jueves, 6 de abril de 2017

ASENSIO DIRIGE AL MADRID DE LOS SUPLENTES

Con una alineación totalmente desconocida salió el Madrid en Leganés presionado por la victoria del Barça para vencer y mantener el liderato

Antonio Blanca

"Todos los jugadores son importantes" y "Cristiano Ronaldo llega a este final de año mejor que en otras temporadas" fueron dos de las afirmaciones que redundaron en el riesgo asumido por Zinedine Zidane este miércoles. El técnico francés prosiguió su maniobra de rotaciones para deglutir el cúmulo de partidos trascendentales que le presenta abril y dejó fuera al Balón de Oro, a Bale, Kroos (trío no convocado), Carvajal, Modric, Benzema e Isco (suplentes). A pesar de saberse obligado a ganar, tras el triunfo plácido del Barça ante el Sevilla, el entrenador defendió la coherencia de su discurso y se la jugó. Eso sí, sin revolucionar el esquema.

El Leganés y Butarque pronto le mostrarían lo temerario de su revolución. La confianza en su fondo de armario aparentó un error de cálculo en el tramo inicial de un partido sin gobierno. El primer cuarto de hora acumuló pérdidas del líder en su cancha, fruto de la desacomplejada presión a campo completo pepinera y de lo improvisado de la nómina en la estructura principal del favorito (sólo Ramos, Marcelo y Navas sobrevivían a los cambios). Kovacic se manejaba por delante de Casemiro, con Lucas Vázquez, James y Asensio por delante. El desequilibrio de la puesta en escena le granjeó a los pupilos de Garitano varias llegadas. La primera, en el minuto 2, fue obra de Rico, que lanzó desviado desde media distancia.

Respondería Morata con una rosca desde el perfil zurdo que no encontró el segundo palo. Pero la aproximación merengue llegó sobre el cauce del contragolpe en un ajedrez que negaba el juego en estático. La anarquía propuesta por los locales les proporcionó el espacio y los huecos para que Szymanowski inaugurara sus intentonas y un nubarrón de centros laterales amenazara al meta tico. No duraba la pelota en los piés visitantes, aunque el coloso amenazaba tras recuperación con la velocidad de sus bandas y ante lo adelantado de la valiente zaga blanquiazul. El chut fuera de palos de Luciano Neves subrayaría un paisaje desestructurado en el que la superioridad numérica del club que lucha por eludir el descenso pautaba la verticalidad global.

Sin embargo, el pretendido cara a cara, que mantenía al gigante fuera de su vertiente controladora, se tornaría en el peor de los escenarios para los intereses de los sureños, pues su consistencia se vería demasiado expuesta en cada salida al contragolpe rival. Y la amenaza latente tomaría forma de manera abrasiva en un intervalo de explosión de puntería madridista. James (ausente hasta entonces) sería el engargado de descorchar la bacanal. Abrió el colombiano para que Asensio (el más lúcido de su equipo) entrara en ignición. El cambio de ritmo del balear desbordó a la zaga contrincante, con soltura, y cedió para que el cafetero rematara a la red a placer -minuto 16-.

A continuación, Morata emergería para firmar un doblete frenético. Su primera diana llegaría por la vía del balón parado. Había chutado al poste Danilo en la acción previa (caño delicado mediante) y el ex delantero de la Juventus embocaría un testarazo que se colaría en la portería de Herrerín, manso, ante el desconcierto de los locales -minuto 18-. Cinco minutos más tarde, Kovacic pintaría el tipo de duelo con una arrancada central que deshilachó una medular rebosante de hectáreas para correr. El slalom potente del croata se tradujo en asistencia fina para que el 9 suplente merengue la pusiera en la escuadra. Sólo un remate de Siovas, en balón parado, y otro de Tito, ambos sin consecuencias, dieron alimento al orgullo de un Leganés sobrepasado por la receta de calidad y hambre dispuesta por Zidane.

