Carlos de Blas
"Me gusta jugar contra Inglaterra y en Wembley. Aunque
entrañe complicaciones", proclamó Luis Enrique en la previa de su estreno
como seleccionador de España y en el debut de su obra en la Liga de Naciones.
El asturiano, que no ha gozado del tiempo necesario para inculcar a sus pupilos
la evolución del estilo que llevó a Julen Lopetegui a marcharse sin conocer la
derrota, sufriría un sobresaliente examen en un templo renovado y repleto de
ilusón. Tanto como el joven combinado al que Gareth Southgate llevó a las semis
del pasado Mundial. Se cruzaban en Londres, por ende, dos conjuntos de inercias
contrapuestas.
El punto y aparte nacional arrancaría con el anunciado
4-3-3. La nómina de jugadores constituiría la variante elegida por el
seleccionador novato: Thiago y Saúl respaldarían a Busquets en la medular -más
físico y llegada- y Rodrigo e Iago Aspas partirían como los escuderos del
talento de Isco en la línea ofensiva. Dea Gea, Carvajal y Sergio Ramos compartirían
retaguardia con Nacho y el lateral zurdo Marcos Alonso. Así, se quedaban fuera
Asensio o Morata.
Los británicos, por su parte, se dispusieron a celebrar con
los suyos el renacer de su fútbol escenificado en junio y julio de 2018. Y lo
hicieron hambrientos, con ganas de morder a una de las favoritas a todo.
Contrapondrían al pronosticado juego de toque ibérico el fluir anatómico y la
movilidad de un esquema con tres centrales -Joe Gomez, John Stones y Harry
Maguire-, dos carrileros -Luke Shaw y Kieran Tripper-, un doble pitove -Jesse
Lingard y Jordan Henderson- y el prototípico tridente liderado por Harry Kane,
el máximo goleador de la pasada cita mundialista. Junto al rematador del
Tottenham volarían Rashford y Dele Alli.
El cruce de libretos estaba servido. Quedaría por comprobar
si 'Lucho' había suturado la frontera física, de velocidad y verticalidad que
dejó a los españoles en la cuneta por tercer gran torneo consecutivo. Lo cierto
es que comenzaría la era del nuevo preparador con un despliegue pleno de
personalidad. Los ingleses presionarían muy arriba, exigiendo precisión y
templanza a la voluntad combinativa visitante. Y los representantes de LaLiga
respondieron aceptando el reto. Con celeridad se dibujó una posesión
horizontal, controladora, que aguardaba a los desmarques de ruptura de los tres
delanteros, hacia la espalda de los tres centrales locales. Porque el sistema
de Southgate se mantenía, valiente, con las líneas adelantadas.
La ausencia de un delantero posicional permitió a Aspas,
Rodrigo e Isco asociarse por el centro y los laterales con Saúl y Thiago, que
se descolgaban. Y la buena activación tras pérdida proporcionó el timón de la
dinámica a España. Se había mostrado superior en la batalla por imponerse
sacando el cuero desde atrás. Sin embargo, en el minuto 11 la explosividad a la
contra de los isleños desactivó a la presión roja y dejó a Shaw en una gran
posición. El lateral emitió un centro fenomenal que Rashford tradujo en el 1-0
con un zurdazo certero. Aún así, dos minutos más tarde empataría Saúl. Carvajal
y Rodrigo delinearon paredes hasta que el delantero valencianista detectó la
llegada al área del colchonero, que dio la razón a su técnico -no jugó ni un
minuto en Rusia-.
El cuarto de hora inicial rubricó las virtudes y los
defectos de los contendientes. El riesgo que representa presionar tan arriba
dejaba a los zagueros en manos a mano con los delanteros si la coordinación no
era la debida. El 1-1 quedó instaurado en el electrónico como testimonio de
ello. Pero en esta pomposa probatura España no renegaría del modelo de aire
jerárquico. Anhelaba el dominio total del tempo y la redonda. Y pasados los 30
minutos se jugaría en cancha inglesa con continuidad. Los semifinalistas en
Rusia retrasaron filas y restaron ambición a su planteamiento. Un lanzamiento
de Rodrigo -desviado y desde la frontal- y otro de Aspas -repelido por
Maguire-, refutarían el mandato nacional. El trabajo de Nacho, Ramos y Busquets
se restringiría al cuidado de su espalda y el despeje aéreo. Con Saúl como
gobernador.
