Con una alineación totalmente desconocida salió el Madrid en Leganés
presionado por la victoria del Barça para vencer y mantener el liderato
Antonio Blanca
"Todos
los jugadores son importantes" y "Cristiano Ronaldo llega a este final
de año mejor que en otras temporadas" fueron dos de las afirmaciones que
redundaron en el riesgo asumido por Zinedine Zidane este miércoles. El técnico
francés prosiguió su maniobra de rotaciones para deglutir el cúmulo de partidos
trascendentales que le presenta abril y dejó fuera al Balón de Oro, a Bale,
Kroos (trío no convocado), Carvajal, Modric, Benzema e Isco (suplentes). A
pesar de saberse obligado a ganar, tras el triunfo plácido del Barça ante el
Sevilla, el entrenador defendió la coherencia de su discurso y se la jugó. Eso
sí, sin revolucionar el esquema.
El
Leganés y Butarque pronto le mostrarían lo temerario de su revolución. La
confianza en su fondo de armario aparentó un error de cálculo en el tramo
inicial de un partido sin gobierno. El primer cuarto de hora acumuló pérdidas
del líder en su cancha, fruto de la desacomplejada presión a campo completo
pepinera y de lo improvisado de la nómina en la estructura principal del
favorito (sólo Ramos, Marcelo y Navas sobrevivían a los cambios). Kovacic se
manejaba por delante de Casemiro, con Lucas Vázquez, James y Asensio por
delante. El desequilibrio de la puesta en escena le granjeó a los pupilos de
Garitano varias llegadas. La primera, en el minuto 2, fue obra de Rico, que
lanzó desviado desde media distancia.
Respondería
Morata con una rosca desde el perfil zurdo que no encontró el segundo palo.
Pero la aproximación merengue llegó sobre el cauce del contragolpe en un
ajedrez que negaba el juego en estático. La anarquía propuesta por los locales
les proporcionó el espacio y los huecos para que Szymanowski inaugurara sus
intentonas y un nubarrón de centros laterales amenazara al meta tico. No duraba
la pelota en los piés visitantes, aunque el coloso amenazaba tras recuperación
con la velocidad de sus bandas y ante lo adelantado de la valiente zaga
blanquiazul. El chut fuera de palos de Luciano Neves subrayaría un paisaje
desestructurado en el que la superioridad numérica del club que lucha por
eludir el descenso pautaba la verticalidad global.
Sin
embargo, el pretendido cara a cara, que mantenía al gigante fuera de su
vertiente controladora, se tornaría en el peor de los escenarios para los
intereses de los sureños, pues su consistencia se vería demasiado expuesta en
cada salida al contragolpe rival. Y la amenaza latente tomaría forma de manera
abrasiva en un intervalo de explosión de puntería madridista. James (ausente
hasta entonces) sería el engargado de descorchar la bacanal. Abrió el
colombiano para que Asensio (el más lúcido de su equipo) entrara en ignición.
El cambio de ritmo del balear desbordó a la zaga contrincante, con soltura, y
cedió para que el cafetero rematara a la red a placer -minuto 16-.
A
continuación, Morata emergería para firmar un doblete frenético. Su primera
diana llegaría por la vía del balón parado. Había chutado al poste Danilo en la
acción previa (caño delicado mediante) y el ex delantero de la Juventus
embocaría un testarazo que se colaría en la portería de Herrerín, manso, ante
el desconcierto de los locales -minuto 18-. Cinco minutos más tarde, Kovacic
pintaría el tipo de duelo con una arrancada central que deshilachó una medular
rebosante de hectáreas para correr. El slalom potente del croata se tradujo en
asistencia fina para que el 9 suplente merengue la pusiera en la escuadra. Sólo
un remate de Siovas, en balón parado, y otro de Tito, ambos sin consecuencias,
dieron alimento al orgullo de un Leganés sobrepasado por la receta de calidad y
hambre dispuesta por Zidane.
Tardó
en recomponer la figura el Lega, pero la querencia visitante por no domar el
esférico sino seguir en el pentagrama vertical le reenganchó a la dinámica
cuando hubo tragado el shock. Este estadio post-traumático se daría en el 31.