Tardó en recomponer la figura el Lega, pero la querencia visitante por no domar el esférico sino seguir en el pentagrama vertical le reenganchó a la dinámica cuando hubo tragado el shock. Este estadio post-traumático se daría en el 31. Rico, carrilero izquierdo que había causado problemas al cierre rival, dio argumento a la grada para creer. Su desmarque rompió la espalda de Danilo y tocó línea de fondo. El centro sería rematado a la red con displicencia por Garbiel, tras el despeje errático de Ramos. Y, poco después, la fe local se desbarataría al arrancar un córner que significaría el 2-3 -minuto 35-. Peinó Siovas y Luciano batió a Navas, en soledad. No pretendió Zidane congelar el tempo ni controlar el partido (con la posesión) y las lagunas tácticas de su novedosa relación de nombres le mostró el envés de su apuesta con la misma celeridad con que la calidad evidenció su cara amable. No se había remangado el Madrid y su bajada de revoluciones le castigó cauterizando la brecha conseguida.

Herrerín sostendría la nueva ráfaga energética de los suyos al desviar un remate de Lucas Vázquez en la conclusión de una contra. No aflojaba nadie la efervescencia generalizada y tampoco se dejó de jugar sobre la hoja de ruta desenfrenada que estudió Garitano. Antes del descanso dispondría todavía Danilo de otro chut en la desembocadura de otro contragolpe. Su pretendida vaselina acabó en los guantes de Herrerín -minuto 42-. El intermedio sobrevendría después de un cañonazo de Bustinza que atajó Keylor -falta lateral- y de que Siovas retratara lo desenfadado de la confrontación con una rabona efectuada en el centro del campo. Ganó un partido sin interrupciones aire con la entrada en vestuarios. La oda ofensiva esperanzaba a un Leganés en la lona a los 25 minutos y sonrojaba a un Madrid al que se le presupone un mayor rigor táctico y aplomo para gestionar su ventaja.

Solamente tres minutos se demoraría la entente entre locura y calidad que se venía desarrollando en alcanzar el paroxismo. Una falta lateral lanzada por James finalizó en la meta del Leganés. Falló el cabezazo Morata y su error propició que los manotazos trazados por Bustinza hicieran el 2-4 de la forma más rocambolesca imaginable. Eso sí, un desenlace semejante sí rimaba con la melodía del encuentro. Había reaccionado con gallardía e intensidad el coloso y Lucas Vázquez remató a puerta en otro contraataque que pilló desestabilizado a un equipo que ya no tenía fuelle para prolongar el incendio. En consecuencia, Garitano sacó a Tito y metió a Samu García.

Otra vez debía rehacerse el club humilde y el recién entrado lanzaría demasiado cruzado tras otra pelota ganada después de una presión muy elevada. No existía la medular visitante (sólo para correr al galope de la contra) y eso mantenía abiertas las rutas de acceso a Navas del bloque pepinero. Alberto Bueno también sería incluido en la fórmula (se fue Gabriel) pero las fuerzas no respondían a la pretensión de esfuerzo pautada por el técnico local. El estándar de ritmo había desfallecido y el centrocampismo apareció para regocijo de un Madrid más cómodo en el cortejo del esférico.


Isco sentó a James (gris, como todo el equipo, aunque se marchó con un gol, una asistencia y un enojo colosal) en el 70 y en plena densidad. Los dos goles de distancia pesaban demasiado, aunque los centros laterales siguieron cayendo sobre la jurisdicción de Navas y el Leganés continuaba tratando de trompicar la salida de pelota visitante. La dignidad del decimoséptimo clasificado estaba siendo defendida con bravura pero la postrera contemporización del vigente campeón de Europa clausuró los tres puntos y la inercia. Mariano entregaría respiro a Morata y Modric haría lo propio con Kovacic antes del único chispazo de Szymanowski (desborde en acción individual pero chut lejos de tino), que sería sustituido por Machís. Y Herrerín arrebataría la gloria personal a Vázquez tras una jugada espléndida. Con poco que jugarse, y ni la raspa de las disposiciones tácticas, languideció una batalla en la que el cansancio fue tan relevante como cualquier factor analizable. Su efecto pinchó la burbuja local y facilitó el cierre pausado de un Madrid que volvió a sobrevivir a otro ejercicio de pretendido descontrol.