Carlos de Blas
Turín se relamía por el regreso de su coloso a la élite competitiva del viejo continente. El retorno de los bianconeri a
las semifinales de la Liga de Campeones después de 12 años de marasmo
suponía la recuperación de la mística que ha envuelto a la Vecchia Signora,
sobre todo, en su pugna frente al Real Madrid. Esta amalgama de
sensaciones encontradas tras superar una particular travesía por el
desierto medía su rehabilitación para la gloria frente a la voracidad
del club de Chamartín. Los capitalinos arribaban al Juventus Stadium
-tan ardoroso como cabía esperar, mucho más que Delle Alpi, mutilado de
ambiente por su estructura- con la intención de cimentar su segunda
final consecutiva, de camino hacia el objetivo de repetir entorchado y
confirmar el carácter histórico de este ciclo Ancelotti.
Massimiliano Allegri desveló buena parte de las variantes que generaban incertidumbre con respecto a la apuesta inicial formando con dos centrales. Así, con un 4-4-2 clásico, Pirlo quedaba flanqueado por la calidad y brega de Marchisio y la sorpresiva presencia de Sturaro. Leichteiner y Evra matizaban su amenaza como carrileros buscando un sistema más equilibrado que el habitual control de la posesión. Vidal figuraría como nexo entre líneas para alimentar la velocidad de Morata y el astuto veneno de Tévez, la gran amenaza por su movilidad. La idea de juego del técnico local reculaba en la intención de dominar el cuero y virar hacia el robo y salida vertical -con la flecha Pereyra aguardando su opción en el banquillo-. El nivel de presión y altura de los laterales definirían la intencionalidad de Allegri para con este primer combate.
Carlo Ancelotti no modificó su propuesta y Ramos competiría como volante tapón, compañía de Kroos en la labor de equilibrio e incrustado entre los centrales -Varane y Pepe- para el balón aéreo y la segunda jugada, y en busca de la ruptura de líneas de pase interiores (patrocinadas por Pirlo). Se desplegaba, pues, otro 4-4-2 con Bale y Ronaldo en una punta fluida que buscaría las cosquillas en el espacio entre la medular y los zagueros italianos. Isco y James, apostados en banda, acompañarían su capacidad creativa para aliñar de lógica la circulación de pelota y guardarían la espalda de Marcelo y Carvajal, hoy muy necesitados de concentración en sus labores sin pelota. El Madrid descartaba el rol fijador de centrales de Chicharito de inicio para responder a una posible intentona de presión intensa turinesa con la amenaza de la contra.
Y, en efecto, el campeón transalpino subió el telón implementando un dominio pleno que se extendió hasta que se traspasara el minuto 20. En dicho intervalo inicial, el sistema de Allegri se disparó hacia una presión volcánica que ahogó la asociación y clama merengues. Consiguió, de manera precoz, robar el balón y la escena al Madrid a través de la intensidad -muy inferior en el despertar madrileño- y los lanzadores de transiciones (Marchisio, Pirlo y Vidal) generaron inestabilidad profunda a la red defensiva española. Así, un mal despeje de Casillas sin remate de Vidal en el 2 de juego anticipaba el calibre del agobio.
La descompensada presión visitante generaba espacios a la espalda de la medular y la mejor ocupación de los espacios y dominio territorial confluyeron en un uso vertical de la posesión que desató la tormenta de ocasiones: Sturaro lanzó sin consecuencias en contragolpe, con los mediocentrtos fuera de juego, en el 3; Morata gana un envío largo a Pepe para intentar una vaselina que atajó Casillas, en el 6; y por último, Marchisio encontraba a Tévez en profundidad, descolgado del radar de Kroos y Ramos en pleno control de la posesión local. El "Apache" chutó potente y cruzado, Casillas estiró su anatomía para sacarla pero Morata, muy concentrado, anticipó para rematar a la red. La resistencia del Madrid aguantó 8 minutos, se abrió el marcador en coherencia con la distancia de pulsaciones pero el guión no cambio.
