La
semana pasada anunció su retirada el posiblemente mejor jugador en la Historia
del fútbol español, Raúl González Blanco
Antonio Blanca
Se
retira una leyenda del Real Madrid, del fútbol español y del fútbol mundial.
Cuelga las botas ni más ni menos que el ‘7’ de España y del Real Madrid. A
sus treinta y ocho años, Raúl González
Blanco se irá del fútbol (como futbolista) el próximo mes de noviembre, cuando
finalice la presente temporada de la North
American Soccer League (NASL), competición que disputa en filas del New
York Cosmos. Atrás quedará una trayectoria de veintiuna campañas sobre los
terrenos de juego como profesional repleta de éxitos.
Porque
hablar de Raúl probablemente sea hacerlo del jugador más importante de la
historia del fútbol español. A lo largo de su carrera, el Siete del Real Madrid
y de España siempre se caracterizó por su trabajo, lucha y carácter sobre el
campo, pero también por una calidad que había quienes se atrevían a negarle. Un
auténtico líder que lo fue durante muchos años en el club más laureado de todos
los tiempos. Doble mérito.
Como
“una obra de arte del madridismo” lo definió Jorge Valdano, el hombre que
apostó por él para asumir un rol importante en el primer equipo del Real Madrid
cuando solo contaba 17 primaveras de existencia. El entrenador argentino acertó
de pleno. Aquel 29 de octubre de 1994 descubrió un diamante en bruto, un chico
que terminaría por convertirse en un mito del deporte rey, en el escudo del
equipo blanco.
El
primer gol con la zamarra merengue en Primera División de Raúl llegaría una
semana después de su debut en La Romareda, frente al Atlético de Madrid,
precisamente un conjunto en cuyas categorías inferiores había cursado parte de
su formación. Le asistió el danés Michael Laudrup para que golpeara de primeras
y enviara el esférico directamente a la escuadra derecha de la portería
rojiblanca. El Santiago Bernabéu asistía entonces el nacimiento de uno de sus
grandes héroes, sino el más grande.
Tenía
el gol entre ceja y ceja y, sobre todo, imaginación para inventarlo, para
llegar a él. La carrera de Raúl González Blanco contempla numerosas dianas,
amén de decisivas, de bellísima factura. Quién no recuerda el famoso tanto del “aguanís”
transformado por el Siete merengue ante el Vasco de Gama brasileño el 1 de
diciembre de 1998 y que significaría la conquista de una Copa Intercontinental
que se le resistía al Real Madrid desde hacía 38 años. O cómo silenció al Camp
Nou. O de la manera en que emuló el gol de Emilio Butragueño en Cádiz pero en
el mismísimo estadio Vicente Calderón. O sus fantásticas cucharas, aquellas
vaselinas de tan particular ejecución. O la galopada de París en la Octava o la
pillería de su gol en la Novena. Impresionante.
Un
jugador que no destacaba en ninguna faceta del juego sobremanera, pero que
realizaba bien todas y cada una de ellas. Con una inteligencia y visión
futbolística por encima de la media, Raúl, el Gran Capitán, ejerció de
profesional impecable en el Madrid y España, aguantó críticas a veces injustas,
porque, ¿quién no tiene baches a lo largo de una trayectoria tan amplia? Mucho pseudo madridista empezó a solicitar la cabeza del Gran Capitán antes de tiempo, ¿"Baúl"? Así lo llamaba mucho seguidor merengue al final de su grandiosa trayectoria en Concha Espina. Esto sí que fue una ofensa para un hombre que supo coger la puerta antes de que le invitaran a tomarla. Jamás
vio una tarjeta roja en más de setecientos choques, fue durante largo tiempo el
máximo goleador de la selección, su gran lunar, y en el Madrid solo una bestia
descomunal y fuera de serie ha sido capaz de superarle en el récord de goles en
el Real, Cristiano Ronaldo, un heredero a la altura de ese Siete.
Raúl,
un jugador ejemplar, nunca bajó los brazos por lo adverso de las
circunstancias, nunca se rindió, siempre buscó mejorarse, jamás tuvo un mal
gesto o palabra para un compañero o rival, y siempre defendió a su equipo, siempre. Yo que crecí con Raúl como futbolista, tengo que decir que nunca he
visto a otro igual defender una camiseta, un escudo, una afición, un equipo
como a Raúl, único e irrepetible futbolista.
Por
todo esto y mucho más le llamarían “Señor Raúl” en sus dos temporadas en el
Schalke 04. La despedida que le brindó el Veltins Arena resultó tremendamente
emocionante. Después emprendería sendas aventuras primero en Qatar y acto seguido
en Estados Unidos, donde se despedirá del fútbol en activo definitivamente.
¿Qué nuevos retos le aguardarán a partir de ahora? Su casa ya le está
esperando.