lunes, 30 de mayo de 2016

DEL DÉCIMO CIELO A LA UNDÉCIMA GLORIA

El Real Madrid de Zidane se hace aún más eterno, amplía su esplendorosa leyenda en una noche épica en la que el Atlético vuelve a morir de pie

Antonio Blanca

Primera o Undécima. La Copa de Europa de la venganza o la que transformaría una temporada para el olvido en inolvidable. No fue en los noventa minutos, cuando Ramos rememoró Lisboa a salvo de infartos, al cuarto de hora, ni cuando Carrasco infundió esperanzas a los suyos a diez minutos del 90, cuando invertía la fatídica noche portuguesa. Tampoco lo fue en la prórroga, cuando los jugadores de ambos equipos parecían salidos de una trinchera de la I Guerra Mundial, donde los calambres hacían las veces de artillería. Fue el punto de penalti, la bendita o maldita lotería, los once metros acabaron dirimiendo el destino de la segunda final madrileña (española) de la Liga de Campeones. Desde ahí, dos nombres quedarán en la memoria de una y otra afición. El Atlético recordará, quizás con injusticia, el poste del envío de Juanfran, el mismo jugador que marcó el decisivo allá en los octavos de final frente al PSV. Y el Real Madrid a Cristiano Ronaldo, aquel portugués que metió el penalti de la Undécima Copa de Europa, como reflejarán los anales de la historia a partir de ahora.

Sin sorpresas tácticas en las alineaciones, la duda al comienzo del partido estaba en saber qué harían dos equipos acostumbrados a esperar la reacción del contrario para lanzarse a por el partido. Sumando la tensión propia de la ocasión, el respeto mutuo deparó un primer tramo escaso de fútbol.

El plan de Simeone era claro, faltas rápidas e insistentes sobre la salida de balón blanca. Con el beneplácito de Clattenburg, la primera amarilla del partido acabó cayendo del lado blanco cuando Carvajal entró con dureza sobre Griezmann.

Tras el primer compás, el Real Madrid empezó a tomar el mando del partido, aunque el peligro llegaba casi siempre desde el balón parado. En el minuto 6, Casemiro comprobó la calidad como portero de Oblak cuando logró adelantarse a toda la defensa para tocar un balón fuerte lanzado por Bale desde la esquina derecha del área. La perfecta colocación del esloveno, sumado a sus reflejos, logró evitar que la afición blanca cantara el primer tanto de la noche.

Al cuarto de hora, de nuevo una jugada de balón parado volvía a centrar la atención. En la lejanía de la banda izquierda, Kroos lanzó la pelota hacia el interior del área, donde Bale se alzó para peinar y dar más fuerza a la pelota en dirección al corazón del área pequeña. Allí, aprovechándose de una posición adelantada a la defensa que no atisbó ni el juez de línea ni el árbitro, precedido de un agarrón de Savic al capitán blanco, Ramos quiso volver a dejar el sello que también estampó en Lisboa. Un leve toque del de Camas bastó para mandar el balón al fondo de la red. Con el 1-0 en el marcador, la euforia se desató en la tribuna blanca y el silencio invadió la rojiblanca.

El dominio del Madrid se sostenía gracias a la exhibición de Bale tanto en ataque como en las ayudas en defensa. Junto a Ronaldo, ambos superaban con facilidad a sus marcadores y forzaban el balance hacia fuera de Koke y Augusto. Así, Kroos y Modric disponían de espacio suficiente en el centro del campo para imponer su ley. Casemiro les guardaba las espaldas y los flancos, era el sayón que cimentaba la construcción del Imperio.

Pero si bien el Atlético pecó su falta de coordinación defensiva con el gol en contra, el Madrid se acomodó en demasía a la situación y sus tres atacantes dejaron de apoyar en labores defensivas. Con el Madrid cortado en dos, los dos contra uno en banda, sobre todo la de Carvajal, sirvieron a los colchoneros para ir despertándose y entrar en el partido. Pasada la media hora, el Real Madrid dejó de ser el dueño del partido y poco a poco iba retrasando su posición en el campo.

Griezmann se erigió en punta de lanza de los suyos finalizando casi todas las ocasiones que fueron construyendo Koke y Filipe Luis desde la banda. La balanza, poco a poco, iba tomando cariz rojiblanco mientras que el Madrid, roto, buscaba en el descanso la pausa necesaria para reconstruir lo hecho en la primera media hora.

Sin embargo el que decidió hacer un cambio de piezas en el vestuario fue Simeone, que dejó en la caseta a un Augusto Fernández, completamente superado en la primera parte, para dar entrada a Carrasco. El cambio sirvió para dar dotar de más revoluciones a los suyos. El belga hombre de la segunda parte, beso incluido.

Si bien en el tramo final las ocasiones rojiblancas no terminaban de inquietar a Navas, el arranque de la segunda mitad metió todavía más al Madrid dentro de su área. Tal era el empuje del Atlético que acabó forzando un error capital de Pepe. Un minuto después del saque de centro, el portugués derribaba a Torres dentro del área. Penalti.

Griezmann fue el encargado de chutar desde los once metros para tratar de empatar el partido. Pero el francés pecó de contundencia y su fuerte chut centrado fue rechazado por el larguero para alivio blanco y desesperación colchonera. La maldición de la Champions sobrevolando las cabezas atléticas.

El error no hizo desmerecer la entrega de los pupilos de Simeone, que siguieron dominando sin que hubiera golpe anímico por el penalti errado. Las malas noticias se le acumulaban a Zidane, desesperado desde la banda ordenando a los suyos adelantar líneas, cuando en el minuto 50 Carvajal pidió a Navas que echara la pelota fuera y quedó tendido en el suelo. El lateral derecho abandonaba entre lágrimas el césped de San Siro mientras desde el banquillo se preparaba Danilo, su relevo.

El Atlético fue bajando revoluciones a medida que las energías iban menguando. Apoyado por las recuperaciones de un estelar Casemiro atrás, el Madrid volvía a encontrar el camino hacia el área en un tramo con continuas idas y venidas de un lado a otro. Un pase en largo de Modric, ya en el minuto 70, permitió a Benzema forzar un mano a mano frente a Oblak que cayó del lado del portero.

Pese a la ligera mejora, Zidane decidió acometer cambios. Primero, dando entrada a Isco por Kroos en el minuto 72; ya en el 77, agotó relevos poniendo a Lucas Vázquez en lugar de Benzema. Pero una vez realizadas todas sus sustituciones, el Madrid recibió un golpe anímico de los que hacen mella.

Poco antes del 80, los blancos estuvieron a punto de sentenciar la final cuando Bale se introdujo en el área y cedió la pelota a Cristiano para un tiro franco que rechazó Oblak. El balón volvió a los pies del galés, que recortó al portero y cuando parecía ya llegar el gol, se lanzó Savic al suelo para evitar el descalabro de los suyos.

En la acción inmediatamente posterior, Gabi se inventó un pase de lujo dejando con un sombrero el balón dispuesto a la llegada de Juanfran por la derecha, que centró de primeras para que el segundo palo Yannick Ferreira Carrasco transformara el gol que significaba el empate.

Si bien antes no tenía nada que perder, con el marcador igualado y diez minutos restantes de tiempo reglamentario, el Atlético dio un paso atrás y, bien ordenado, se dispuso a esperar al Madrid, que reaccionó con brío al tanto en contra aunque ya sin tiempo. La final se iba a la prórroga.