La Juve jugaba con el ritmo lento y acelerado, con la línea de presión y repliegue, mientras que el recuperar una pelota constituía un desafío para los españoles. Despojados de su identidad relacionada al cuero, ejecutando una presión descompensada, llegando tarde, con menos decibelios y fuera de eje. El tempo era italiano ante la precipitación personificada en Ramos, que perdió dos balones en campo propio a los que la Juve no encontró el remate a gol por poco. Kroos, desde larga distancia y en el minuto 12, sacó a los suyos del atolladero con un chut a la cepa que sacó Buffon luciendo talento. Isco continuó el aislado tipo de llegada con otro lanzamiento lejano directo a los guantes del mito juventino.
Se enfrió el nivel de exigencia de los pupilos de Allegri, que adoptaron el repliegue y salida como método para recoger la ropa y morder en transición. Tévez inauguró el nuevo escenario con remate muy desviado en el balón del 20 de partido y Varane reaccionó con un cabezazo a las nubes tras la falta lateral botada por James. El balón parado, único recurso hasta este tramo.
A partir del primer suspiro que tomó la eliminatoria, el esférico regresó a los dominios madrileños y James, Isco, Kroos, Marcelo y Ronaldo crecieron de manera instantánea. Trazó entonces el Madrid una posesión horizontal salpicada con envíos verticales a la espalda de los zagueros locales, ante la imposibilidad de entrar entre líneas. Isco dibujó el desmarque de Ronaldo, que marró el mano a mano en escorzo al enviar demasiado cruzado su intento. Leichteiner respondió en el 24 agujereando a Marcelo y chutando al lateral de la red. Última llegada clara desde la metamorfosis del paisaje.
Cedió metros la Juve y el Madrid cimentó posesiones extendidas en el tiempo para crecer. Y a fe que encontró frutos a ese movimiento y la conversación recuperaba el acento español. No obstante, la primera asociación elaborada con calma y fluidez gestó el empate. El balón circulaba en banda derecha hasta que cruzó hacia las botas de Carvajal, que encontró el desmarque de James en el interior del área. El colombiano envolvió de terciopelo su centro al segundo poste y Ronaldo cabeceó a la red a placer en el 26. Gol valioso merengue que recompensaba la personalidad necesaria para recuperar el mando y penalizaba el encierro turinés.
Se disparó el primer acto hacia el intermedio con amplias posesiones intrascendentes madrileñas. Las coberturas y vigilancias tras pérdida sólo dejaban hueco a un Morata participativo y el cálculo de riesgos funcionaba. La circulación puntiaguda local quedaba limitada. Tan sólo Marchisio, desde media distancia, encontró espacio para probar a Iker en el 33. La hierba parecía inclinarse hacia la meta de Buffon, si bien no lucía fluidez la combinación de los de Chamartín. Pero, antes del advenimiento del parón, una brillante posesión que concluyó en apertura de Isco y centro de Marcelo pudo poner el 1-2. James, con la portería vacía, remató al larguero. El Juventus Stadium respiró para ganar el descanso. Vidal no había aparecido y el bloque de Ancelotti había encontrado su lugar en esta batalla.
Sin embargo, el conjunto bianconero recuperó la tensión y complicó la estabilidad merengue de nuevo. Se descolgaba el interior chileno y Tévez volvía a hacer daño entre líneas. Abrió el segundo acto con un chut que detuvo Casillas en el 47 y avisó de lo que estaría por venir. La pelota circulaba sin trascendencia en la medular, en terreno de incertidumbre ante la ausencia de un patrón en el juego hasta que el infortunio se cruzó en el camino madridista. Un córner que cerró Marcelo con chut a puerta rebotó en el muro para caer en los pies de Tévez. El dos para dos -Marcelo derribó a Morata- quedó en un mano a mano del Apache con Carvajal. El lateral aguantó bien la carrera pero pifió al intentar robar la pelota y derribó al 10 juventino. El argentino conmutó la pena máxima por el centro y la Juve penalizaba los errores del Madrid de nuevo con saña justiciera. Debía recuperar el rictus el actual campeón de Europa ante el increscendolocal.
