sábado, 10 de octubre de 2015

CUMPLIR SIN BRILLO

Carlos de Blas


Las Gaunas ejercía este viernes de icónico escenario acogedor del arribo español a la orilla. La indigestión mundialista y el tropiezo ante Eslovenia en Zilina -9 de octubre de 2014- contaminaron de incertidumbre la seguridad con la que, hasta entonces, se manejaba el bloque nacional, que conseguía imponer su libreto a propios y extraños, a valientes o atrincherados, sin necesidad de mutar el pentagrama de juego. Sin embargo, el retiro de maestros de ceremonias -Villa, Xavi, Xabi Alonso o Puyol- y el consiguiente descenso de jerarquía se entremezcló con cierta merma en el hambre competitiva, precipitando un escenario resbaladizo en el tramo de transición. Cada cita con un oponente encerrado suponía un desafío más trompicado de lo acostumbrado, por lid de la desconcentración que alimentaba el peligro de las transiciones rivales. Pero, tras la inflexión eslovaca, seis partidos sellados con victoria de manera consecutiva y autografiados con intensidad, compromiso y profesionalidad condujeron a esta cita, la que debía suponer el billete para la Euro´16, con tan sólo un punto como requisito previo. Para sacudir la presión de la travesía y eludir el viaje a Ucrania con algún cabo sin atar.

Apostó Vicente del Bosque por el mejor bloque imaginable ante las bajas de Sergio Ramos, Iniesta y Diego Costa. Tan sólo la inclusión en el once de Cazorla por Thiago -que regresaba a una convocatoria meses después de su grave infortunio- admitía debate. Piqué y Bartra se verían apoyados por Busquets y, a partir de esa línea, Juanafran y Alba sumarían su escaño a la medular para generar superioridad y engrasar la asociación que liderarían Cesc y Silva. Morata y Pedro, dos puntas de posición flexible, se añadirían al collage de movilidad y creatividad maleable que traducía la idea del seleccionador. La activación tras pérdida, vigilancia del contraataque ajeno y paciencia en el manejo del cuero -el técnico había diagnosticado la empresa como un ejercicio de "motivación maratoniana"- mantenían su vigencia.

Luc Holtz, por su parte, dispuso un sistema rocoso que, sin embargo, no renunciaba a discutir la escena. El dibujo definía un 4-4-2 con las líneas muy juntas y los puntas, Joachim y Bensi, aislados para desahogar el encierro y buscar espacios de crecimiento con la llegada de los laterales largos -sobre todo Martins-. No desembarcó con la actitud de mera comparsa el combinado centro europeo. Buscaba anotar el primer gol a España de su historia y afianzar el ascenso competitivo mostrado en la fase clasificatoria -llegó a La Rioja con una victoria y un empate- atacando al coloso en su guarida. 

Así, con esta confrontación de estilos y estatus, arrancó el partido. No cedió tiempo para la improvisación el equipo español, que dibujó con presteza el guión del primer tiempo: monopolizaría la posesión y obligaría al desacomplejado contrincante a ejercer de sujeto pasivo. Morata confirmó el paradigma con la recepción en el área, la ganancia de hueco y el chut que atajó Joubert en el minuto 3 de juego. Luxemburgo se aposentó sobre el césped con ardor defensivo y en la presión, tratando de interrumpir el ritmo con faltas. Además, no figuró entre sus recursos el balón largo. Intentaban, con descaro, salir en asociación ante un sistema local que adelantó líneas desde el primer suspiro, asumiendo el riesgo a su espalda. 


Con el aterrizaje del paisaje ya asentado sobrevino el primer revés a la línea argumental: David Silva, decisivo en el recorrido continental, resultaba lesionado en el 9 de envite y Mata ocupaba su lugar y atribuciones. Pero no se permitió dudar una España en ascenso de revoluciones. La conversación venía salpicada por la intercalación de posesiones horizontales, en estático, con envíos verticales y de frenética ejecución en el último cuarto de cancha. De este modo buscaban desestabilizar los pupilos de Del Bosque, en una directriz que extendió la concentración y exigencia durante los primeros 45 minutos. Y las ocasiones, en consecuencia, se multiplicaron: una incorporación y centro de Juanfran condujo al chut en semi fallo de Cazorla y remate arriba en el segundo palo deAlba -minuto 10-; la combinación brillante entre Juanfran, Cesc, Pedro, Morata confluyó en el remate al larguero de Cazorla -minuto 21-; la presión española recuperó el cuero en campo rival yMorata culminó el esfuerzo con un cambio de ritmo y disparo cruzado que lamió el poste -minuto 22-; Pedro probaba suerte desde media distancia sin éxito -minuto 24-; y el delantero de la Juventus repetía intento a través de un testarazo en saque de esquina que no hizo diana por poco -minuto 28-. 


Se postularía el canterano madridista como responsable involuntario del segundo imprevisto español. El peso de un zaguero cayó sobre su pierna izquierda para que se viera obligado a pedir el cambio. Alcácer entraba en escena en el 32 de partido y, del mismo modo que en el primer infortunio, España no titubeó en su determinación ante la tesitura adversa. Las subidas de los laterales estaban haciendo daño en proporción similar a la movilidad de los interiories, que generaban agujeros por la velocidad combinativa. Pedro rozaba la madera desde la frontal tras otra puntiaguda combinación entre Cesc y Alcácer tres minutos después y el delantero valenciano enviaba a las nubes un lanzamiento profundo de Piqué en el 37 sellando el tipo de dominio. 

