Después
de los cánticos proferidos por ultras del Lazio Roma en un partido del Calcio
contra Ana Frank y la comunidad judía, la liga italiana y el propio club han
reaccionado con un buen gesto e ¿hipócrita?
Antonio Blanca
El
pasado domingo jugaban la Lazio y el Cagliari en el Olímpico de Roma. Lo
hicieron a las 20:45 horas y después de los 90 minutos correspondientes el club
capitalino reafirmó su excelso arranque de temporada. Ganó 3-0, son cuartos a
cuatro puntos del líder (en la décima jornada) y cuentan con el pichichi del
campeonato, Ciro Immobile (ex del Sevilla). Todo parece marchar, al fin, sobre
ruedas en la entidad romana. Incluso su entrenador conecta con todas las
esferas del club y con su masa social, pues se trata del goleador imperecedero
de la institución Simone Inzaghi.
Pero
los nubarrones extradeportivos que acompañan a este equipo en su tribuna
radical volvieron a contaminar al club. Algunos de los aficionados de ideología
fascista que ocupan su grada joven llenaron los baños y las cristaleras del
fondo sur del estadio con pegatinas en las que se leían textos antisemitas y
racistas y, además, se usaba la imagen de la joven judía Ana Frank como
presunta mofa ante los ultras de la Roma. Como insulto antisemita.
Está
sobradamente interiorizado en el Bel
Paese que la afición radical del Lazio no oculta su ideología de extrema
derecha y racista, pues en múltiples ocasiones a lo largo de las décadas han
proferido insultos o sonidos similares a los que emiten los simios para
dirigirse a futbolistas negros, incluso de su propia plantilla cuando no venían
bien dadas. Pero el escándalo se ha desbordado esta vez. La comunidad judía
sita en Roma no ha tragado con la enésima salida de tono lamentable de esa
afamada tribuna y ha colocado en un brete a la directiva del equipo.
El
caso es que este martes el presidente del club, Claudio Lotito, encabezó una
ofrenda floral que realizó una delegación del equipo, que incluyó a los
jugadores Wallace y Felipe Anderson, a la sinagoga de la capital italiana, en
señal de repulsa a la última página oscura escrita por sus ultras. La
Federación Italiana de Fútbol, que ha abierto un expediente al conjunto celeste
por este episodio, ha impuesto un minuto de silencio y la lectura de un
extracto del Diario de Ana Frank antes del inicio de cada partido de la jornada
de Serie A que tiene lugar en estos días.
Asimismo,
los jugadores de la Lazio saltaron anoche al césped del estadio Renato Dall'Ara
de Bolonia con unas camisetas blancas en las que estaba impreso el retrato de
Ana Frank y la frase "No al antisemitismo". Así han dado respaldo al
lavado de cara de dicha institución deportiva al que le han obligado sus
ultras. Hasta el presidente de la República, Sergio Mattarella, calificó lo ocurrido
el pasado domingo como "inhumano y
alarmante". Y en la mañana de esta jornada la Policía ha hecho pública
la detención de 16 hinchas que insultaron con contenido antisemita en el
partido del fin de semana. Siendo dos de los detenidos de edad superior a los
16 años.
El
problema es que al tiempo que la sanción a la Lazio se calcula en los despachos
de la federación italiana, uno de los jugadores principales del último equipo
exitoso de los laziali, el central y lanzador de faltas eterno Sinisa Mihajlovic
(actual entrenador del Torino) ha proclamado al ser preguntado por el asunto
que "lo siento, no sé quién es Ana
Frank, no puedo comentar". Y el diario Il Messaggero ha publicado esta
mañana un audio en el que se escucha a Lotito, que había defendido que su club
era "victima de una minoría que daña su imagen" y aseguró que
organizaría viajes anuales para que sus tifosi se sensibilicen en Auschwitz,
decir que "estos no valen nada.
Vamos a hacer esta escena".
La
reacción de la comunidad judía no se ha hecho esperar: la corona de flores
depositada este martes por Lotito navega desde hoy por aguas del Tiber, donde
ha sido arrojada, como respuesta ante la presunta hipocresía del presidente de
la Lazio, por integrantes de la comunidad vejada por los ultras celestes. Esos
radicales que seguirán entrando a sus asientos en el Estadio Olímpico que
preside, todavía, un gigantesco monolito en honor a Mussolini, el dictador que
fundó al AS Roma uniendo a varios clubes capitalinos y que entregó la Lazio a
manos del general fascista Giorgio Vaccaro, que rehuyó a formar parte de dicha
unión que pretendía centralizar el poder futbolístico de la Italia de inicio
del siglo XX -esa falta de acuerdo es el germen de la rivalidad en el derbi
romano-.