Rico, carrilero izquierdo que había causado problemas al cierre rival, dio
argumento a la grada para creer. Su desmarque rompió la espalda de Danilo y
tocó línea de fondo. El centro sería rematado a la red con displicencia por Garbiel,
tras el despeje errático de Ramos. Y, poco después, la fe local se desbarataría
al arrancar un córner que significaría el 2-3 -minuto 35-. Peinó Siovas y
Luciano batió a Navas, en soledad. No pretendió Zidane congelar el tempo ni
controlar el partido (con la posesión) y las lagunas tácticas de su novedosa
relación de nombres le mostró el envés de su apuesta con la misma celeridad con
que la calidad evidenció su cara amable. No se había remangado el Madrid y su
bajada de revoluciones le castigó cauterizando la brecha conseguida.
Herrerín
sostendría la nueva ráfaga energética de los suyos al desviar un remate de
Lucas Vázquez en la conclusión de una contra. No aflojaba nadie la
efervescencia generalizada y tampoco se dejó de jugar sobre la hoja de ruta desenfrenada
que estudió Garitano. Antes del descanso dispondría todavía Danilo de otro chut
en la desembocadura de otro contragolpe. Su pretendida vaselina acabó en los
guantes de Herrerín -minuto 42-. El intermedio sobrevendría después de un
cañonazo de Bustinza que atajó Keylor -falta lateral- y de que Siovas retratara
lo desenfadado de la confrontación con una rabona efectuada en el centro del
campo. Ganó un partido sin interrupciones aire con la entrada en vestuarios. La
oda ofensiva esperanzaba a un Leganés en la lona a los 25 minutos y sonrojaba a
un Madrid al que se le presupone un mayor rigor táctico y aplomo para gestionar
su ventaja.
Solamente
tres minutos se demoraría la entente entre locura y calidad que se venía
desarrollando en alcanzar el paroxismo. Una falta lateral lanzada por James
finalizó en la meta del Leganés. Falló el cabezazo Morata y su error propició
que los manotazos trazados por Bustinza hicieran el 2-4 de la forma más
rocambolesca imaginable. Eso sí, un desenlace semejante sí rimaba con la
melodía del encuentro. Había reaccionado con gallardía e intensidad el coloso y
Lucas Vázquez remató a puerta en otro contraataque que pilló desestabilizado a
un equipo que ya no tenía fuelle para prolongar el incendio. En consecuencia,
Garitano sacó a Tito y metió a Samu García.
Otra
vez debía rehacerse el club humilde y el recién entrado lanzaría demasiado
cruzado tras otra pelota ganada después de una presión muy elevada. No existía
la medular visitante (sólo para correr al galope de la contra) y eso mantenía
abiertas las rutas de acceso a Navas del bloque pepinero. Alberto Bueno también
sería incluido en la fórmula (se fue Gabriel) pero las fuerzas no respondían a
la pretensión de esfuerzo pautada por el técnico local. El estándar de ritmo había
desfallecido y el centrocampismo apareció para regocijo de un Madrid más cómodo
en el cortejo del esférico.
Isco
sentó a James (gris, como todo el equipo, aunque se marchó con un gol, una
asistencia y un enojo colosal) en el 70 y en plena densidad. Los dos goles de
distancia pesaban demasiado, aunque los centros laterales siguieron cayendo
sobre la jurisdicción de Navas y el Leganés continuaba tratando de trompicar la
salida de pelota visitante. La dignidad del decimoséptimo clasificado estaba
siendo defendida con bravura pero la postrera contemporización del vigente
campeón de Europa clausuró los tres puntos y la inercia. Mariano entregaría
respiro a Morata y Modric haría lo propio con Kovacic antes del único chispazo
de Szymanowski (desborde en acción individual pero chut lejos de tino), que
sería sustituido por Machís. Y Herrerín arrebataría la gloria personal a
Vázquez tras una jugada espléndida. Con poco que jugarse, y ni la raspa de las
disposiciones tácticas, languideció una batalla en la que el cansancio fue tan
relevante como cualquier factor analizable. Su efecto pinchó la burbuja local y
facilitó el cierre pausado de un Madrid que volvió a sobrevivir a otro
ejercicio de pretendido descontrol.