jueves, 26 de octubre de 2017

LAVAR LA IMAGEN

Después de los cánticos proferidos por ultras del Lazio Roma en un partido del Calcio contra Ana Frank y la comunidad judía, la liga italiana y el propio club han reaccionado con un buen gesto e ¿hipócrita?

Antonio Blanca

El pasado domingo jugaban la Lazio y el Cagliari en el Olímpico de Roma. Lo hicieron a las 20:45 horas y después de los 90 minutos correspondientes el club capitalino reafirmó su excelso arranque de temporada. Ganó 3-0, son cuartos a cuatro puntos del líder (en la décima jornada) y cuentan con el pichichi del campeonato, Ciro Immobile (ex del Sevilla). Todo parece marchar, al fin, sobre ruedas en la entidad romana. Incluso su entrenador conecta con todas las esferas del club y con su masa social, pues se trata del goleador imperecedero de la institución Simone Inzaghi.

Pero los nubarrones extradeportivos que acompañan a este equipo en su tribuna radical volvieron a contaminar al club. Algunos de los aficionados de ideología fascista que ocupan su grada joven llenaron los baños y las cristaleras del fondo sur del estadio con pegatinas en las que se leían textos antisemitas y racistas y, además, se usaba la imagen de la joven judía Ana Frank como presunta mofa ante los ultras de la Roma. Como insulto antisemita.

Está sobradamente interiorizado en el Bel Paese que la afición radical del Lazio no oculta su ideología de extrema derecha y racista, pues en múltiples ocasiones a lo largo de las décadas han proferido insultos o sonidos similares a los que emiten los simios para dirigirse a futbolistas negros, incluso de su propia plantilla cuando no venían bien dadas. Pero el escándalo se ha desbordado esta vez. La comunidad judía sita en Roma no ha tragado con la enésima salida de tono lamentable de esa afamada tribuna y ha colocado en un brete a la directiva del equipo.

El caso es que este martes el presidente del club, Claudio Lotito, encabezó una ofrenda floral que realizó una delegación del equipo, que incluyó a los jugadores Wallace y Felipe Anderson, a la sinagoga de la capital italiana, en señal de repulsa a la última página oscura escrita por sus ultras. La Federación Italiana de Fútbol, que ha abierto un expediente al conjunto celeste por este episodio, ha impuesto un minuto de silencio y la lectura de un extracto del Diario de Ana Frank antes del inicio de cada partido de la jornada de Serie A que tiene lugar en estos días.

Asimismo, los jugadores de la Lazio saltaron anoche al césped del estadio Renato Dall'Ara de Bolonia con unas camisetas blancas en las que estaba impreso el retrato de Ana Frank y la frase "No al antisemitismo". Así han dado respaldo al lavado de cara de dicha institución deportiva al que le han obligado sus ultras. Hasta el presidente de la República, Sergio Mattarella, calificó lo ocurrido el pasado domingo como "inhumano y alarmante". Y en la mañana de esta jornada la Policía ha hecho pública la detención de 16 hinchas que insultaron con contenido antisemita en el partido del fin de semana. Siendo dos de los detenidos de edad superior a los 16 años.

El problema es que al tiempo que la sanción a la Lazio se calcula en los despachos de la federación italiana, uno de los jugadores principales del último equipo exitoso de los laziali, el central y lanzador de faltas eterno Sinisa Mihajlovic (actual entrenador del Torino) ha proclamado al ser preguntado por el asunto que "lo siento, no sé quién es Ana Frank, no puedo comentar". Y el diario Il Messaggero ha publicado esta mañana un audio en el que se escucha a Lotito, que había defendido que su club era "victima de una minoría que daña su imagen" y aseguró que organizaría viajes anuales para que sus tifosi se sensibilicen en Auschwitz, decir que "estos no valen nada. Vamos a hacer esta escena".

La reacción de la comunidad judía no se ha hecho esperar: la corona de flores depositada este martes por Lotito navega desde hoy por aguas del Tiber, donde ha sido arrojada, como respuesta ante la presunta hipocresía del presidente de la Lazio, por integrantes de la comunidad vejada por los ultras celestes. Esos radicales que seguirán entrando a sus asientos en el Estadio Olímpico que preside, todavía, un gigantesco monolito en honor a Mussolini, el dictador que fundó al AS Roma uniendo a varios clubes capitalinos y que entregó la Lazio a manos del general fascista Giorgio Vaccaro, que rehuyó a formar parte de dicha unión que pretendía centralizar el poder futbolístico de la Italia de inicio del siglo XX -esa falta de acuerdo es el germen de la rivalidad en el derbi romano-.