El tiempo extra dejó bien claro que, a pesar de los quince días para preparar el partido, el físico de los jugadores está pensando más en las vacaciones. A medida que avanzaba el reloj, los cadáveres se iban acumulando sobre el césped al ritmo que aparecían los calambres. Bale KO y con el Madrid sin cambios, se arrastraba por campo como una ánima de Bécquer.

Por el lado rojiblanco Simeone aún contaba con dos cambios, pero esperó hasta la segunda mitad de la prórroga para ejecutarlos una vez Filipe Luis y Koke se echaban al suelo cuando no podían más. A pesar de que contaba con esas dos cartas extras, Simeone padeció de vértigo, de irse a por el rival para aniquilarlo, como ocurrió hace dos años a la inversa en Lisboa en una prórroga en la que el Madrid avasalló al Atleti. No fue así, cuando tanto madridistas como colchoneros pensaban en un desenlace distinto, el Madrid cual Ave Fénix como ha pasado esta campaña desde que el Mariscal francés Zinedine Zidane se hiciera cargo del equipo, resurgió de sus cenizas, y cual boxeador casi noqueado, con la ceja abierta, el filo hilo de sangre recorriendo su párpado y pómulo se fue a por el Atlético. Sangre, sudor y lágrimas.

Así, el Madrid, sumando calambres a las piernas de Modric, Marcelo o Ronaldo, estuvo muy cerca de finiquitar la final. Pero sería el punto blanco de los once metros el que decidiría el nuevo campeón de Europa.

El sorteo, ganado por los blancos, marcaba que los jugadores de Zidane lanzarían primero, en la portería donde se adocenaban las huestes madridistas. Uno a uno, los jugadores fueron lanzando y anotando con solvencia lejos del alcance de las manoplas de Navas y Oblak. No fue hasta el quinto lanzamiento cuando la final resolvería la incógnita del ganador. Juanfran mandó su tiro al poste, el cuarto. El elegido por el Madrid para tener en sus piernas el título no era otro que Cristiano Ronaldo, un ‘7’de leyenda. El portugués, tras un partido más que discreto, resonará en la Historia cuando su nombre sea el leído en las crónicas como el del jugador que marcó el penalti que hizo al Real Madrid campeón de Europa por Undécima vez.

Dos años de 2014 a 2016, dos escenarios, Lisboa y Milán, a los que sumarle otros ocho, ya que Glasgow se repite por dos veces, para entender la relación de amor que el Real Madrid guarda con la Copa de Europa, la niña de sus ojos. Ya le faltan manos al Madrid para decir cuántas tiene, su leyenda se agranda con la épica de una final en la que estuvo muerto y resurgió de sus  cenizas, todo bajo la batuta de Zidane, campeón como jugador, segundo entrenador y ahora comandante en jefe, como Sergio Ramos, camino de la inmortalidad futbolística, el Real Madrid le debe loas a su capitán. Once veces campeón, otra historia más grande jamás contada, el Real, el de Madrid, el Real Madrid suma once entorchados europeos, más que nadie, y ya busca doce, en su sempiterna voracidad por ser aún más y más grande. De momento, en la Undécima Gloria. 

LA FIESTA DE LA UNDÉCIMA

Aránzazu Gálvez

El Real Madrid culminó los festejos que empezaron desde que Cristiano marcó el tanto de la victoria en Milán con un fin de fiesta espectacular en el estadio Santiago Bernabéu donde 80.000 espectadores aclamaron y se rindieron a los héroes que han conseguido la undécima Champions League para el club más laureado del mundo.

Después de coronar la Cibeles durante la mañana del mismo domingo y después de visitar las sedes del Ayuntamiento y Comunidad de Madrid, los jugadores del Real Madrid se dieron un baño de masas con una afición que ha respondido de forma sobresaliente tras la consecución del logro contra el Atlético de Madrid.

Abarrotó la Plaza de la Cibeles desafiando a la hora y al frío, llenó la Puerta del Sol y el Bernabéu no iba a ser menos. Todo estaba preparado para recibir a los jugadores blancos que hicieron acto de presencia en su estadio a eso de las 22.00 horas de la noche. La espera se hizo larga pero mereció la pena. La Undécima lo merecía.

Ramos y Cristiano, los protagonistas

A eso de las 22.45 las luces se apagaron y los campeones de Europa comenzaron a salir de uno en uno. El primer de ellos fue un Zinedine Zidane que en cinco meses ha pasado de jugar en el pozo de la Segunda División B a tocar el cielo con el primer equipo en Milán. Tras el técnico fue pasando uno a uno hasta llegar a un Arbeloa que quiso hacer un homenaje a Cheryshev portando su camiseta en la celebración de la Undécima Champions League.

Cristiano: "Es un orgullo vestir esta camiseta blanca que me queda de p... madre"
El estadio coreó el nombre del carismático jugador maño pero el público blanco rompió los audímetros cuando apareció por el césped Cristiano Ronaldo, el héroe de Milán que dio el triunfo a los blancos en Milán transformando el quinto lanzamiento de la tanda. Ramos, el capitán que levantó al cielo la Copa en San Siro, fue el otro protagonista en la presentación pero la fiesta no había hecho nada más que empezar.

Después de la presentación hubo espectáculo de fuegos artificiales y los clásicos agradecimientos de cada jugador. Ramos fue el primer en coger el micrófono para mostrar su orgullo por ser "capitán" y alabó a un Zidane que fue el siguiente en coger en testigo. Los que más y mejor se pronunciaron fueron Cristiano Ronaldo, que dijo que era un "orgullo pertenecer al club" y que la camiseta blanca porque "me queda muy bien", y Arbeloa, que mandó un dardo a Piqué diciendo que: " Yo no sé cuándo ni con quién empezó todo esto pero sí sé a quién dar las gracias, a todos vosotros".

Vuelta de honor con los más pequeños


Después de la ronda de intervenciones fue el momento de la vuelta de honor donde los hijos de los héores de la Undécima se convirtieron en protagonistas en una noche mágica para el madridismo. 24 horas después de levantar al cielo de Milán la Champions League, el Real Madrid demostró ser una familia unida que sigue haciendo historia.

domingo, 29 de mayo de 2016

LA UNDÉCIMA DE CRISTIANO

Carlos de Blas

¡Y al que no le haya emocionado este partido, es que no tiene sentimientos! Los dos mejores equipos del mundo se citaron en la gran final de Milán y el Real Madrid la ganó en los penaltis después de el 1-1 con el que finalizó el partido y la prórroga. La gloria es de Cristiano.

Una final de poder a poder, jugada con el corazón hasta la extenuación. Dos horas de fútbol que dieron para mucho y todo bueno. Nervios, tensión, emoción goles y el campeón, que viste de blanco. El Atlético volvió a tocar la gloria con la punta de los dedos pero Juanfran falló el octavo penalti después de un partido homérico donde el Atlético se volvió a quedar a las puertas del cielo.

El Real Madrid saltó al césped de San Siro con la idea clara de igualar en intensidad al Atlético sabedor de que sus jugadores tienen más calidad y esto marcó el inicio del partido. Los blancos, más acostumbrados a jugar en este tipo de escenarios, salieron mucho más asentados y con mayor presencia en el centro del campo, la que le otorga Casemiro por detrás de Kroos y Modric.

Enfrente, un Atlético menos intenso de lo habitual y que decidió presionar en el campo rival la salida del balón del Real Madrid sin demasiado éxito. Solo hubo que esperar cinco minutos para que Oblak apareciera de forma salvadora. Bale botó una falta envenenada que Casemiro remató en el área pequeña y el esloveno sacó una pierna increíble.

