Nueva
victoria de los de Zinedine Zidane que cada vez parecen más entonados en el
juego aunque en defensa siguen cometiendo errores garrafales de concentración
Antonio Blanca
Hay
algo que comparten todos los equipos grandes, no necesitan jugar bien los 90
minutos para ganar. Basta con que, de vez en cuando, las individualidades
florezcan entre la rutina de los días grises. Con eso es suficiente. Como lo
fue contra el Leganés. El Madrid, en Butarque, esta vez, tan solo necesitó
hacer bien las cosas en la primera mitad. O, mejor dicho, durante 40 minutos.
En dos jugadas (la segunda, una triangulación de esas que deberían enseñar en
las escuelas de fútbol), se puso por delante y zanjó cualquier debate o
discusión. Definitivamente, el equipo de Zidane está de vuelta.
Tuvo
que llegar el PSG y tuvo que sonar el himno de la Champions para que el Madrid resucitase. Aquel día, cuando todos
esperaban una debacle, el equipo de Zidane volvió a emerger. De nuevo,
funcionó. Y, a partir de entonces, todo parece fluir otra vez. Incluso, la
suerte, necesaria en determinados momentos, parece haber vuelto a la vida de
los blancos. Los de Zidane consiguieron la victoria frente a la Real Sociedad
(5-2), ante el PSG (3-1), el Betis (3-5) y este miércoles contra el Leganés
(1-3).
Poco
a poco, van consiguiendo parecerse a ese equipo imbatible del curso pasado. En
Butarque, con una alineación B, sin Bale ni Ronaldo, pero con Lucas Vázquez y
Asensio. Con ellos, el Real Madrid facturó un traspiés para empezar, pero se
rehízo después. En los cinco primeros minutos, volvió a recordar fantasmas
pasados. Córner a favor del Leganés, fallo de Casilla y gol de Bustinza. Otra
vez, el vecino hacía daño. Lo eliminó de Copa y le complicó la vida para empezar.
Pero
hasta ahí llegó el despiste. Una vez cometido, el Madrid resucitó. Le quitó la
pelota al Leganés y, con dos fogonazos, se puso por delante. El primero, un
pase entre líneas que Lucas Vázquez culminó colocando la pelota pegadita al
palo; y el segundo, una triangulación que podría firmar cualquier Barcelona
(sea el de Cruyff, el de Guardiola, Luis Enrique o Valverde), el Milan de
Sacchi o la Naranja mecánica. Cualquiera querría incluir esa combinación entre
sus jugadas maestras. Una obra de arte que comenzó Casemiro y terminó él
después de que el balón pasase de primeras por Benzema y Lucas. Para verlo en
bucle y recrearse.
Con
eso puso el punto y final el Madrid, al que le sobró la segunda parte. O, más
bien, al que le sirvió el acto final para darse cuenta de que puede sobrevivir
incluso prescindiendo de su mejor versión. Incluso sentenciando con un tercero
de penalti (Kovacic cayó dentro del área y Sergio Ramos fue el encargado de
mandarla dentro de la portería). Así se impuso en Leganés y así sumó su cuarta
victoria consecutiva. Sin Bale y sin Cristiano Ronaldo, pero con un Lucas
Vázquez, que puede hacer por todos a la vez. En Butarque, con un gol, una
asistencia, el pase del penalti y siete robos de balón. El punto más negro, el
colosal error de Zidane, que no está sabiendo gestionar ciertas situaciones del
vestuario esta temporada, dar entrada a Ceballos a 28 segundos del final del
partido no es de recibo. El técnico francés debería cambiar el trato hacia el
buen jugador sevillano, al que no le está brindando ninguna oportunidad, y se
ha hecho acreedor a poder disfrutar de alguna. Este Madrid, definitivamente,
tiene otra pinta y recupera sensaciones. Eso parece evidente.