Pasados
tres días de la venganza holandesa sobre España en el inicio del Mundial aún
colean los restos de tan desastroso partido
Antonio Blanca
Sacar algo
positivo de tan tamaña derrota, ya no por abultada sino por la imagen mostrada
es cuanto menos complicado, algo así como cuando se trate de defraudar, cuanto
antes mejor. Pues eso, una frase aplicable en todos los sentidos a España, un
conjunto de excelentes jugadores que el pasado fin de semana sufrieron en Sao
Paulo una de las mayores humillaciones de su historia. La fotografía de Casillas hundido, de rodillas y con la
cara desencajada, ha sido un icono internacional, un símbolo repetido en los
medios de comunicación de todo el mundo como evidencia de la impotencia
mostrada por los campeones del mundo ante Holanda.
La Roja ha
defraudado a base de bien en su debut brasileño. No se ha guardado nada para
alimentar la duda. Se ha tratado de una actuación impropia del equipo que
entrena Vicente del Bosque,
quizá un aviso, un indicador de fin de ciclo o la evidencia palmaria de que una
generación de jugadores debe de dar paso ya a la siguiente, ahora que la
abdicación está tan de moda.
En este
país, desengañémonos, no hay más que dos tipos de personajes públicos: los
héroes y los villanos. Y si del amor al odio no existe más que un paso, para
transitar de una categoría a otra, sólo es necesario un episodio adverso, o un
par de ellos como máximo. De ahí que haya empezado una catarsis, tan
apocalíptica como previsible, en virtud de la cual quienes ayer agitaban
el botafumeiro para incensar a Casillas, Xavi, Ramos, Iniesta, Alonso y compañía, son quienes más entusiasmo han puesto en su
demolición. España is different, es
así.
Basta leer
los periódicos, escuchar la radio o ver las tertulias deportivas de la
televisión, para darse perfecta cuenta de la magnitud de lo que viene. Es
cierto de toda certeza que la Selección hizo un ridículo planetario, pero de
ahí a que haya que echarlos a todos, como algunos sabios pronostican, media un
trecho que nadie parece estar dispuesto a observar. Los héroes van a tornarse
villanos en cinco minutos si tropiezan de nuevo en Brasil contra Chile. Y si se
produjera la eliminación a la primera, la opinión pública habrá olvidado de un
plumazo el mundial ganado en Sudáfrica y las dos Eurocopas.
Quizá no sea
para tanto, y desde luego, no para ponerse tan tremendos, pero si el regreso a
casa se produjera antes de tiempo, los jugadores iban a comprobar en carne
propia la ira de los aficionados. Los insultos e improperios, de los mismos que
hace poco les hacían la ola a su paso. El fútbol a fin de cuentas es
cuestión de resultados.