Transitó el duelo entonces en el fango del centrocampismo, del que los estiletes no encontraban hueco para sobresalir y generar opciones claras. La pelota pertenecía al Madrid sin consecuencias. Se tornó inquieta la zaga visitante y los técnicos movieron peones en el 65: Ancelotti sacó a un Isco (el mejor del Madrid) para dar entrada a Chicharito y Allegri reaccionó quitando a Storaro para dar entrada a Barzagli. La Juventus figuraba con tres zagueros centrales y el Madrid imponía al mexicano, ratón de área, para liberar de marcajes pegajosos a Ronaldo, Bale y James. Pero no surtió efecto el intento de Carletto. Los actuales campeones de la Serie A subieron la presión para trompicar la circulación visitante y lanzaron a sus carrileros para generar superioridad con balón. El Madrid volvía a quedar partido, con la punta desasistida y desconectada de la elaboración y Allegri estaba imponiendo su sistema. Un inocuo chut de Kroos desde la frontal supuso todo el bagaje ofensivo merengue hasta el último cuarto de hora.
Reculó nuevamente el equipo bianconeroen el tramo final para asegurar este gran resultado desde el achique intensivo y el Madrid avanzó metros en la elaboración, si bien Vidal y Marchisio cerraban con su lucha los pasillos madridistas. No conseguía el equipo español poner en aprietos el catenacciode última hora. El volumen físico no favorecía a la claridad creativa blanca y los minutos se quemaban. Entró en escena Llorente por Morata -sobresaliente- con el fin de dar desahogo al esfuerzo de los suyos y el epílogo dibujó un plano desarrollo con balón monopolizado por el club visitante. Hicieron los propio Pereyra -eléctrico y bregador- por Tévez y Jesé por Bale (inoperante sin espacios). Sin embargo, las modificaciones no mejorarían lo visto.
Pero, a pesar de gozar de más metros y desahogo para morder el tejido defensivo arrinconado, la Juve encontraba caminos para explotar la contra. Casillas detuvo en dos ocasiones el intento de Fernando Llorente para salvaguardar el pellejo de un Madrid despojado de su identidad. El 2-1 obliga a remontar y a repensar la opción de Ramos en la medular, un movimiento que hoy naufragó. La calidad del esfuerzo táctico en defensa no dio la talla -Vidal y Marchisio ofrecieron un clínic de coberturas- y los italianos golpean primero tras penalizar los errores españoles. Ancelotti tiene trabajo considerando que Pogba podría ser de la partida en el Bernabéu. Los madrileños no superaron en intensidad, en calidad ni en las fases ofensiva y defensiva a los vencedores del Scudetto. Como ante el Atlético, el técnico italiano debe descifrar el modo de encontrar oquedades en el carril central, para sacar lustre al juego entre líneas y perfilar una idea que comprometa a todas sus piezas en la labor colectiva de recuperación. No fue éste el día para tomar Turín. El nivel competitivo no resultó el adecuado. Aún así, esta deliciosa eliminatoria llega viva a la vuelta.
Massimiliano Allegri desveló buena parte de las variantes que generaban incertidumbre con respecto a la apuesta inicial formando con dos centrales. Así, con un 4-4-2 clásico, Pirlo quedaba flanqueado por la calidad y brega de Marchisio y la sorpresiva presencia de Sturaro. Leichteiner y Evra matizaban su amenaza como carrileros buscando un sistema más equilibrado que el habitual control de la posesión. Vidal figuraría como nexo entre líneas para alimentar la velocidad de Morata y el astuto veneno de Tévez, la gran amenaza por su movilidad. La idea de juego del técnico local reculaba en la intención de dominar el cuero y virar hacia el robo y salida vertical -con la flecha Pereyra aguardando su opción en el banquillo-. El nivel de presión y altura de los laterales definirían la intencionalidad de Allegri para con este primer combate.
Carlo Ancelotti no modificó su propuesta y Ramos competiría como volante tapón, compañía de Kroos en la labor de equilibrio e incrustado entre los centrales -Varane y Pepe- para el balón aéreo y la segunda jugada, y en busca de la ruptura de líneas de pase interiores (patrocinadas por Pirlo). Se desplegaba, pues, otro 4-4-2 con Bale y Ronaldo en una punta fluida que buscaría las cosquillas en el espacio entre la medular y los zagueros italianos. Isco y James, apostados en banda, acompañarían su capacidad creativa para aliñar de lógica la circulación de pelota y guardarían la espalda de Marcelo y Carvajal, hoy muy necesitados de concentración en sus labores sin pelota. El Madrid descartaba el rol fijador de centrales de Chicharito de inicio para responder a una posible intentona de presión intensa turinesa con la amenaza de la contra.
