domingo, 3 de septiembre de 2017

ISCO DESTAPÓ SU TARRO DE LAS ESENCIAS

Carlos de Blas

Ni Morata, ni Villa ni Diego Costa. Julen Lopetegui apostó por jugar con la urgencia italiana por ganar en el Bernabéu desplegado un centro del campo que fagocitó al delantero. Silva partió como falso nueve para generar pasillos continuos que aseguraran la posesión y el control del partido, con Iniesta, Asensio, Isco, Koke, Busquets, Jordi Alba y Carvajal -ambos sumados a la medular- como artesanos del guión de la trama en el que los transalpinos fueron leales a su pequeña revolución. Aunque lo pagarían.

Giampiero Ventura esquivó el respeto (miedo) que suele generar el estilo de juego nacional y no varió su sistema, que excluye a los tres centrales -decisión cimentada, sobre todo, en la lesión de última hora del general Chiellini-. Mostró coherencia al dibujar un 4-4-2 defensivo que pasaba a desplegarse como un 4-2-4 con balón, con Verrati y De Rossi como anclas en un mediocentro que necesitaría del trabajo y la ayuda exahustivos de los extremos Insigne y Candreva. La doble delantera -Belotti e Immobile- refrendaba la voluntad goleadora y vertical de una selección que ha desterrado el catenaccio.

El cuarto de hora inicial resultó un combate de tú a tú, amarrado en el yugo táctico, del que España saldría vencedora. La pelota volaba a la espera de localizar el hueco que la movilidad de los múltiples mediapuntas podría brindar, con al azzurra replegada en su territorio. Y, en fase defensiva, los de Lopetegui presionaban con ardor. Cinco piezas se lanzaban como si se jugara el minuto 90, con Busquets como cortafuegos por si la circulación visitante superaba la ráfaga abrasiva. Y, en el entretanto, Iniesta frotó la lámpara.

El manchego aprovechó el acierto del seleccionador -al acumular piezas entre la espalda del centro del campo y los centrales italianos- para filtrar dos balones profundos que dejaron en mano a mano a la flecha española de turno con el central. Así se forzaron dos faltas al borde del área. La primera fue enviada por encima del larguero por Sergio Ramos -minuto 8- y la segunda fue colocada cerca de la escuadra por Isco -minuto 12-, para alborozo generalizado. El plan estaba saliendo con rigor enfermizo.

Le costaría a los segundos clasificados del grupo, obligados a ganar para depender de sí mismos con el fin de concluir en la primera plaza -de acceso directo a Rusia 2018-, empastar la intensidad sin pelota nacional y el juego entre líneas del talentoso cúmulo de interiores que lideraba el cerebro del Barcelona. Pero lo hicieron. Enfangaron el ritmo demencial forzado por los locales para estirarse a la contra y arrancar un par de acciones a balón parado -faltas laterales-. En consecuencia, Belotti rozó el empate gracias a un testarazo soberbio que De Gea se sacó de encima como pudo -minuto 22-. La pelota empezó a teñirse de azul y el sistema español a ceder metros. La competitividad y orgullo italianos arrinconó a la selección en ventaja y ahora era su presión la efectiva.

En el entretanto Piqué tuvo el 2-0. Su remate de cabeza se fue por encima de Buffon tras un centro venenoso de Koke, en una acción de pizarra -minuto 27-. Necesitaban los de Lopetegui serenar el impulso ajeno y, pasada la media hora apagaron el incendio de llegadas y centros laterales que se cernía sobre el portero del United, reconquistando su esencia: la posesión regresó al redil. La reducción de espacios de una Italia de nuevo guarecida nutrió tantas imprecisiones como huecos centrados que sólo Iniesta leía.

Y antes del descanso se detonaría otro ascenso desenfrenado del ritmo, con unos y otros buscando morder tras recuperación. Ahí, en ese escenario de toma y daca, de contragolpe, la calidad volvió a escapar del radar táctico. Italia llegaba sin asiduidad (Insigne desapareció y sólo Candreva asomaba) y sufría para cerrar, falta de acierto en el último pase, y España terminaría por encarrilar los tres puntos después del aviso lanzado por la incorporación y remate de Carvajal, desviados a córner -minuto 37-. Era la banda del carrilero zurdo infructuoso Spinazzola la que se transformó en un carril idóneo de avance que Isco amortizaría para concluir su obra. El madridista robó la escena de tantos focos al resto de astros para desbordar por el centro, en diagonal, y ajustar su zurdazo a la cepa del poste izquierdo de Buffon.

El golazo encaminó a todos al intermedio. En vestuarios, los selecciones leerían en la estadística oficial el dominio patrio: 60% de posesión, 5-2 en disparos y una mejor distribución de los ataques (los visitantes sólo lo intentaban por el lado de Candreva-Darmian). Daba la sensación que la vuelta de tuerca atacante de Ventura no llegó madura a Chamartín y su esquema, con mucha más clase que físico, padecía ante la circulación rival y la reiterada obligación defensiva. No obstante, cuando quisieron adelantar líneas se desequilibraron. Y el segundo acto no variaría la escena: España contemporizaba con la propiedad del cuero e Italia batallaba por salir de la trampa.

Insigne remató a las manos de De Gea una contra clara transalpina que abrió fuego en la reanudación -minuto 49-. Cuatro minutos después Belotti no acertó a conectar su cabezazo con dirección. Se trataba de volver a domar a la fiera. Y en el 55 Asensio despertó el hambre de la juventud española con un latigazo desde larga distancia que lamió la madera. En el minuto 60 la sinfonía de tiqui-taca, patrocinada por Lopetegui, tocó techo, con cañonazo de Koke desviado. A esas alturas, el envoltorio de la presión tras pérdida seguía solidificando el esfuerzo local. Acto y seguido, Isco pintó un caño de mareo sobre Verrati para dejar a Carvajal en mano a mano con un Buffon que evitó el sonrojo.


La inferioridad transalpina en las dos fases del juego condujo a Ventura a efectuar un doble cambio a 20 del final: Belotti y Candreva dejaron su lugar a Bernardeschi y Eder (posición por posición). Lopetegui daría entrada a Morata -por Iniesta-, que redondearía la goleada a centro de Sergio Ramos. El 3-0 ascendió al electrónico en el minuto 77 para corroborar la relamida exhibición. De Gea tendría su hueco con una estirada de foto a tiro de Spinazzola y entrarían Saúl -por Asensio-, Gabbiadini -por Immobile- y David Villa -en lugar de Isco, en un merecido homenaje para ambos-. Sólo los pitos a Piqué supieron agrios en una noche para el recuerdo que deja a España en su mejor momento anímico desde julio de 2012 y con todo a favor para ser primera de grupo y llegar a Rusia evitando la repesca (tres puntos y un abismo emotivo de distancia).