jueves, 18 de marzo de 2010

SÍ HACEN LOS DEBERES

Jordi Grimau

"¡Sí, sí, sí, nos vamos a Madrid!". Jolgorio y pelín de recochineo en el Camp Nou para celebrar el cómodo pase del campeón a octavos de la Champions.

El Barça salvó el honor de la Liga española en el escaparate continental. Desfiló con elegancia, personalidad y destreza ante un Stuttgart que se sumó a la fiesta con una puesta de escena muy amistosa, impropia de la ruda escuela alemana. Ni siquiera del octavo clasificado en la Bundesliga se puede esperar tan poca resistencia. Y sobre todo después de lo que achuchó en la ida. No estuvo Xavi, que sufre una lesión de grado 1 en el músculo sóleo de la pierna derecha que le hará perderse los tres próximos partidos de Liga (Zaragoza, Osasuna y Mallorca), pero con Messi en su mejor versión al Barça le basta para colarse entre los ocho mejores de Europa por tercer año consecutivo. La 'pulga' picó dos veces y ya acumula ocho goles en los últimos cuatro partidos, 31 en lo que va de temporada. Indiscutibles números de 'Balón de Oro'. Y pudo marcar dos ó tres más el argentino.

Guardiola dio una vuelta de tuerca a su once. Pensó en el Stuttgart pero seguro que también en el tramo final de temporada. La plantilla del Barça es corta y es prioritario recuperar a Henry para los duelos decisivos. El francés mejoró a Messi en la segunda parte del último choque ante el Valencia y Pep le premió con la titularidad en detrimento de Ibrahimovic. Serio toque de atención al sueco. Decisión de entrenador, de psicólogo, de jefe que manda. El otro cambio fue obligado pero también tiene chicha. En ausencia del cerebro natural, recibió galones Touré Yayá, otro jugador indispensable para hacer grupo y poder rotar en el sprint final por Liga y Champions.

En un mensaje inequívoco para Sergio Ramos y su osada apuesta del 3-0 al Lyon, advirtió Guardiola en la víspera que su equipo podría perder pero nunca por subestimar al rival. Una sentencia que caló en la hinchada y en sus pupilos. Los catalanes se merendaron en un periquete a los acongojados teutones. Entraron a la perfección en el partido, no como en la capital de Baden-Wurtemberg, y hallaron facilidades impropias en un cruce de la gran competición europea.

A los dos minutos, Henry ya avisó con un remate que desvió Lehmann, un cuarentón inmaduro, capaz de lo mejor y de lo peor. Y a los trece, Messi agarró un balón entre líneas, se internó y se sacó un zurdazo letal. Tenía alemanes delante pero sólo mirándole, quizá también dispuestos a aplaudirle. Habían arrancado con la intención de presionar arriba, pero temblaron al comprobar que si el Barça superaba esa dificultad podría plantarse en el área como Pedro por su casa. Pedro o Pedrito, que culminó a puerta vacía una acción soberbia, de tiralíneas, entre Messi y Touré.

Una jugada que demostró lo que es el Barça enchufado, un equipo con tanta movilidad que hasta el 'stopper' marfileño aparece de extremo derecho. Tan pronto juegan con un 4-3-3, dibujado en la pizarra de la UEFA, como con un 4-4-2 en el que Messi y Henry ejercen de puntas y Pedro e Iniesta apoyan más al centro del campo. Este último dibujo es el que parece convencer más a Guardiola en los últimos tiempos. Y más si falta un director de juego con tanta jerarquía como Xavi. Pero con un sistema u otro, de medio campo hacia adelante todos deben intercambiar sus posiciones.

Con 2-0 mediada la primera parte, el Barça jugó a placer, con el Stuttgart rendido a sus pies. Convirtió la eliminatoria en el clásico rondo sencillo, imposible en equipos incapaces de gobernar los partidos en tiempo y forma. Sin despistes pero sin sobreesfuerzos que pasan factura. Messi cerró su gran noche a falta de media hora, tras recibir un taconazo de Alves, revolverse en la media luna del área y sorprender a Lehamnn con un toquecito envenenado con su zurda mágica. Fiesta en el Camp Nou, minutos intrascendentes para Ibrahimovic tras lastimarse Busquets y aplausos de reconciliación con Henry. Todo estudiado. ¿También que Bojan marcase nada más entrar? Sería demasiado.