Ramos volvió a marcar en la final

Benzema encontraba espacios emparejándose con Savic, al que el mago francés le ganó la partida en varias ocasiones con trucos de piernas que el central no descifraba. Así descargaba para Bale y Cristiano, que aprovechaban la calidad del francés para insistir una vez ante Juanfran y Filipe.

Simeone pedía a los suyos que salieran del área, porque el gol blanco se intuía yo tardó en llegar. Kroos botó una nueva falta envenenada, Bale la peinó y el goleador de las finales, Ramos, apareció para embocarla al cuarto de hora de partido. El central estaba en fuera de juego, pero el colegiado no lo vio. Uno de los detalles que marca una final.

El Atlético tiro de garra y de fútbol para volver a la final

El Atlético tardó media hora en reaccionar aprovechando el paso atrás del Real Madrid, al que le pesaba el desgaste físico el inicio. La 'BBC' pasó por momentos de desconexión y los rojiblancos empezaron a llevar el peso del partido aunque sin ocasiones claras. El equipo de Simeone se marchó al descanso con un mayor porcentaje de posesión, algo que suele ser sinónimo de mal resultado.

El 'Cholo' reaccionó al descanso y retiró a Augusto para dar entrada a Carrasco en busca de algo más de mordiente ofensiva para desequilibrar al rival. Y la final pudo cambiar en el minuto 47 cuando Pepe cometió un claro penalti sobre Torres. Griezmann tomó la responsabilidad ante Keylor y el francés estrelló el balón en el larguero ante la incredulidad de los aficionados rojiblancos. El segundo detalle que cambió la final.

Oblak mantuvo al Atleti y Carrasco mandó la final a la prórroga

El Atlético insistía y Savic rozó el gol en un saque de esquina. Quedaba un mundo y el Real Madrid renunciaba a atacar a la espera de encontrar desguarnecida a la defensa del Atlético. Griezmann perdió un balón, Modric salió a la contra y se la puso a Benzema, que recorrió 30 metros en solitario y falló en el mano a mano ante el gigante Oblak. El esloveno paró después un disparo de Cristiano y mantuvo el pie al Atlético.

Los minutos pasaban y el Madrid rozaba la 'undécima', pero el equipo de Simeone no dejó de creer. Gabi abrió y para la llegada de Juanfran y este la puso al corazón del área para que que Carrasco marcara con el alma en el minuto 79. El Atlético empataba y, como en Lisboa, la final se iba a la prórroga.

Juanfran falló y el Real Madrid fue campeón

En el tiempo añadido los dos equipos jugaron con el corazón. 30 minutos a todo o nada. Una Copa la de Europa y la hegemonía de Europa estaban en juego. Carrasco tiraba del Atlético y Lucas del Real Madrid y el canterano blanco fue el que dispuso de una gran ocasión en el minuto 120, pero su disparó rebotó en la defensa y todo se decidió en los penaltis.


Marcaron Lucas Vázquez, Griezmann, Marcelo, Gabi, Bale, Saúl y Ramos. Entonces Juafran chutó a su izquierda, el palo repelió el balón y Cristiano puso el broche de oro para coronar al Real Madrid Rey de Europa por 'undécima' vez.

¡DE NUEVO, QUÉ CRUEL!

Julio Candela

El fútbol a vuelto a ser cruel con el Atlético de  Madrid. El equipo rojiblanco ha perdido la tercera final de la Copa de Europa de su historia y esta vez ha sido en los penaltis. Tras el gol inicial de Ramos, Carrasco empató la final en los últimos minutos, pero Juanfran falló un penalti que dejó al equipo de Simeone sin la gloria.

La primera fue en 1974

La primera noche nefasta fue la del  15 de mayo de 1974 cuando el Bayern dejó al Atlético sin su primera Copa de Europa en Bruselas. Entonces el once inicial estuvo formado por: Reina, Melo, Capón, Adelardo, Eusebio, Becerra, Salcedo, Luis Aragonés, Alberto, Gárate y Heredia.

El Atlético se adelantó ya en la prórroga con un gol de Luis Aragonés, pero en el último minuto el Bayern empató con un tiro lejano de Schwarzenbeck, uno de los peores jugadores del equipo alemán y nada acostumbrado a marcar goles.


Entonces no existían las tandas de penaltis y el campeón se decidió en un partido de desempate, disputado dos días más tarde. El Equipo rojiblanco llegó hundido moral y físicamente ante una plantilla plagada de estrellas como Franz Beckenbauer, Sepp Maier, Rummenigge, Uli Hoeness o Gerd 'El Torpedo' Muller. El Bayern ganó el partido de desempate por 4-0.

Ramos lo hizo en Lisboa


El central camero dejó al Atlético sin su primera Copa de Europa en el fatídico minuto 93 para la afición rojiblanca. Godín había marcado primero, pero el Real Madrid terminó ganando la final por 4-1.

sábado, 28 de mayo de 2016

OTRA GRAN NOCHE DEL FÚTBOL ESPAÑOL

Carlos de Blas

En San Siro, un estadio mítico en el fútbol europeo, se disputan los dos 'eternos' rivales de la capital de España el trofeo más deseado y más grande a nivel de clubes del balompié continental en 90 minutos, más si hay empate en el marcador, con un recuerdo imborrable: la final disputada en 2014 en Lisboa.

No quiere hablar el Atlético de revancha, sino de "nueva oportunidad" en la Liga de Campeones, aunque aquel encuentro marcó a equipo, cuerpo técnico y aficionados por la forma tan cruel de la derrota, con el 1-1 de Sergio Ramos en el minuto 93 y una prórroga agónica. Desde entonces, ese título, el único que le falta al Atlético y al entrenador Diego Simeone, es su gran ambición.

Para el Real Madrid fue la tan perseguida décima Copa de Europa, un momento que ha permanecido y permanecerá en el tiempo, inolvidable, porque la ganó cuando parecía perdida, por el éxtasis que supuso en el equipo, dispuesto ahora, con el francés Zinedine Zidane, a conquistar una vez más el fútbol europeo.

La reafirmación del Real Madrid con el técnico galo y sus incontestables individualidades, con Cristiano Ronaldo, Gareth Bale, Karim Benzema, Luka Modric... contra el Atlético, un equipo por encima de todo, un bloque capaz de eliminar a Barcelona y Bayern Múnich, pero también con un talento indudable en sus futbolistas.

Un partido de alta tensión, tremenda rivalidad, que promete mucha táctica, mucha intensidad y mucha ambición, desde un lado y desde el otro. El Atlético habla del contragolpe de su rival, de presionar arriba y golpear primero en el marcador; el Real Madrid no desvela sus cartas. Al contraataque, con espacios, es temible; con la posesión también, sobre todo por toda la pegada de su ataque.

El duelo parte desde el equilibrio, con el precedente de Lisboa a favor del Real Madrid, pero con los diez derbis más recientes con estadísticas favorables al Atlético. Ha ganado, ha empatado cuatro y sólo ha perdido uno. Son estadísticas en la víspera, no importan nada cuando el balón entre en juego en el estadio de San Siro, pero marcan en la preparación de la gran final de Zidane.

