Antonio Blanca
Los
catalanes viajaron a la capital en puestos europeos, evidenciando ya lo
compacto de su planteamiento. Conceder pocos goles y amortizan al máximo los
anotados. Rubí no contó de salida con Sergio García ni Baptistao, pero
introdujo a Marc Roca, Darder y Granero con el fin de pelear la posesión al
gigante. Piatti, Hernán Pérez y Borja Iglesias buscarían las cosquillas a la
zaga local. Este pegajoso sistema comenzó valiente, desafiando al tú a tú al
vigente campeón de Europa.
Adelantaron
líneas y presionaron los dos bloques. Ambos no escatimarían en gallardía para
tratar de sacar la pelota jugada a pesar de la ambiciosa oposición ajena,
generando un juego en medio del campo que tardaría en soltarse. En los primeros
diez minutos sólo se registrarían dos llegadas, en consecuencia. Un robo de
Casemiro a Granero, que activó una transición que confluyó en el centro de
Odriozola y el remate tímido de Isco a las manos de Diego López, que fue
respondido, casi de inmediato, por el vuelo 'perico' que embocó Piatti en el
despeje de Sergio Ramos.
Con
el paso del tiempo, el devenir tendería a la pronosticada ocupación de
espacios. La pelota se convirtió en jurisdicción del control horizontal
merengue y la verticalidad se tornó en la herramienta de un Espanyol que
replegaba y ya sólo presionaba de manera selectiva. Aplicaría intensidad la
nómina de mediocampistas y delanteros barceloneses para taponar los pasillos
entre líneas y las superioridades en banda que proponía el libreto de
Lopetegui. Aún así, Piatti gozó de la mejor oportunidad tras un error de
Varane. Hernán tomó el cuero y cedió para el zurdazo del argentino que lamió el
poste de Courtois. El aviso lanzado resultó contundente: si el favorito
desconectaba en fase defensiva y en la atención al equilibrio táctico se le
indigestaría la noche.
Odriozola
acumularía centros inocuos al área. La telaraña diseñada por Rubí, que cortaba
con faltas estratégicas cada conducción que amenazaba como desajuste, incomodó
mucho a un Madrid que luchaba por eludir la densidad y la guerra de guerrillas
propuesta. Modric, Ceballos, Asensio e Isco no se asociaban por el centro y
Diego López no padecería una tormenta, ni mucho menos. Los creativos
madridistas verían examinada su paciencia. Frente al compromiso defensivo de
todos los peones visitantes, los locales mantuvieron su presión a campo
completo. Y Ceballos emitió síntomas de crecimiento en el papel de gobernador
incipiente.
Un
lanzamiento desde larga distancia y muy alejado de arco de Vila atravesó la
media hora de reducción de espacios y disparos por mor del tacticismo. El
cabezazo picado y pegado a la madera de Casemiro, en un córner, recordó a los
de Concha Espina el magnetismo del balón parado para desatascar el entuerto en
el que se descubría ejecutando ataques de balonmano. Y en el 36 Hernán se
encontró con un mano a mano con Ramos, sentó al andaluz y se topó en los
guantes de Courtois. Una nueva advertencia catalana a un dibujo dominador sin,
siquiera, acercarse a la posiblidad de morder. La alineación del Madrid,
precabida ante lo venidero -partidos ante Sevilla y Atlético en la semana
próxima-, granjeó el monopolio de la redonda. Nada más. Y esa falta de veneno y
verticalidad dio seguridad y alas al astuto Espanyol.
A
la reanudación se arribaría con el tempo combinativo local anestesiado; con
Ramos, Casemiro y Varane expuestos tras cada pérdida propia; y con la energía
remitiendo y conllevando que la presión no llegara a tiempo, para la creciente
placidez visitante. Y, a pesar de todo esto, con el 1-0. En una acción salicada
de rechaces, Modric engatilló un derechazo desde la frontal que le cayó, tras
ser repelido por un zaguero, a la zurda de Asensio. El balear lanzó, desde el
pico del área, un golpeo raso, ajustado e inapelable al segundo palo. La
calidad rescató de la apariencia plomiza a la identidad buscada por el
exseleccionador nacional. Isco y Nacho rondarían a Diego López para clausurar
el comprimido primer acto.
Una
asociación certera y fluida entre Isco, Ceballos y Modric, con disparo final
del croata y despeje de Diego López, inauguró el segundo tiempo. El derechazo
peligroso y angulado del malagueño, a continuación, afianzó lo que parecía un
acelerón en las revoluciones del Madrid. Por ende, el esquema de Rubi retrasó
filas y fue constreñido a capear el temporal desde la cueva, con el contragolpe
ansiado cada vez más lejos. El preparador 'perico' reaccionó sacando a Darder y
a Piatti para dar entrada a Baptistao y al pulmón Víctor Sánchez. Lopetegui
resolvió intentar propulsar la inercia sobrevenida añadiendo picante y restando
elaboración, saltaron al verde Mariano y Lucas Vázquez, y descansaron Benzema y
Ceballos.
Con
ese matiz en la morfología del dibujo el conjunto local apostaba por el
desborde, la resolución ofensiva del duelo y el ataque de los espacios que el
Espanyol tendría que dejar si quería buscar el empate. Mas, antes de que se
materializara (o no) ese plan, Borja Iglesias superó a Courtois y se estrelló
en el travesaño después de penalizar la relajación defensiva -en este
particular caso de Ramos-. El susto heló a la tribuna y despertó a la ambición
catalana. Roca remataría al cuerpo del arquero belga, redondenado el respingo
visiante. Sergio García entró, entonces, para quemar las naves del todo. No le
había salido la cesión de la posesión y el centro del campo al técnico
madridista.
Los
20 minutos postreros realzaron la influencia del calor y la falta de fuelle.
Modric e Isco se desperezarían, fabricando el cabezazo de Ramos que Diego López
envió a córner con una estirada de foto, y su equipo reclamó las riendas del
envite para facturar el triunfo desde el control. Pero, al no sostenerse en el
tiempo ese repunte de intensidad el desenlace no escaparía a la incertidumbre.
Los 'pericos' amenazaron a la contra (Baptistao falló un centro claro en un tres
para dos) y a balón parado.
En
el 81 se había fracturado el proyecto táctico, con los esquemas partidos y el
ida y vuelto desplegado. El entrenador local deshizo su viraje previo y colocó
a Marcos Lorente como doble pivote, al lado de Casemiro. Un volantazo defensivo
que no evitaría el intercambio de golpes resbaladizo. Asensio, Baptistao, Lucas
Vázquez, Llorente y Víctor Sánchez lo probarían mientras que la impotencia
atacante forzaba a languidecer a un Espanyol que fue capaz de tener al segundo
clasificado en vilo hasta el pitido final. Le valdría el despliegue descuidado
al coloso para sellar otra victoria.