Envuelto
en la atmósfera de la noche de San Valentín de 2018 el Madrid en el Santiago
Bernabéu volvió a reencontrase con su competición fetiche y demostró estar
enamorado como siempre de la Copa de Europa
Antonio Blanca
Rodilla
derecha genuflexa apoyada en el pasto verde, ataviado con sus mejores galas,
ramo de rosas rojas en una mano, en la otra asiendo fuerte la de su amada, ojos
brillosos, flecha del “Cupido del fútbol” al corazón de su niña más bonita, su
joya más preciada, para volver a recordar que nunca dejo de amarla, que siempre
la quiso, que siempre la querrá, la mimará y la cuidará. El Real Madrid
escribió anoche una página histórica en su torneo, el que más le motiva, el que
le despierta las mayores pasiones.
Vibró
el coliseo de la Castellana con su equipo, que salió enchufado desde el primer
segundo que rodó el cuero en el partido estrella de octavos de la Champions League, el Real Madrid-PSG,
final anticipada, pero para gozar en ciento ochenta minutos. Ayer se agotó el
primer acto y vaya si hubo espectáculo.
Fue
un partido abierto, fiel al estilo de ambos contendientes. Zidane se puso el
traje de entrenador (y de hombre justo) y alineó contra pronóstico a Isco, que
lució más en labores defensivas que en ofensivas, sobre todo en el primer tiempo,
pues en el segundo el cansancio le hizo mella.
A
este golpe de timón del astro galo, debe sumársele el de la presión en todo el
campo, sobre todo en la zona de salida de pelota del cuadro de Emery, y el que
cambiaría el sino del choque a quince minutos del final, cuando las piernas
empezaban a flaquear a los jugadores de ambas escuadras, Zidane puso las alas
al avión merengue. Lucas Vázquez en la derecha, Asensio en la izquierda,
Casemiro fuera, la retaguardia para Kroos y Modric (ambos sobresalientes
anoche, sobre todo el croata), decisión valiente con 1-1, pues en la Copa de
Europa no hay paz para los cobardes.
A
Unai Emery, magnífico entrenador, puede aplicársele esta última aseveración. En
un partido de ida y vuelta, en una segunda parte sin medio campo, su temeridad
le hizo prescindir de Cavani para dar entrada al lateral derecho Meunier, en la
búsqueda de taponar la herida sangrante de la banda izquierda, con Marcelo
campando a sus anchas. El míster vasco no contó con Asensio y tal decisión le
condenaría anoche, ¿quién sabe si en la eliminatoria?, ¿quién sabe si en el
banquillo del multimillonario PSG?
No
todo fue beber champagne y comer bombones de chocolate la noche de San
Valentín, el amor tiene sus momentos duros. El Madrid hubo de sufrirlo. En la
primera parte, cuando la balanza de inclinaba hacia el lado de Neymar (el mejor
del PSG), Rabiot hacía el 0-1 aprovechando uno de los fallos defensivos
habituales de los blancos. Antes, Ronaldo había tenido dos ocasiones clarísimas,
pero una la envió a la cara del meta parisino, la otra a las nubes. Pudo
resarcirse Ronaldo de tales errores, marcando un tanto de penalti al filo del
descanso, apareciendo de nuevo en un momento vital, 1-1, todo por decidir.
Con
un segundo período de idas y venidas, con ocasiones para españoles y franceses,
con buenas intervenciones de Navas y Areola, fue Marco Asensio el que volvió a
llamar a la puerta del olimpo del fútbol. Dos puñaladas por la izquierda,
medidas, una a Ronaldo, otra a Marcelo, para poner la eliminatoria muy favorable
al Madrid, 3-1, para que el próximo 6 de marzo se rubrique este amor tan grande
entre la Copa de Europa y el Real, hasta ese día, el PSG tendrá vida, y desde luego
todo queda por dilucidar.