Y, en efecto, el campeón transalpino subió el telón implementando un dominio pleno que se extendió hasta que se traspasara el minuto 20. En dicho intervalo inicial, el sistema de Allegri se disparó hacia una presión volcánica que ahogó la asociación y clama merengues. Consiguió, de manera precoz, robar el balón y la escena al Madrid a través de la intensidad -muy inferior en el despertar madrileño- y los lanzadores de transiciones (Marchisio, Pirlo y Vidal) generaron inestabilidad profunda a la red defensiva española. Así, un mal despeje de Casillas sin remate de Vidal en el 2 de juego anticipaba el calibre del agobio.
La descompensada presión visitante generaba espacios a la espalda de la medular y la mejor ocupación de los espacios y dominio territorial confluyeron en un uso vertical de la posesión que desató la tormenta de ocasiones: Sturaro lanzó sin consecuencias en contragolpe, con los mediocentrtos fuera de juego, en el 3; Morata gana un envío largo a Pepe para intentar una vaselina que atajó Casillas, en el 6; y por último, Marchisio encontraba a Tévez en profundidad, descolgado del radar de Kroos y Ramos en pleno control de la posesión local. El "Apache" chutó potente y cruzado, Casillas estiró su anatomía para sacarla pero Morata, muy concentrado, anticipó para rematar a la red. La resistencia del Madrid aguantó 8 minutos, se abrió el marcador en coherencia con la distancia de pulsaciones pero el guión no cambio.
La Juve jugaba con el ritmo lento y acelerado, con la línea de presión y repliegue, mientras que el recuperar una pelota constituía un desafío para los españoles. Despojados de su identidad relacionada al cuero, ejecutando una presión descompensada, llegando tarde, con menos decibelios y fuera de eje. El tempo era italiano ante la precipitación personificada en Ramos, que perdió dos balones en campo propio a los que la Juve no encontró el remate a gol por poco. Kroos, desde larga distancia y en el minuto 12, sacó a los suyos del atolladero con un chut a la cepa que sacó Buffon luciendo talento. Isco continuó el aislado tipo de llegada con otro lanzamiento lejano directo a los guantes del mito juventino.
Se enfrió el nivel de exigencia de los pupilos de Allegri, que adoptaron el repliegue y salida como método para recoger la ropa y morder en transición. Tévez inauguró el nuevo escenario con remate muy desviado en el balón del 20 de partido y Varane reaccionó con un cabezazo a las nubes tras la falta lateral botada por James. El balón parado, único recurso hasta este tramo.
A partir del primer suspiro que tomó la eliminatoria, el esférico regresó a los dominios madrileños y James, Isco, Kroos, Marcelo y Ronaldo crecieron de manera instantánea. Trazó entonces el Madrid una posesión horizontal salpicada con envíos verticales a la espalda de los zagueros locales, ante la imposibilidad de entrar entre líneas. Isco dibujó el desmarque de Ronaldo, que marró el mano a mano en escorzo al enviar demasiado cruzado su intento. Leichteiner respondió en el 24 agujereando a Marcelo y chutando al lateral de la red. Última llegada clara desde la metamorfosis del paisaje.
Cedió metros la Juve y el Madrid cimentó posesiones extendidas en el tiempo para crecer. Y a fe que encontró frutos a ese movimiento y la conversación recuperaba el acento español. No obstante, la primera asociación elaborada con calma y fluidez gestó el empate. El balón circulaba en banda derecha hasta que cruzó hacia las botas de Carvajal, que encontró el desmarque de James en el interior del área. El colombiano envolvió de terciopelo su centro al segundo poste y Ronaldo cabeceó a la red a placer en el 26. Gol valioso merengue que recompensaba la personalidad necesaria para recuperar el mando y penalizaba el encierro turinés.
Se disparó el primer acto hacia el intermedio con amplias posesiones intrascendentes madrileñas. Las coberturas y vigilancias tras pérdida sólo dejaban hueco a un Morata participativo y el cálculo de riesgos funcionaba. La circulación puntiaguda local quedaba limitada. Tan sólo Marchisio, desde media distancia, encontró espacio para probar a Iker en el 33. La hierba parecía inclinarse hacia la meta de Buffon, si bien no lucía fluidez la combinación de los de Chamartín. Pero, antes del advenimiento del parón, una brillante posesión que concluyó en apertura de Isco y centro de Marcelo pudo poner el 1-2. James, con la portería vacía, remató al larguero. El Juventus Stadium respiró para ganar el descanso. Vidal no había aparecido y el bloque de Ancelotti había encontrado su lugar en esta batalla.