La dinámica plasma una impotencia madridista, el cambio de una tendencia en la que ganaba cualquier enfrentamiento a la dificultad máxima en conseguirlo. El francés busca soluciones en el tapete, donde Simeone consiguió de su máximo estudio la fórmula para dar la vuelta a la situación, encontrando puntos débiles del rival que explotar. Jugar a encerrarse no casa con el estilo Zizou, por lo que el Real Madrid saltará a San Siro a adueñarse del balón y explotar las virtudes ofensivas de sus jugadores. De su pegada y el sacrificio defensivo que hagan como bloque depende el éxito.

Le espera ya en Milán, desde el jueves, el Atlético, con su once casi definido, con variantes en su juego y con un trabajo meticuloso, llevado hasta el más mínimo detalle, del técnico en las dos semanas que ha estado su plantilla sin competir, desde el pasado 14 de mayo cuando se impuso al Celta en el Vicente Calderón (2-0).

Simeone ha preparado a su equipo para muchos partidos dentro de uno solo, para defender a Gareth Bale, Cristiano Ronaldo y Karim Benzema; para contrarrestar al medio campo, pero también para atacar, para presionar y para variar su sistema o cambiar de registro si el encuentro lo requiere, dependiendo del momento.

Es una de las virtudes del conjunto rojiblanco, del que se prevé un inicio potente, al estilo de sus últimos combates antes grandes adversarios como el Barcelona o la ida de semifinales con el Bayern, con una opción latente en el once, el belga Yannick Carrasco por el argentino Augusto Fernández, respecto a sus pruebas para la final.

Dependiendo de su elección por el planteamiento, más ofensivo o más a la expectativa táctica, también dependerá cuál será el elegido de los dos. La otra duda está en la defensa, en el acompañante del uruguayo Diego Godín. Ahí se perfila el montenegrino Stefan Savic como titular y ahí apunta al banquillo José María Giménez.

El resto, salvo sorpresa, está claro. Desde el esloveno Jan Oblak, imbatido en 32 de sus 50 encuentros oficiales, hasta el delantero Fernando Torres, goleador en siete de los últimos once encuentros, y el francés Antoine Griezmann, en punta o por banda, pero siempre esencial en el esquema de Simeone. Suma 32 goles.

Juanfran Torres y Filipe Luis son indiscutibles en los laterales, como Godín en el centro de la zaga y como Saúl Ñíguez, Gabi Fernández y Koke Resurrección en el centro del campo. De si juega Augusto o Carrasco también dependerá la posición de Koke, por dentro o por fuera. Su pase, su constancia y su balón parado son claves.

Para el Real Madrid, la final marca la gloria o el fracaso, la temporada de la Undécima Copa de Europa del rey de la competición o un año en blanco doloroso, después de no llevarse a la boca el pasado ningún título de los considerados grandes.

En este curso el relevo en el banquillo de Zidane por Rafa Benítez recondujo el camino. A tiempo en Liga de Campeones, la única competición donde estuvo fuerte el Real Madrid toda la temporada. Superando al PSG por el liderazgo en la fase de grupos, imponiendo su pegada ante el Roma en octavos de final, tirando de noche mágica de remontada europea en el Santiago Bernabéu ante el Wolfsburgo en cuartos y plasmando autoridad en un duelo igualado de semifinales contra el Manchester United. El camino menos exigente a la final fue para el conjunto madridista.

El once del Real Madrid en San Siro lo recita de carrerilla cualquier madridista. Está definido. No hay hueco para las sorpresas salvo invento inesperado de Zidane. Keylor Navas, portero menos goleado de la 'Champions' con tan solo dos tantos encajados vivirá la noche más importante de su carrera. Carvajal y Marcelo en los laterales, armas ofensivas claves; la vieja guardia, Pepe y Sergio Ramos, en el centro de la zaga. Casemiro como figura única en la plantilla de medio centro. De ayuda a los centrales y a cualquier cobertura en los laterales. El ancla blanco.

El fútbol blanco cobrará sentido gracias a Toni Kroos y Luka Modric, el encargado de traspasar líneas rojiblancas y enganchar con los tres de arriba, la BBC, el tridente más desequilibrante del mundo junto a la MSN del Barcelona. Bale, Benzema y Cristiano Ronaldo ante el gran momento. Los referentes.

El estado físico en el que llega la plantilla del Real Madrid respecto a Lisboa es la gran diferencia, por encima de las cinco caras nuevas que presentará en un once, ya en una plantilla sin Iker Casillas, Fabio Coentrao, Sami Khedira ni Ángel Di María y en la que permanece la única baja por lesión para San Siro: Raphael Varane.


El resto de la plantilla está sana y en mejores condiciones que hace dos años. Y Zidane tiene en el banquillo más armas para decantar la final si no va por el camino que desea. Jugadores de la dimensión de James Rodríguez o Isco Alarcón y la revelación de la temporada madridista, Lucas Vázquez, esperan la oportunidad de brillar.

jueves, 26 de mayo de 2016

CON LISBOA EN EL RECUERDO

Dos años y unos días después de nuevo una final de Copa de Europa convertida en derbi madrileño con el Madrid ante la Undécima y el Atlético con la posibilidad de conquistar su Primera orejona

Antonio Blanca

Sábado 28 de mayo de 2016, las manijas del reloj que inexorablemente siguen su tic tac marcan las 20.45 de la tarde. Madrid, España, Europa y parte del mundo se paran ante el televisor, una ciudad Milán protagonista, un punto en concreto carga la púrpura del momento, los ojos fijos en San Siro, los veintidós contendientes los actores principales del partido del año. La final de la Liga de Campeones es uno por no decir el evento de la temporada y sea por aire, tierra o mar, el aficionado y el público en general no quiere perder detalle. Así ocurrirá, y en un intento de ir asemejando este acontecimiento al mayor del deporte al nivel mundial, la Superbowl del Fútbol americano, la UEFA empieza a contratar a artistas de nivel mundial para una performance antes del inicio del partido, siendo Alicia Keys la que ostentará tal honor este 2016.

En este curso y como sucediera en 2014, Real Madrid y Atlético de Madrid se verán las caras en la final. Será la tercera de los rojiblancos, que no pudieron ganar ninguna de las dos primeras, y la decimocuarta de los madridistas, que ganaron diez y perdieron tres de las trece anteriores.

Se podría hablar de todas esas estadísticas que estos días rellenan cualquier programa deportivo, la de que nunca un entrenador francés ha ganado la Champions, la de que todo equipo que elimina a Guardiola termina levantando la Copa, la de que el equipo de Chamartín está invicto en finales de Copa de Europa en el Siglo XXI, la de que el Madrid nunca ha ganado en Milán mientras que el Atlético fue una vez y ganó, etc. Todos esos datos son importantes y algunos de ellos se cumplirán, pero al final lo que importa es el fútbol y lo que suceda en el partido, no en vano, se dice que las estadísticas están para romperse.

Todo lo anterior importa, pero no vale a partir de la tarde noche del sábado. Importa que el Atlético ha tenido un camino mucho más complicado que el Madrid hacia la final, porque le reafirma en su idea de juego y le da confianza para afrontar la final, pero eso no significa que sus goles en San Siro valgan más o que tenga la Champions ganada. El Madrid ha llegado también a la cita europea cuando muy pocos apostaban por ellos en diciembre o incluso marzo, revertiendo una temporada que se marchaba por el sumidero, para tener la oportunidad de volver a tocar el cielo futbolístico.

Afortunadamente para ambos entrenadores, a excepción de la lesión de última hora de Varane, parece que todos los futbolistas van a estar disponibles. Pinta a que tanto Simeone como Zidane sacarán sus onces de gala con Augusto Fernández y Casemiro en el centro del campo. Jugadores como James, Isco, Lucas Vázquez o Correa, Vietto, Carrasco (no se descarta una sorpresa con el belga en el once titular del “Cholo”) deberán esperar en el banquillo.