Kane despertaría en el 25, con un testarazo que atrapó De
Gea en el cierre de una falta lateral botada por Trippier. El contragolpe, con
Dele Alli como proporcionador, se erigió en el arma del maniatado defensor de
Wembley. Henderson, Lingard y compañía sufrían ante la presión ajena y
amontonaban pérdidas. Sólo le quedó a los británicos concentrarse en achicar. Y
sin los automatismos bien engrasados, Thiago, Isco y Saúl batían líneas y
conectaban con Rodrigo y Aspas sin dificultades. Con Carvajal sorprendiendo en
banda. En consecuencia, los primos que bien podrían jugar con Brasil conectaron
en una jugada a balón parado para completar la remontada -minuto 33-. Centro de
Thiago y remate a gol de Rodrigo, anticipándose a todos.
Únicamente susurrarían querencia ofensiva e iniciativa los
ingleses tras ese golpe. Trataron de voltear la dirección del viento y De Gea
sostuvo a los visitantes con una parada de reflejos al cabezazo de Rashford -en
un despiste defensivo nacional, en el minuto 36-. No lo lograrían, pues el
cuero se aliaría con la filosofía española, que comprendía la alternancia de
horizontalidad y verticalidad, siempre bajo el control del devenir. Asimismo,
se vaciarían los centrocampistas ibéricos para sostener el nudo táctico adelantado
y clausurar el camino a vestuarios. Las sensaciones emanaban optimismo. A la
espera de la irrupción del factor cansancio.
Tardó en tomar calor la reanudación. Un golpe fortuito de
Carvajal a Shaw dejó al lateral de United inconsciente. Cinco minutos de
atmósfera helada -hasta que el jugador fue retirado en camilla- abrieron las
puertas del segundo acto. Entraría de refresco Rose y una volea de Thiago, a
centro de Marcos Alonso, lamió el larguero. El zarpazo rebosante de técnica,
otra vez iniciado por Saúl, subrayó la confianza española. Todo lo contrario
que la dubitativa escuadra birtánica, incapaz de encadenar dos pases. La multiplicidad
de robos en tres cuartos de cancha alimentaría la convicción en el plan de Luis
Enrique. Saúl lanzaría a los guantes de Pickford -minuto 62- para redondear su
autoridad.
Southgate quiso aumentar su efervescencia y retiró a un
cansado -y apagado- Henderson para dar entrada a Dier. El candado del Tottenham
permitiría más libertad para subir a Lingard, con lo que la pretensión pasaba a
volver a pelear por la pelota. España anestesiaría el ritmo con circulaciones
perennes, salpicadas con latigazos en vuelo a través de los desmarques de
Rodrigo y Aspas. Por el camino, el celtiña cedió su escaño a Asensio, y los
minutos se quemarían sin sobresaltos hasta el epílogo, por mor de la inmaculada
ejecución táctica nacional.
En el 76 Rashford conectó un derechazo tímido e inocuo,
oasis en cuanto a la producción atacante local, y Sergi Roberto e Íñigo
Martínez comparecieron en el verde -por el recuperado Thiago y por el eficiente
Marcos Alonso- con el fin de apuntalar la excepcional ocupación de espacios. No
obstante, el delantero del United pescaría un pase de Kane que desbarató a la
zaga visitante para estrellarse en De Gea -minuto 82-, en el único acercamiento
peligroso que concedería un combinado ibérico de rendimiento consistente,
impropio para una inauguración. No arribaría con el oxígeno suficiente el
sistema de un Luis Enrique triunfal, pero la irrebatible victoria certificaría
sus tres primeros puntos en la Liga de Naciones. El intercambio de intentos
entre Maguire y Rodrigo, y la astucia de Welbeck -que entró por Rashford-, no
enmendarían el pastoreo sensacional de los nueve minutos de descuento.