Se estiró con capacidad de llegada Luxemburgo por primera vez en el 39 de la batalla. El buen trabajo de Busquets en la anticipación y el repliegue colectivo complicó la papeleta al voluntarioso tándem, que, por contra, encontró el terreno abonado para el disparo de Bensi, sin éxito, en una contra en minoría con un único acompañante, el punta Joachim. Un oasis tangible por mérito del compromiso español.

Antes del intermedio consiguió arrancar el conjunto dirigido por Del Bosque el rédito a su serio trabajo de creatividad, paciencia y concentración. Una apertura de Fábregas a la subida de Juanfran -preeminente- encontró el centro para el chut de Pedro. El defectuoso al despeje de Joubert entregó un balón suelto en el área a Cazorla, que inauguró el marcador sin piedad ni oposición en el 42. Se adelantaba, con justicia, una selección nacional que obtenía recompensa a una exhibición de profesionalidad ante el granítico repliegue luxemburgués. Con 1-0, 72% de posesión y una relación de 11 a dos en tiros se bajó el telón. El laborioso empeño de control había plasmado en resultado. Era cuestión de estirar el rendimiento en ambas fases y cerrar la clasificación.

Pero con el inicio de la reanudación España fue relegando su monopolio en el discurso por el ascenso de intensidad y ambición de Luxemburgo, que trataba con vehemencia de adelantar las líneas para presionar y recuperar oxígeno a través de la pelota. Pedro abría las hostilidades sin hacer diana al rematar carente de atino el mal control de Alcácer tras un pase largo en el 48 y el duelo entró en un intervalo de guerra de guerrillas en la medular de 20 minutos antes de romper en apertura de espacios y opciones. La primera de ellas, en consonancia con la diferente amalgama de calidad, significó el segundo gol patrio. Alcácer batió el meta con venenosa finura al encontrar un resquicio Cesc en el desmarque al espacio del delantero del Valencia. Corría el minuto 66 y el partido quedaba sentenciado.

Pero no quedó descontextualizada la subida de revoluciones ni el descenso de afán en el repliegue. El segundo tanto local sólo pareció espolear la inercia y las llegadas a ambas porterías se reprodujeron a buen ritmo hasta el pitido final. Joachim, en acción individual con remate desviado final y Gerson, en clara posición de remate para el desperezo de Casillas, asumieron el rol protagónico de las aventuras visitantes, cada vez mejor en el manejo del cuero en campo ajeno. Y en pleno caos táctico arribaron las sustituciones que rubricarían el resultado en el epílogo de la clasificación. Nolito vería recompensado su soberbio rendimiento vigués para sustituir a Pedro y Deville y Da Mota entrarían al partido por Bensi y Martins. 

Cesc -omnipresente en la creación- y Alcácer dispondrían de las opciones inocuas del seleccionado español previas a la magnética irrupción en la trascendencia del extremo andaluz. De sus botas, cada vez más legitimadas, tomó cuerpo la deflagración de Jordi Alba, que recogió el milimétrico pase entre líneas de Nolito para apurar su anatomía, interceptar la dubitativa salida de Joubert y ceder para elremate a placer del rematador valenciano -que cada vez confirma con mayor solidez su idilio con el gol y la preponderancia como anotador con la elástica nacional-. El tercer tanto llegó en el 79 y el cuarto lo haría en el 85. El canterano del Barça, que rozó la vuelta a la ciudad condal con la venta londinense de Pedro, acaparó el faro del desborde para anestesiar a la replegada zaga -a estas alturas Luxemburgo quedó aferrada al achique de balones- y patrocinar la llegada de segunda línea deCazorla. El asturiano -excelso como distribuidor- cerró su doblete y el guarismo global de ajustado chut inmisericorde, para redondear una actuación muy responsable en lo individual y lo colectivo.

No falló España en el día señalado. Quedaron despejados los fantasmas de fases clasificatorias cercanas y lejanas y se protegió la casa y la plaza para la Eurocopa -la selección no falta a esta cita desde el 92 alemán-. Enamorando e imponiendo tempo y estilo. El respingo postrero de la transición muestra una inercia esperanzadora de cara al eventó francés, con un incremento en la consistencia y confianza notable. Sin sustos, con convicción, intensidad y eficacia, el grupo capitaneado (hoy) por Fábregas -centenario-, Cazorla, Mata y Nolito dispara su pelaje competitivo de cara a un europeo con sabor a reconquista. Para el anecdotario quedará la alineación mutilada de madridistas -por primera vez desde hace más de seis años- y la fricción de silbidos y aplausos que cayó, cual tormenta, sobre Piqué. Cabría contemplar esto último desde el prisma de la perspectiva, esa que interpreta las similitudes entre este caso y el de Casillas, esta noche espectador hierático de la exhibición. Se necesitaba un punto y se arrancaron tres. Se buscaba ganar por encima de todo y se consiguió seducir. Toda una alegoría de la recta final de la fase clasificatoria que permite, a esta altura, que los futbolistas españoles reclamen respeto en el escenario internacional.