La sensación que nos deja la temporada es que el Atlético de Madrid ha sido una línea recta prácticamente invariable en toda su trayectoria, con algún pequeño bache y algún otro pliegue, pero imperturbable en todo momento. Por su parte, la trayectoria del Real Madrid en lugar de parecer una línea se asemejaba más bien al recorrido de la etapa reina de cualquier gran Vuelta ciclista. Las subidas y las bajadas eran continuas, pero afortunadamente para sus aficionados, han terminado estabilizándose hacia arriba en el último mes y medio, doce victoria consecutivas contemplan a los de Zidane.

Una final al cincuenta por ciento de posibilidades, si bien el Madrid lleva dos años consecutivos venciendo al Atleti en el último momento en la Copa de Europa, la final en 2014, los cuartos en 2015 con el “Chicharrazo”. Por su parte Simeone ha logrado a excepción de tales partidos, es decir en Liga y Copa del Rey vencer o a lo sumo empatar, concatenando tres años seguidos de victorias en el Santiago Bernabéu y el precedente de marzo de esta liga BBVA, el argentino dio todo un repaso táctico a Zidane, por lo que aunque sea por poco, veo al Atlético con más posibilidades.

También huele que la final puede decidirse por un detalle momentáneo, pues parece poco probable una victoria holgada por cualquier lado, que siendo fútbol, puede ser también. El Atlético ha demostrado ser el mejor equipo de Europa en defensa y el Madrid ha terminado muy bien atrás la temporada, con Pepe y Ramos al 100% en el último mes y medio de competición. Parece que Griezmann y Cristiano van a tenerlo complicado no sólo para marcar, sino incluso para llegar a poner a prueba a Keylor Navas y Oblak.

Habrá un máximo de 28 jugadores, pero medio mundo estará pendiente del partido. Es uno de los encuentros más importantes de la temporada y sólo Atlético de Madrid o Real Madrid podrán conquistar el título. Unos quieren la eternidad consiguiendo algo histórico, los otros buscan aumentar su leyenda. Es la mejor competición a nivel de clubes. Es la Champions

lunes, 23 de mayo de 2016

LA COPA DE EUROPA ECONÓMICA

El fútbol mueve a las masas y en consecuencia las masas mueven euros, muchísimos y en cantidades ingentes si tenemos en cuenta una final de Champions League

Antonio Blanca

Sirva de muestra un dato, la Liga de fútbol Profesional en España está cerca de suponer el 1% del Producto Interior Bruto (PIB). Hasta el año pasado, el fútbol representaba el 0,75% del PIB español, pero los nuevos contratos de televisión y las previsiones de aportación a la economía, hacen presagiar que ese porcentaje ascienda al 1%.

El fútbol mueve mucho dinero en nuestro país. La liga española es considerada la mejor del mundo y los grandes jugadores y entrenadores quieren trabajar aquí (menos Klopp, Guardiola, Ancelotti y parece que Mourinho). El fútbol en España genera unos 7.600 millones de euros, que se dividen en tres bloques, fundamentalmente:

En primer lugar, el gasto directo de aficionados y empresas, que es de 3.600 millones de euros al año, según expone palco23. En esta partida se incluyen, además de los 1.900 millones de euros que ingresaron los clubes con entradas y abonos, el gasto de los aficionados en productos y servicios asociados al fútbol y al equipo, como la venta de camisetas y merchandising, consumo en restauración o recaudación publicitaria de las marcas en los estadios, camisetas de los jugadores, etc.

En segundo lugar, el gasto que supone cada partido para un aficionado. El transporte, el consumo de comida y bebida en los alrededores del estadio, etc. Para un aficionado visitante supone una media de 55 euros en la Liga BBVA o 32 euros en la Liga Adelante. En caso de ser un aficionado local, el gasto se reduce hasta los 17 y 14 euros, respectivamente. Todo ello da como resultado un total de 189,5 millones de euros que ingresan los negocios de las zonas aledañas a los estadios o los relacionados con el partido o el estadio.

Por último, las apuestas deportivas. Tanto la mítica Quiniela o el Quinigol, como las apuestas online, son una parte importante de los ingresos que genera el fútbol en nuestro país. 923,7 millones de euros, según el mismo estudio de la consultora KPMG.

Pero ahí no acaba todo. Del fútbol se derivan una serie de ingresos, llamados indirectos, que también benefician a la economía española. Según informa Europa Press, fueron casi 3.000 millones de euros de contribución al PIB en el año 2013 los que se ingresaron de forma indirecta. Actividades culturales y deportivas, telecomunicaciones y construcción e inmobiliaria, son los sectores que más se benefician de estos ingresos. Por tanto, son muchas las empresas que dependen del fútbol directa o indirectamente para su desarrollo y crecimiento.

El fútbol también genera empleo. En España, el deporte rey crea 140.000 puestos de trabajo, según el estudio anteriormente citado y titulado "Impacto socio-económico del fútbol profesional en España", elaborado por la consultora KPMG, lo que también supone un crecimiento de la economía española, con 140.000 contribuyentes a la Seguridad Social, y demás impuestos, además de personas activas, con posibilidad de consumir.

Es cierto que el fútbol es un negocio fundamentalmente para los jugadores, directivos, representantes y entrenadores. Todos ellos ingresan cantidades de dinero desorbitadas, pero no son los únicos en sacar provecho. Las televisiones, por ejemplo, son otras de las grandes beneficiadas. Los ingresos audiovisuales de la Liga de Fútbol Profesional ascienden a 1.200 millones de euros.

En líneas generales, todo lo que rodea al fútbol sale ganando. Vivir en una ciudad en la que juega un equipo importante, es dinero para los negocios de esa ciudad. Según el estudio "Elaboración de un modelo de impacto del fútbol profesional en la economía española", solo estar en la Liga BBVA (Primera División), supone un impacto de entre 20 y 30 millones de euros para cada ciudad en España. Francia, por ejemplo, que acoge este año la Eurocopa, se estima que ingrese entre 100 y 400 millones de euros en cada sede, dependiendo de la capacidad de los estadios.

Por tanto, sin importar la pasión con la que sigas al equipo de tu infancia, incluso si no te llama especialmente la atención el deporte rey, no se puede obviar que representa una parte fundamental en la economía española, generando empleo, moviendo dinero, y sin olvidar que muchas empresas y negocios dependen de él.

El sábado 28 de mayo se juega la final de la UEFA Champions League, y como ya ocurriera en 2014, se enfrentarán dos equipos españoles (los mismos que en aquella ocasión): Atlético de Madrid y Real Madrid. Dos equipos madrileños serán el centro del fútbol europeo (y mundial), durante las dos horas que dure el partido.

Este evento generará muchísimo dinero. Entradas, billetes de avión, hoteles, transporte, bares y restaurantes... muchos negocios se verán beneficiados. Y no solo los que se ubiquen en Milán, ciudad que acoge la final, sino que va más allá. Como en Fintonic nos gusta desgranar todo, hemos realizado un análisis con todas las partes que se verán beneficiadas con la final de la Champions.