Sin embargo, el conjunto bianconero recuperó la tensión y complicó la estabilidad merengue de nuevo. Se descolgaba el interior chileno y Tévez volvía a hacer daño entre líneas. Abrió el segundo acto con un chut que detuvo Casillas en el 47 y avisó de lo que estaría por venir. La pelota circulaba sin trascendencia en la medular, en terreno de incertidumbre ante la ausencia de un patrón en el juego hasta que el infortunio se cruzó en el camino madridista. Un córner que cerró Marcelo con chut a puerta rebotó en el muro para caer en los pies de Tévez. El dos para dos -Marcelo derribó a Morata- quedó en un mano a mano del Apache con Carvajal. El lateral aguantó bien la carrera pero pifió al intentar robar la pelota y derribó al 10 juventino. El argentino conmutó la pena máxima por el centro y la Juve penalizaba los errores del Madrid de nuevo con saña justiciera. Debía recuperar el rictus el actual campeón de Europa ante el increscendolocal.
Transitó el duelo entonces en el fango del centrocampismo, del que los estiletes no encontraban hueco para sobresalir y generar opciones claras. La pelota pertenecía al Madrid sin consecuencias. Se tornó inquieta la zaga visitante y los técnicos movieron peones en el 65: Ancelotti sacó a un Isco (el mejor del Madrid) para dar entrada a Chicharito y Allegri reaccionó quitando a Storaro para dar entrada a Barzagli. La Juventus figuraba con tres zagueros centrales y el Madrid imponía al mexicano, ratón de área, para liberar de marcajes pegajosos a Ronaldo, Bale y James. Pero no surtió efecto el intento de Carletto. Los actuales campeones de la Serie A subieron la presión para trompicar la circulación visitante y lanzaron a sus carrileros para generar superioridad con balón. El Madrid volvía a quedar partido, con la punta desasistida y desconectada de la elaboración y Allegri estaba imponiendo su sistema. Un inocuo chut de Kroos desde la frontal supuso todo el bagaje ofensivo merengue hasta el último cuarto de hora.
Reculó nuevamente el equipo bianconeroen el tramo final para asegurar este gran resultado desde el achique intensivo y el Madrid avanzó metros en la elaboración, si bien Vidal y Marchisio cerraban con su lucha los pasillos madridistas. No conseguía el equipo español poner en aprietos el catenacciode última hora. El volumen físico no favorecía a la claridad creativa blanca y los minutos se quemaban. Entró en escena Llorente por Morata -sobresaliente- con el fin de dar desahogo al esfuerzo de los suyos y el epílogo dibujó un plano desarrollo con balón monopolizado por el club visitante. Hicieron los propio Pereyra -eléctrico y bregador- por Tévez y Jesé por Bale (inoperante sin espacios). Sin embargo, las modificaciones no mejorarían lo visto.
Pero, a pesar de gozar de más metros y desahogo para morder el tejido defensivo arrinconado, la Juve encontraba caminos para explotar la contra. Casillas detuvo en dos ocasiones el intento de Fernando Llorente para salvaguardar el pellejo de un Madrid despojado de su identidad. El 2-1 obliga a remontar y a repensar la opción de Ramos en la medular, un movimiento que hoy naufragó. La calidad del esfuerzo táctico en defensa no dio la talla -Vidal y Marchisio ofrecieron un clínic de coberturas- y los italianos golpean primero tras penalizar los errores españoles. Ancelotti tiene trabajo considerando que Pogba podría ser de la partida en el Bernabéu. Los madrileños no superaron en intensidad, en calidad ni en las fases ofensiva y defensiva a los vencedores del Scudetto. Como ante el Atlético, el técnico italiano debe descifrar el modo de encontrar oquedades en el carril central, para sacar lustre al juego entre líneas y perfilar una idea que comprometa a todas sus piezas en la labor colectiva de recuperación. No fue éste el día para tomar Turín. El nivel competitivo no resultó el adecuado. Aún así, esta deliciosa eliminatoria llega viva a la vuelta.