José Antonio Moya
El Sevilla conquistó su tercera Europa League
tras vencer al Benfica en la tanda de penaltis (4-2) gracias a las dos
paradas de Beto, vital en el tramo decisivo del encuentro, y al
irreductible esfuerzo de los nervionenses, que alargaron la maldición de
Bela Guttmann ante un equipo cuya mala fortuna comienza a ser excesiva.
El Benfica, que no ha perdido en toda la Europa League, acumula un
infausto recuerdo de la segunda competición continental. Dos finales
consecutivas y ningún título. El Sevilla, por su parte, ha jugado tres y
las ha ganado todas. La de Turín se suma a las de Eindhoven (2006) y
Glasgow (2007) y entran ya en la historia sevillista.
El partido fue una balanza completamente equilibrada, algunas
veces mejor para los andaluces (y otras) para los portugueses, pero en
ningún caso decisiva como para merecer el triunfo sin tener que sudar
la gota gorda. Adriano, Palop, Poulsen, Escudé, Maresca, aquella
sensacional generación de hace siete años ya tienen sustituto...
El estado de ánimo del Sevilla variaba en función de la fortaleza
de su defensa, impecable durante todo el choque, y del talento acumulado
en los metros finales. El buen paladar de Rakitic (el jugador del
momento) y la calidad de Reyes generaron las primeras ocasiones del
cuadro nervionense. El de Utrera, de hecho, fue una amenaza constante
para el Benfica en sus asociaciones con Bacca.
La experiencia de Reyes, el jugador con más finales europeas que
pisó el césped de Turín, le dio un plus al Sevilla. Su zurda habilitó a
Bacca, al borde del descanso (en una acción que protestó como penalti)
y mareó a los zagueros del Benfica. El equipo portugués se desperezaba
según avanzaban los minutos gracias al picante que soltaba Lima.
Poco hizo el cuadro de Jorge Jesús en el acto inicial, aunque
Garay estuvo cerca de dar un susto a los sevillistas, al igual que Maxi
Pereira, que erró la más clara a escasos metros de Beto. El luso del
Sevilla metió una mano fundamental para llegar al descanso sin cambios
en el marcador. Un resultado que volvía a traer a la memoria al mítico
Bela Guttmann.
La maldición del técnico húngaro, fallecido en 1981, sigue vigente
tras ocho finales (todas ellas perdidas desde 1963) desde que
Guttmann asegurase al club lisboeta que no ganaría ningún título europeo
sin él tras su marcha en 1962. Hoy, en Turín, el Sevilla se acordó más
que nunca del ex entrenador del Benfica.
La segunda mitad sirvió para mejorar la imagen del Benfica, actual
subcampeón de la competición, tras una batería de ocasiones que comenzó
con un disparo que salvó Pareja bajo palos. Eran los peores momentos de
un Sevilla, que tuvo que aguantar el chaparrón cuando Fazio sacó el
bisturí para tapar un claro lanzamiento de Nico Gaitán.
Entre tanto aparecía Reyes, con un disparo desde la frontal más
violento que preciso, al igual que Coke, que no encontró la portería
cuando todavía restaba media hora para el final. El reloj se consumía y
la imaginación desaparecía de forma proporcional. Nadie, salvo Rakitic,
ponía luz en la oscuridad y el partido entraba en su fase menos
agradable para el espectador.
Sin embargo, el Benfica encontró sus mejores ocasiones cuando
apenas quedaba margen de reacción para los de Emery. Lima probó fortuna
con un disparo desde la frontal, pero nada modificó el empate sin goles y
el título se decidió desde los 11 metros. Los cuatro lanzadores (Bacca,
Mbia, Coke y Gameiro) tiraron de forma impecable y cerraron un título
que, como no podía ser de otra forma, está dedicado a tí: Antonio
Puerta.