancestral competitividad italiana, y con la mentalidad y concentración como parámetro decisivo se podría desplegar un duelo alegre si Ventura mantiene su hoja de ruta y contraviene el libreto tradicional que exige, en el calcio, adaptarse al rival. Si hiciera esto, el tercer zaguero podría ser Rugani -junto a Bonucci y Barzagli- y sólo dispondría de un delantero; si, por el contrario, apuesta por la coherencia, Andrea Conti y Matteo Darmian serían los laterales de una zaga de cuatro que encontraría a Immobile y Belotti como puntas (cinco y cuatro dianas en esta fase, respectivamente).

Sea como fuere se plantea un ajedrez en el que el catenaccio no tiene hueco. Verratti, De Rossi y Candreva resultan casi inamomibles en un centro del campo que podría complementar su verticalidad y aire guerrero con la finura de Insigne y la efervescencia de Bernardeschi. Esta Italia se parece más a la de Prandelli (que cayó 4-0 en la final de la Euro 2012) que a la de Conte (que eliminó a España en la pasada Eurocopa, ajustando rencillas). La velocidad en la transición y la efectividad en el remate condecoran el pedigrí de un combinado en transformación que todavía busca su mejor manera mientras que la pulsión competitiva no amaina.

El empeño en la pelea por la posesión, la altura de las líneas y la gallardía o especulación táctica son elementos ajenos que desestabilizan a un equipo Español que no tiene pensado variar su guión. La presión adelantada, el monopolio de la pelota y la mayor atención al equilibrio (con Koke, Busquets, Iniesta, Thiago o Isco en la medular) serán las sendas a perseguir por un once que dispone en Carvajal, Alba, Ramos y Piqué a su zaga, en De Gea al homólogo de Buffon, y en Silva a su mediapunta. La participación de inicio de Morata o de Asensio -como falso nueve- obedece a la intencionalidad de arrebatar desde temprano el arma del esférico a un oponente necesitado de ganar en este duelo directo -de altura- para no depender de otros con el fin de concluir en la primera plaza. Jugar con la fría desesperación no está de más. De ahí la validez de la posesión perpetua y el mediocampo superpoblado.

Chamartín se destapa como el escenario idóneo para rematar la obra empezada en el Juventus Stadium (allí se escapó la azzurra cuando todo hacía pensar en tres puntos decisivos en favor de los españoles) y para que los nombres bien conocidos en Italia pero con hambre de resonar también en el Viejo Continente conecten con su oportunidad idónea. La situación de Diego Costa, la convocatoria de David Villa (aparentemente más intimidadora que práctica) y la sospecha de los pitos a Piqué son distracciones inadmisibles ante la exigencia del examen venidero.


España habrá de dar su mejor yo para, al menos, alcanzar un empate que le mantenga en el liderato. En Turín mostró la posibilidad de domesticar al eterno batallador italiano con actitud, físico y clase, aunque un penalti en los últimos diez minutos evidenció la raza ganadora de un equipo que rozó la remontada en la recta final. Por eso, la cabeza, la escapada de la autocomplacencia con la posesión y la vigilancia tras pérdida que amarre las contras de los visitantes asoman como epígrafes de obligatorio cumplimiento. La primera prueba que afronta el Lopetegui quiere recalcar que la crisis institucional no aflige al césped. Un axioma que casi es propiedad exclusiva de los transalpinos.