jueves, 22 de octubre de 2015

ETERNO SIETE

La semana pasada anunció su retirada el posiblemente mejor jugador en la Historia del fútbol español, Raúl González Blanco

Antonio Blanca

Se retira una leyenda del Real Madrid, del fútbol español y del fútbol mundial. Cuelga las botas ni más ni menos que el ‘7’ de España y del Real Madrid. A sus treinta y ocho años, Raúl González Blanco se irá del fútbol (como futbolista) el próximo mes de noviembre, cuando finalice la presente temporada de la North American Soccer League (NASL), competición que disputa en filas del New York Cosmos. Atrás quedará una trayectoria de veintiuna campañas sobre los terrenos de juego como profesional repleta de éxitos.

Porque hablar de Raúl probablemente sea hacerlo del jugador más importante de la historia del fútbol español. A lo largo de su carrera, el Siete del Real Madrid y de España siempre se caracterizó por su trabajo, lucha y carácter sobre el campo, pero también por una calidad que había quienes se atrevían a negarle. Un auténtico líder que lo fue durante muchos años en el club más laureado de todos los tiempos. Doble mérito.

Como “una obra de arte del madridismo” lo definió Jorge Valdano, el hombre que apostó por él para asumir un rol importante en el primer equipo del Real Madrid cuando solo contaba 17 primaveras de existencia. El entrenador argentino acertó de pleno. Aquel 29 de octubre de 1994 descubrió un diamante en bruto, un chico que terminaría por convertirse en un mito del deporte rey, en el escudo del equipo blanco.

El primer gol con la zamarra merengue en Primera División de Raúl llegaría una semana después de su debut en La Romareda, frente al Atlético de Madrid, precisamente un conjunto en cuyas categorías inferiores había cursado parte de su formación. Le asistió el danés Michael Laudrup para que golpeara de primeras y enviara el esférico directamente a la escuadra derecha de la portería rojiblanca. El Santiago Bernabéu asistía entonces el nacimiento de uno de sus grandes héroes, sino el más grande.

Tenía el gol entre ceja y ceja y, sobre todo, imaginación para inventarlo, para llegar a él. La carrera de Raúl González Blanco contempla numerosas dianas, amén de decisivas, de bellísima factura. Quién no recuerda el famoso tanto del “aguanís” transformado por el Siete merengue ante el Vasco de Gama brasileño el 1 de diciembre de 1998 y que significaría la conquista de una Copa Intercontinental que se le resistía al Real Madrid desde hacía 38 años. O cómo silenció al Camp Nou. O de la manera en que emuló el gol de Emilio Butragueño en Cádiz pero en el mismísimo estadio Vicente Calderón. O sus fantásticas cucharas, aquellas vaselinas de tan particular ejecución. O la galopada de París en la Octava o la pillería de su gol en la Novena.  Impresionante.

Un jugador que no destacaba en ninguna faceta del juego sobremanera, pero que realizaba bien todas y cada una de ellas. Con una inteligencia y visión futbolística por encima de la media, Raúl, el Gran Capitán, ejerció de profesional impecable en el Madrid y España, aguantó críticas a veces injustas, porque, ¿quién no tiene baches a lo largo de una trayectoria tan amplia? Mucho pseudo madridista empezó a solicitar la cabeza del Gran Capitán antes de tiempo, ¿"Baúl"? Así lo llamaba mucho seguidor merengue al final de su grandiosa trayectoria en Concha Espina. Esto sí que fue una ofensa para un hombre que supo coger la puerta antes de que le invitaran a tomarla. Jamás vio una tarjeta roja en más de setecientos choques, fue durante largo tiempo el máximo goleador de la selección, su gran lunar, y en el Madrid solo una bestia descomunal y fuera de serie ha sido capaz de superarle en el récord de goles en el Real, Cristiano Ronaldo, un heredero a la altura de ese Siete.

Raúl, un jugador ejemplar, nunca bajó los brazos por lo adverso de las circunstancias, nunca se rindió, siempre buscó mejorarse, jamás tuvo un mal gesto o palabra para un compañero o rival, y siempre defendió a su equipo, siempre. Yo que crecí con Raúl como futbolista, tengo que decir que nunca he visto a otro igual defender una camiseta, un escudo, una afición, un equipo como a Raúl, único e irrepetible futbolista.

Por todo esto y mucho más le llamarían “Señor Raúl” en sus dos temporadas en el Schalke 04. La despedida que le brindó el Veltins Arena resultó tremendamente emocionante. Después emprendería sendas aventuras primero en Qatar y acto seguido en Estados Unidos, donde se despedirá del fútbol en activo definitivamente. ¿Qué nuevos retos le aguardarán a partir de ahora? Su casa ya le está esperando.