domingo, 9 de septiembre de 2018

ESPAÑA ASALTA WEMBLEY

Carlos de Blas


"Me gusta jugar contra Inglaterra y en Wembley. Aunque entrañe complicaciones", proclamó Luis Enrique en la previa de su estreno como seleccionador de España y en el debut de su obra en la Liga de Naciones. El asturiano, que no ha gozado del tiempo necesario para inculcar a sus pupilos la evolución del estilo que llevó a Julen Lopetegui a marcharse sin conocer la derrota, sufriría un sobresaliente examen en un templo renovado y repleto de ilusón. Tanto como el joven combinado al que Gareth Southgate llevó a las semis del pasado Mundial. Se cruzaban en Londres, por ende, dos conjuntos de inercias contrapuestas.

El punto y aparte nacional arrancaría con el anunciado 4-3-3. La nómina de jugadores constituiría la variante elegida por el seleccionador novato: Thiago y Saúl respaldarían a Busquets en la medular -más físico y llegada- y Rodrigo e Iago Aspas partirían como los escuderos del talento de Isco en la línea ofensiva. Dea Gea, Carvajal y Sergio Ramos compartirían retaguardia con Nacho y el lateral zurdo Marcos Alonso. Así, se quedaban fuera Asensio o Morata.

Los británicos, por su parte, se dispusieron a celebrar con los suyos el renacer de su fútbol escenificado en junio y julio de 2018. Y lo hicieron hambrientos, con ganas de morder a una de las favoritas a todo. Contrapondrían al pronosticado juego de toque ibérico el fluir anatómico y la movilidad de un esquema con tres centrales -Joe Gomez, John Stones y Harry Maguire-, dos carrileros -Luke Shaw y Kieran Tripper-, un doble pitove -Jesse Lingard y Jordan Henderson- y el prototípico tridente liderado por Harry Kane, el máximo goleador de la pasada cita mundialista. Junto al rematador del Tottenham volarían Rashford y Dele Alli.

El cruce de libretos estaba servido. Quedaría por comprobar si 'Lucho' había suturado la frontera física, de velocidad y verticalidad que dejó a los españoles en la cuneta por tercer gran torneo consecutivo. Lo cierto es que comenzaría la era del nuevo preparador con un despliegue pleno de personalidad. Los ingleses presionarían muy arriba, exigiendo precisión y templanza a la voluntad combinativa visitante. Y los representantes de LaLiga respondieron aceptando el reto. Con celeridad se dibujó una posesión horizontal, controladora, que aguardaba a los desmarques de ruptura de los tres delanteros, hacia la espalda de los tres centrales locales. Porque el sistema de Southgate se mantenía, valiente, con las líneas adelantadas.

La ausencia de un delantero posicional permitió a Aspas, Rodrigo e Isco asociarse por el centro y los laterales con Saúl y Thiago, que se descolgaban. Y la buena activación tras pérdida proporcionó el timón de la dinámica a España. Se había mostrado superior en la batalla por imponerse sacando el cuero desde atrás. Sin embargo, en el minuto 11 la explosividad a la contra de los isleños desactivó a la presión roja y dejó a Shaw en una gran posición. El lateral emitió un centro fenomenal que Rashford tradujo en el 1-0 con un zurdazo certero. Aún así, dos minutos más tarde empataría Saúl. Carvajal y Rodrigo delinearon paredes hasta que el delantero valencianista detectó la llegada al área del colchonero, que dio la razón a su técnico -no jugó ni un minuto en Rusia-.

El cuarto de hora inicial rubricó las virtudes y los defectos de los contendientes. El riesgo que representa presionar tan arriba dejaba a los zagueros en manos a mano con los delanteros si la coordinación no era la debida. El 1-1 quedó instaurado en el electrónico como testimonio de ello. Pero en esta pomposa probatura España no renegaría del modelo de aire jerárquico. Anhelaba el dominio total del tempo y la redonda. Y pasados los 30 minutos se jugaría en cancha inglesa con continuidad. Los semifinalistas en Rusia retrasaron filas y restaron ambición a su planteamiento. Un lanzamiento de Rodrigo -desviado y desde la frontal- y otro de Aspas -repelido por Maguire-, refutarían el mandato nacional. El trabajo de Nacho, Ramos y Busquets se restringiría al cuidado de su espalda y el despeje aéreo. Con Saúl como gobernador.