¿A quién beneficia esta final? Es innegable que realmente la sede, Milán, será la más favorecida. Todos los aficionados gastarán allí su dinero en comida y bebida, se desplazarán en taxi o bus por la ciudad, comprarán recuerdos, se alojarán en sus hoteles.... Por lo que todos los negocios de la zona de los alrededores de San Siro, el estadio donde se jugará el partido, y, en general, todos los de Milán, obtendrán ganancias. Poniendo la vista en un escenario similar, hace dos años en Lisboa, la ciudad ingresó más de 46 millones de euros.

Bares y restaurantes en España. El hecho de que los dos equipos sean españoles es negativo en términos macroeconómicos, ya que no genera tanta expectación en dos países, sino solo en uno. España puede llegar a generar, tomando como base los datos de hace dos años, entre unos 150 millones de euros. Además, según las últimas investigaciones de Estudios Fintonic, los españoles gastamos de media al año unos 62,4 al año en este concepto, y en la capital se gasta hasta ¡un 18% más! Gracias a esta propensión al gasto en restauración, son los locales de Madrid los que se verán beneficiados especialmente dado que ambos finalistas son de la capital.

Los patrocinadores de la UEFA. Al ser un partido con un gran volumen de telespectadores, las marcas que se anuncien se verán más beneficiadas y tendrás unos ingresos mayores que en cualquier otro partido.

Los clubes, el Atlético de Madrid y el Real Madrid se beneficiará ambos, ya que ingresan unos 60 millones de euros el ganador, y algo menos, unos 56 millones el perdedor, contando todos los ingresos.

Las televisiones, en este caso Antena 3, la cadena que posee los derechos de emisión de la final en España, verá como sus audiencias se disparan y superan con creces los 11 millones de telespectadores, (con más de un 62% de cuota de pantalla) tal y como ocurrió con la final entre los dos equipos madrileños en el 2014. Esto sin contar con la repercusión global y europea que tendrá el partido, que en 2014 tuvo un alcance global de más de 380 millones de espectadores según la UEFA.

Las compañías aéreas que transporten a los equipos y también las que desplacen a los aficionados. Las casas de apuestas, que recibirán un aluvión de apuestas de todo el mundo. Y ya que tenemos todo en cuenta, no nos podemos olvidar de los árbitros, que tendrán unos ingresos extra. En definitiva, se avecina un partido que mueve grandes cantidades de dinero en toda Europa, pero principalmente en España e Italia.

DOS COLOSALES DOBLETES CONSECUTIVOS

Jordi Grimau

El Vicente Calderón se preparó para una final de alto nivel, pero lo que demostraron Barcelona y Sevilla superó todas las expectativas. El Sevilla salió mejor y el Barça se quedó con 10 en el minuto 35 por expulsión de Mascherano, pero en la segunda mitad los sevillistas desaprovecharon sus ocasiones, y la expulsión de Banega en el descuento niveló la prórroga. Con igualdad de fuerzas y tras haber pasado el peor trago, apareció Messi para poner un pase al hueco letal para Jordi Alba. 1-0 épico para los azulgranas que Neymar certificó en el último minuto de la prórroga, y la Copa del Rey y el doblete se fueron para Barcelona.

Comenzó la final como no podía ser de otra manera, con mucha intensidad. Los azulgranas quisieron golpear primero con un pase al hueco de Iniesta que remató fuera Suárez, pero rápidamente cambió el panorama.

Espoleado por los cánticos de su afición, mucho más ruidosa que la del Barcelona, el Sevilla se plantó en su campo defendiendo a ultranza y creando mucho peligro al contragolpe.

Fruto de este método dirigido por el catedrático Unai Emery, Coke estuvo a punto de emular la final de Basilea marcando otro gol decisivo, pero tras el pase atrás de Vitolo, el número 23 golpeó el cuero de la peor manera posible y falló lo que era un gol cantado.

En el otro bando, solo Messi aparecía de vez en cuando por el centro rompiendo el engranaje defensivo rival, pero el argentino, que intentó un gol olímpico, no estaba fino con el último pase.

En media hora de partido no hubo ni rastro de Neymar ni de Suárez, y el mayor peligro del Barça lo llevó Alves con un tiro lejano. Entre tanto, la 'guerra' de las banderas en las gradas se convirtió en la 'guerra' de los cánticos.

Del 'qué viva España' de los sevillistas al 'independencia' de los catalanes. La política estaba muy presente en la final.

Y el júbilo se desató en el sector andaluz cuando el minuto 35 Gameiro aprovechaba un pelotazo para ganarle la espalda a Mascherano y forzar la roja del argentino.

Cayó en la trampa el veterano defensor, y pudo dar las gracias, dado que por poco comete la falta dentro de su propia área.

Acto seguido, Banega propició un paradón de Ter Stegen, y el Barça, como un león herido, despertó de su letargo.

Con 10, pero con una calidad única en el ataque, llegaron dos ocasiones que pudieron darle la vuelta a la tortilla. En un córner, Piqué remató a placer y su remate se fue alto por poco.

Neymar hizo su primera aparición caracoleando en el área después y cediendo a Messi un tiro franco, pero el '10' no pudo precisarlo.

0-0 al descanso, y todo por decidir con un Sevilla con superioridad numérica ante un Barça tocado, pero para nada hundido.

La segunda parte de la película comenzó siendo un thriller para el Barcelona. Tras una salida en tromba del Sevilla con tiro al palo de Banega incluido, en la primera jugada de ataque azulgrana, Suárez se rompió.

El uruguayo sufrió un tirón en la parte posterior de la pierna derecha, y se fue llorando del césped. La Copa América peligraba para él, y sin él, lo hacía la Copa del Rey para el Barça.

El parón por la lesión se convirtió inesperadamente en un soplo de aire fresco para el Barça, porque lo que vino después fue el Sevilla, empujado por todo Nervión.

Primero Vitolo caracoleó y no tiró cuando tenía toda la portería para él, y tras un error en la salida de balón de Busquets, un chut de Iborra en el borde del área lo despejó la defensa azulgrana cual frontón.

Pero todavía faltaba lo peor, ya que a la salida del córner Busquets despejó un disparo de Krychowiak que se iba para dentro. El Barça salió vivo del chaparrón.

Y con dos acciones individuales de Neymar e Iniesta que terminaron en falta, los azulgranas gozaron de un libre directo en botas de Messi, pero el argentino tenía la mirilla desviada, y su chut lo recogió Rico sin problemas.

A partir de ahí el partido se volvió una locura. El Sevilla apretaba y del Cerro Grande se hizo enorme en el partido.

Falló cuando Neymar se iba solo, interpretando un piscinazo que sería la segunda amarilla para Rami, y cargó a varios jugadores azulgranas con amarillas por las protestas.

En la siguiente jugada, con un eslalon de Iniesta con pase al hueco de Rafinha para Neymar, Banega derribó al brasileño y ahora sí, expulsión para el aregntino.

Las fuerzas se igualaban con 10 jugadores y el partido, envuelto en bronca y polémica, se fue directo a la prórroga.

El que perdona en fútbol la paga, y eso mismo le pasó al Sevilla. En el minuto seis de la prórroga, Jordi Alba le ganó la espalda al lateral derecho y tras recibir un pase largo de Messi desde el centro del campo, superó por el segundo palo a Sergio Rico.

Estalló la grada azulgrana, que vivió casi una hora del partido sufriendo las acometidas de un Sevilla en superioridad numérica. El fútbol es imprevisible y este partido lo volvió a poner de manifiesto. No en vano, Jordi Alba marcó su primer gol de la temporada en el momento más indicado.

