Carlos de Blas
Ni Morata, ni Villa ni Diego Costa. Julen Lopetegui apostó
por jugar con la urgencia italiana por ganar en el Bernabéu desplegado un centro
del campo que fagocitó al delantero. Silva partió como falso nueve para generar
pasillos continuos que aseguraran la posesión y el control del partido, con
Iniesta, Asensio, Isco, Koke, Busquets, Jordi Alba y Carvajal -ambos sumados a
la medular- como artesanos del guión de la trama en el que los transalpinos
fueron leales a su pequeña revolución. Aunque lo pagarían.
Giampiero Ventura esquivó el respeto (miedo) que suele
generar el estilo de juego nacional y no varió su sistema, que excluye a los
tres centrales -decisión cimentada, sobre todo, en la lesión de última hora del
general Chiellini-. Mostró coherencia al dibujar un 4-4-2 defensivo que pasaba
a desplegarse como un 4-2-4 con balón, con Verrati y De Rossi como anclas en un
mediocentro que necesitaría del trabajo y la ayuda exahustivos de los extremos
Insigne y Candreva. La doble delantera -Belotti e Immobile- refrendaba la
voluntad goleadora y vertical de una selección que ha desterrado el catenaccio.
El cuarto de hora inicial resultó un combate de tú a tú,
amarrado en el yugo táctico, del que España saldría vencedora. La pelota volaba
a la espera de localizar el hueco que la movilidad de los múltiples mediapuntas
podría brindar, con al azzurra replegada en su territorio. Y, en fase
defensiva, los de Lopetegui presionaban con ardor. Cinco piezas se lanzaban
como si se jugara el minuto 90, con Busquets como cortafuegos por si la
circulación visitante superaba la ráfaga abrasiva. Y, en el entretanto, Iniesta
frotó la lámpara.
El manchego aprovechó el acierto del seleccionador -al
acumular piezas entre la espalda del centro del campo y los centrales
italianos- para filtrar dos balones profundos que dejaron en mano a mano a la
flecha española de turno con el central. Así se forzaron dos faltas al borde del
área. La primera fue enviada por encima del larguero por Sergio Ramos -minuto
8- y la segunda fue colocada cerca de la escuadra por Isco -minuto 12-, para
alborozo generalizado. El plan estaba saliendo con rigor enfermizo.
Le costaría a los segundos clasificados del grupo, obligados
a ganar para depender de sí mismos con el fin de concluir en la primera plaza
-de acceso directo a Rusia 2018-, empastar la intensidad sin pelota nacional y
el juego entre líneas del talentoso cúmulo de interiores que lideraba el
cerebro del Barcelona. Pero lo hicieron. Enfangaron el ritmo demencial forzado
por los locales para estirarse a la contra y arrancar un par de acciones a
balón parado -faltas laterales-. En consecuencia, Belotti rozó el empate
gracias a un testarazo soberbio que De Gea se sacó de encima como pudo -minuto
22-. La pelota empezó a teñirse de azul y el sistema español a ceder metros. La
competitividad y orgullo italianos arrinconó a la selección en ventaja y ahora
era su presión la efectiva.
En el entretanto Piqué tuvo el 2-0. Su remate de cabeza se
fue por encima de Buffon tras un centro venenoso de Koke, en una acción de
pizarra -minuto 27-. Necesitaban los de Lopetegui serenar el impulso ajeno y,
pasada la media hora apagaron el incendio de llegadas y centros laterales que
se cernía sobre el portero del United, reconquistando su esencia: la posesión
regresó al redil. La reducción de espacios de una Italia de nuevo guarecida
nutrió tantas imprecisiones como huecos centrados que sólo Iniesta leía.
Y antes del descanso se detonaría otro ascenso desenfrenado
del ritmo, con unos y otros buscando morder tras recuperación. Ahí, en ese
escenario de toma y daca, de contragolpe, la calidad volvió a escapar del radar
táctico. Italia llegaba sin asiduidad (Insigne desapareció y sólo Candreva
asomaba) y sufría para cerrar, falta de acierto en el último pase, y España
terminaría por encarrilar los tres puntos después del aviso lanzado por la
incorporación y remate de Carvajal, desviados a córner -minuto 37-. Era la banda
del carrilero zurdo infructuoso Spinazzola la que se transformó en un carril
idóneo de avance que Isco amortizaría para concluir su obra. El madridista robó
la escena de tantos focos al resto de astros para desbordar por el centro, en
diagonal, y ajustar su zurdazo a la cepa del poste izquierdo de Buffon.
El golazo encaminó a todos al intermedio. En vestuarios, los
selecciones leerían en la estadística oficial el dominio patrio: 60% de
posesión, 5-2 en disparos y una mejor distribución de los ataques (los
visitantes sólo lo intentaban por el lado de Candreva-Darmian). Daba la
sensación que la vuelta de tuerca atacante de Ventura no llegó madura a
Chamartín y su esquema, con mucha más clase que físico, padecía ante la
circulación rival y la reiterada obligación defensiva. No obstante, cuando
quisieron adelantar líneas se desequilibraron. Y el segundo acto no variaría la
escena: España contemporizaba con la propiedad del cuero e Italia batallaba por
salir de la trampa.
Insigne remató a las manos de De Gea una contra clara
transalpina que abrió fuego en la reanudación -minuto 49-. Cuatro minutos
después Belotti no acertó a conectar su cabezazo con dirección. Se trataba de
volver a domar a la fiera. Y en el 55 Asensio despertó el hambre de la juventud
española con un latigazo desde larga distancia que lamió la madera. En el
minuto 60 la sinfonía de tiqui-taca, patrocinada por Lopetegui, tocó techo, con
cañonazo de Koke desviado. A esas alturas, el envoltorio de la presión tras
pérdida seguía solidificando el esfuerzo local. Acto y seguido, Isco pintó un
caño de mareo sobre Verrati para dejar a Carvajal en mano a mano con un Buffon
que evitó el sonrojo.
La inferioridad transalpina en las dos fases del juego
condujo a Ventura a efectuar un doble cambio a 20 del final: Belotti y Candreva
dejaron su lugar a Bernardeschi y Eder (posición por posición). Lopetegui daría
entrada a Morata -por Iniesta-, que redondearía la goleada a centro de Sergio
Ramos. El 3-0 ascendió al electrónico en el minuto 77 para corroborar la
relamida exhibición. De Gea tendría su hueco con una estirada de foto a tiro de
Spinazzola y entrarían Saúl -por Asensio-, Gabbiadini -por Immobile- y David
Villa -en lugar de Isco, en un merecido homenaje para ambos-. Sólo los pitos a
Piqué supieron agrios en una noche para el recuerdo que deja a España en su
mejor momento anímico desde julio de 2012 y con todo a favor para ser primera
de grupo y llegar a Rusia evitando la repesca (tres puntos y un abismo emotivo
de distancia).