Kane despertaría en el 25, con un testarazo que atrapó De Gea en el cierre de una falta lateral botada por Trippier. El contragolpe, con Dele Alli como proporcionador, se erigió en el arma del maniatado defensor de Wembley. Henderson, Lingard y compañía sufrían ante la presión ajena y amontonaban pérdidas. Sólo le quedó a los británicos concentrarse en achicar. Y sin los automatismos bien engrasados, Thiago, Isco y Saúl batían líneas y conectaban con Rodrigo y Aspas sin dificultades. Con Carvajal sorprendiendo en banda. En consecuencia, los primos que bien podrían jugar con Brasil conectaron en una jugada a balón parado para completar la remontada -minuto 33-. Centro de Thiago y remate a gol de Rodrigo, anticipándose a todos.

Únicamente susurrarían querencia ofensiva e iniciativa los ingleses tras ese golpe. Trataron de voltear la dirección del viento y De Gea sostuvo a los visitantes con una parada de reflejos al cabezazo de Rashford -en un despiste defensivo nacional, en el minuto 36-. No lo lograrían, pues el cuero se aliaría con la filosofía española, que comprendía la alternancia de horizontalidad y verticalidad, siempre bajo el control del devenir. Asimismo, se vaciarían los centrocampistas ibéricos para sostener el nudo táctico adelantado y clausurar el camino a vestuarios. Las sensaciones emanaban optimismo. A la espera de la irrupción del factor cansancio.

Tardó en tomar calor la reanudación. Un golpe fortuito de Carvajal a Shaw dejó al lateral de United inconsciente. Cinco minutos de atmósfera helada -hasta que el jugador fue retirado en camilla- abrieron las puertas del segundo acto. Entraría de refresco Rose y una volea de Thiago, a centro de Marcos Alonso, lamió el larguero. El zarpazo rebosante de técnica, otra vez iniciado por Saúl, subrayó la confianza española. Todo lo contrario que la dubitativa escuadra birtánica, incapaz de encadenar dos pases. La multiplicidad de robos en tres cuartos de cancha alimentaría la convicción en el plan de Luis Enrique. Saúl lanzaría a los guantes de Pickford -minuto 62- para redondear su autoridad.

Southgate quiso aumentar su efervescencia y retiró a un cansado -y apagado- Henderson para dar entrada a Dier. El candado del Tottenham permitiría más libertad para subir a Lingard, con lo que la pretensión pasaba a volver a pelear por la pelota. España anestesiaría el ritmo con circulaciones perennes, salpicadas con latigazos en vuelo a través de los desmarques de Rodrigo y Aspas. Por el camino, el celtiña cedió su escaño a Asensio, y los minutos se quemarían sin sobresaltos hasta el epílogo, por mor de la inmaculada ejecución táctica nacional.

En el 76 Rashford conectó un derechazo tímido e inocuo, oasis en cuanto a la producción atacante local, y Sergi Roberto e Íñigo Martínez comparecieron en el verde -por el recuperado Thiago y por el eficiente Marcos Alonso- con el fin de apuntalar la excepcional ocupación de espacios. No obstante, el delantero del United pescaría un pase de Kane que desbarató a la zaga visitante para estrellarse en De Gea -minuto 82-, en el único acercamiento peligroso que concedería un combinado ibérico de rendimiento consistente, impropio para una inauguración. No arribaría con el oxígeno suficiente el sistema de un Luis Enrique triunfal, pero la irrebatible victoria certificaría sus tres primeros puntos en la Liga de Naciones. El intercambio de intentos entre Maguire y Rodrigo, y la astucia de Welbeck -que entró por Rashford-, no enmendarían el pastoreo sensacional de los nueve minutos de descuento.