El gol fue un palo muy duro para un Sevilla que tuvo que remar a contracorriente el resto del choque, con jugadores desesperados como Carriço, que fue expulsado por protestar. Alves y Piqué pudieron aumentar la cuenta azulgrana, pero solo Neymar pudo hacerlo en el último suspiro para poner el 2-0 final.


El doblete se fue para Barcelona, el séptimo de Liga y Copa en la historia de los culés y el segundo para Luis Enrique.

jueves, 19 de mayo de 2016

EL IMPERIO DEL SEVILLA

Portentosa actuación del cuadro andaluz en la segunda parte de la final para remontar al Liverpool, sumar su tercera Liga Europa consecutiva y la Quinta de su historia

Antonio Blanca

El público congregado en el St. Jakob Park de Basilea (Suiza) volvió a presenciar este miércoles una de esas finales europeas que pasan al imaginario colectivo. El renacido Liverpool de Jürgen Klopp, en busca de recuperar la gloria europea (en la competición menor) en un año en el que escaló hasta la octava posición de la Premier tras la llegada del técnico alemán. Frente al equipo que se ha apoderado de la competición en once años, el Sevilla.

Los onces iniciales propuestos por ambos técnicos dejaban claro las intenciones de cada uno. Klopp, poniendo sobre el césped a cinco jugadores con marcado carácter ofensivo como lo son Milner, Lallana, Firmino, Coutinho y Sturridge. Emery, siendo previsor, tiró de pizarra moviendo a Coke al centro del campo dejando la banda derecha a Mariano para tratar de contrarrestar la efusividad atacante del Liverpool.

A pesar de las intenciones del técnico sevillista, el planteamiento de los ‘red’ sobrepasó por completo al equipo español. El despliegue físico de los ingleses, presionando en todo el campo y moviendo la pelota con velocidad endiablada, era de tal intensidad que un Sevilla que usó las últimas tres jornadas de Liga para dar descanso a los titulares fue incapaz de igualar.

En medio de la batalla de intensidad en la que se convirtieron los diez primeros minutos, Carriço se convirtió en protagonista por partida doble. Primero, cuando con una chilena bajo la línea de gol despejó un remate de cabeza de Sturridge que ya cantaba la afición ‘red’ como el primero de la noche. Segundo, un minuto después cuando cometió un penalti claro por mano en el que el árbitro principal, el de área y el linier se convirtieron en la excepción a los testigos que lo presenciaron en todo el estadio.

La final era un monólogo del Liverpool, el Sevilla apenas generaba peligro más allá del balón parado y centros lejanos. La calma y tino de Banega con la pelota era insuficiente para sobrepasar el agobio al que eran sometidos los de blanco por la presencia continua de un jugador rival alrededor.

Pese a su inferioridad manifiesta, el Sevilla logró dar un susto a la media hora cuando Gameiro se inventó la ocasión más clara para los suyos con una chilena dentro del área cazando un balón perdido y mandándolo a escasos centímetros del poste bajo la atenta mirada de un Mignolet que poco hubiera podido hacer de tener algo más de puntería el ariete galo.

Sin embargo, el dominio del Liverpool acabó por tener recompensa en el minuto 35 gracias a un espectacular remate con el exterior de Sturridge desde la zona izquierda del interior del área que hizo inútil la estirada de David Soria.

El 0-1 dejó grogui al Sevilla, ya de por sí dominado, y permitió al Liverpool pasar a una fase de acoso y derribo. Un posible 0-2 fue anulado cuando Sturridge, en fuera de juego claro, amagó por tocar un remate de cabeza de Lovren que iba claramente al interior de la portería del Sevilla.

Lo mejor para el Sevilla en la primera parte acabó siendo el pitido del árbitro para señalizar el descanso y el propio colegiado sueco que birló otro penalti a los de la ciudad de los Beatles, por mano clarísima de Krychowiak. El 0-1 se quedaba corto para el Liverpool teniendo en cuenta la diferencia abismal en el juego a favor de los de Klopp.

La charla de Unai Emery al descanso debió ser de la que servirían de guión en una película con aires del Hollywood más comercial tipo Al Pacino arengando a los suyos en un vestuario protagonizado por Channing Tatum, pues el cambio que dio el Sevilla de una mitad a otro es de los que quedan escritos en los anales de la competición.

No bastaron sino diez segundos para demostrar los renovados aires en el Sevilla. Mariano cazó un rechazo de Alberto Moreno, se fue del mismo Moreno con un caño y enfiló la portería por banda derecha para ceder con un pase raso a Gameiro el honor de anotar el gol del empate.

La euforia inundó tanto a equipo como afición y los papeles de la primera mitad se intercambiaron en la segunda. La mística del Liverpool en finales europeas, donde nunca antes había sido remontado, palideció ante la del Sevilla, de la que no escasea ni mucho menos.

Gameiro gozó en el minuto 48 de un mano a mano claro, pero la velocidad de Touré hizo aparición para desviar el balón a córner.

Poco a poco todos los jugadores fueron entrando en calor, y si Banega segui mandando en el centro del campo, se le sumó un Vitolo imperial en banda izquierda. El canario se ofrecía a para el pase y el desborde. Y gracias a ello actuó como punta de lanza en la jugada del segundo tanto. Tras hacer tres pareder con diferentes compañeros, Vitolo se plantó en el balcón del área. Justo cuando parecía que el balón se le escapaba con un toque largo, apareció por detrás a la velocidad del rayo Coke para mandar un testarazo al fondo de la red. Ahora sí, con el 2-1 en el minuto 64, el estadio ya cantaba en un solo idioma.

Klopp trataba de reaccionar metiendo más madera en su ataque. Si ya de por sí su once inicial era ofensivo, con la entrada de Origi, Benteke y Allen acabó por depositar toda su fe para lograr la remontada que acabó como imposible.

En el minuto 70, el lateral enviado al centro del campo con la misión de tapar a Coutinho acabó siendo el héroe de la noche cuando acabó rematando solo cerca del área pequeña un balón para transformar el definitivo 1-3. Entonces la confusión fue la que dominó esos instantes, pues mientras Coke se iba a celebrarlo los jugadores del Liverpool miraban al linier que marcaba fuera de juego. Sin embargo, en una buena decisión, el colegiado señaló saque de centro pues el balón le llegó a Coke por un despeje fallido de un defensa. Así pues, no había fuera de juego y, por lo tanto, la quinta corona europea estaba ya más cerca.

Los infructuosos intentos del Liverpool no movieron un ápice la determinación del Sevilla, que ante el toque de corneta inglés llegó a contar con espacio y ocasiones para aumentar más las diferencias.

El 3-1 quedó como marcador definitivo en la quinta Liga Europa del Sevilla, la tercera consecutiva en un domino iniciado en 2005. Con Reyes levantando el trofeo, el conjunto hispalense certifica su presencia en la fase de grupos de la Liga de Campeones y suma una fecha más a su calendario de finales. Tras la de Copa del domingo, suma la Supercopa de Europa a la de España como citas obligadas del verano.

miércoles, 18 de mayo de 2016

EL LIVERPOOL DE KLOPP ÚLTIMO ESCOLLO PARA LA 'QUINTA'

José Antonio Moya

El Sevilla FC y el Liverpool FC pelearán este miércoles (20.45 horas) en el estadio St.Jakob Park de Basilea (Suiza) por la conquista de la Europa League y el consiguiente doble premio del billete para la fase de grupos de la próxima Liga de Campeones, una final que se presenta igualada y en la que el halo de ‘gigante’ continental que despide el conjunto ‘red’ es el último obstáculo para que los de Unai Emery entren en la historia del fútbol continental.

El equipo sevillista repite por tercera vez en la final de la segunda competición europea, que ya ha ganado en un récord de cuatro ocasiones, con el objetivo de tumbar ahora a uno de los clubes más laureados para sumar la quinta en el breve espacio de diez años desde la consecución de la primera en Eindhoven (Holanda), en aquella final contra también un rival inglés, el Middlesbrough.

El actual campeón busca un éxito más que le consagre entre la elite europea. Sin el gran prestigio que da una Copa de Europa, algo de lo que sí puede presumir su rival y en gran cantidad (5), el equipo andaluz ha formado un idilio con este torneo y para el que ha consagrado casi todo su tiempo desde el mes de febrero, ansioso por reeditar su corona e igualar a equipos como el Bayern, Ajax o Real Madrid, los únicos capaces de conseguir ganar tres años consecutivos la misma competición, en este caso la antigua Copa de Europa.

Estos tres son considerados ‘gigantes’ del fútbol del Viejo Continente, lo mismo que el Liverpool, pentacampeón de Europa y triple ganador de la antigua Copa de la UEFA, la última en 2001 en aquella espectacular final contra otro equipo español, el Deportivo Alavés. A estos títulos, hay que añadirle tres Supercopas de Europa para conformar un palmarés europeo de prestigio de un conjunto, sin embargo, que ha perdido un protagonismo que desea ahora recuperar y así igualar a su rival en títulos.

Será una lucha también entre dos equipos muy parecidos, más a gusto en el contragolpe que en la posesión y ambos con talento en sus filas, y dirigidos por dos de los técnicos más carismáticos de la actualidad como Unai Emery y el alemán Juergen Klopp.

El Sevilla se enfrenta a una de sus semanas más importantes de su historia, con la disputa en cinco días de dos finales de relevancia, porque el domingo tendrán que medirse al FC Barcelona en la final de la Copa del Rey, poco tiempo para gestionar todo lo que a nivel emocional suponen dos partidos así.

Por ello, los de Emery quieren llegar al Vicente Calderón como campeones de la Europa League, sabedores de que este miércoles su favoritismo puede ser mayor que el domingo ante los de Luis Enrique Martínez. “Sólo los elegidos pueden tener dos finales en una semana y ganar las dos ya sería una barbaridad de alegría”, advirtió José Castro, presidente sevillista.

El técnico vasco tendrá que decidir si optar por repartir algún esfuerzo entre una final y otra, aunque todo hace indicar que pondrá ante el Liverpool su mejor once, con la única ausencia de los lesionados Krohn-Dehli y Trémoulinas, y con la presencia en la portería de David Soria, dispuesto a vivir lo que le pasó a Sergio Rico el año pasado cuando fue el elegido por delante de Beto para la final ante el Dnipro, y con Coke, como ante el Shakhtar, adelantar su posición y Mariano Ferreira jugar de lateral.

Después de dar descanso desde hace tiempo en liga a sus principales jugadores, se espera la mejor versión de jugadores como Krychowiak, Banega, Vitolo y, sobre todo, el goleador Gameiro, en su mejor estado de forma y dispuesto a emular al ya no añorado Carlos Bacca, clave hace un año con su doblete en Varsovia, para enviar un penúltimo mensaje a Didier Deschamps.

Por su parte, en el Liverpool, en su segunda final del año tras perder en los penaltis ante el City la Carling Cup, Klopp tiene alguna duda sobre su once, sobre todo por el estado físico de uno de sus puntales en el centro del campo, el capitán Jordan Henderson, que volvió a la acción el pasado fin de semana tras recuperarse de una lesión. También parece que estará listo el belga Divock Origi, pero el puesto de delantero sería, en principio, para Daniel Sturridge.


El Sevilla tendrá que vigilar sobre todo el talento que reside en los dos brasileños del equipo, Coutinho y Firmino, ambos futbolistas desequilibrantes, y salir airoso de la ‘batalla’ física que se presenta en el centro del campo, donde es poderoso un rival, avalado también por haber eliminado a United, Dortmund y Villarreal y sólo haber encajado una derrota, donde será titular un ex sevillista, Alberto Moreno, campeón a las órdenes de Emery hace dos años.

LA ESPAÑA PARA FRANCIA 2016

Carlos de Blas

Saúl Ñíguez (Atlético de Madrid) y Lucas Vázquez (Real Madrid) son las principales novedades en la primera lista de 25 jugadores seleccionados por Vicente del Bosque para preparar la Eurocopa 2016, en la que no están ni el rojiblanco Fernando Torres ni el atacante del Chelsea Diego Costa.

Debido a los compromisos que tienen aún pendientes varios clubes, Del Bosque ha elaborado dos listas de jugadores -una con jóvenes promesas y otra con los 25 de la que puede salir el día 31 la definitiva de 23- que se irán incorporando paulatinamente desde el próximo lunes.

El Real Madrid y el Atlético de Madrid disputarán el día 28 la final de la Liga de Campeones, el Manchester United y el Juventus el 21 las finales de Copa de Inglaterra (ante Crystal Palace) e Italia (frente a Milan) y el Oporto la lusa (ante Sporting de Braga) el 22, día en el que se jugará también la de la Copa del Rey entre el Barcelona y el Sevilla.

Así, el día 23 quedarán concentrados en Las Rozas jóvenes valores: Sergio Asenjo, Denis Suárez (Villarreal), Héctor Bellerín (Arsenal/ING), Jony Castro (Celta), Pau López (Espanyol), Diego Llorente (Rayo Vallecano), Jorge Meré (Sporting), Marco Asensio (Espanyol), Iñaki Williams (Athletic), Pablo Fornals (Málaga) y Mikel Oyarzabal (Real Sociedad). Junto a estos se concentrarán el lunes César Azpilicueta, Cesc Fábregas, Pedro Rodríguez (Chelsea), Bruno Soriano (Villarreal), Mikel San José, Aritz Aduriz (Athletic), David Silva (Manchester City), Manuel Agudo 'Nolito' (Celta).

Más tarde se incorporarán Iker Casillas (Oporto), David de Gea (Manchester United), Sergio Rico (Sevilla), Gerard Piqué, Sergio Busquets, Jordi Alba, Andrés Iniesta, Marc Bartra (Barcelona), Thiago Alcantara (Bayern Múnich) y Álvaro Morata (Juventus). En el último grupo de incorporación será el de los madridistas Dani Carvajal, Sergio Ramos, Isco Alcarcón y Lucas Vázquez y los atléticos Juanfran Torres, Saúl Ñíguez y Koke Resurrección.

Vicente del Bosque deberá reducir esa lista de 25 a 23 y facilitarla a la UEFA el día 31 de mayo, aunque precisó que podría entrar alguien que no esté en dicha relación.


España disputará tres partidos amistosos de preparación frente a Bosnia en Saint Gallen (Suiza) el 29 de mayo, Corea del Sur en Salzburgo (Austria) el 1 de junio y ante Georgia en el Coliseum Alfonso Pérez de Getafe el 7. En la Eurocopa 2016 debutará el 13 de junio ante la República Checa en Toulouse y luego jugará ante Turquía el 17 en Niza y frente a Croacia el 21 en Burdeos.

martes, 17 de mayo de 2016

HINCAR LA RODILLA POR PRIMERA VEZ

Jaime Trevijano
En 2015, el Sevilla se convirtió en el primer y hasta la fecha único club en ganar cuatro títulos de la Copa de la UEFA-Europa League. Un hito que puede igualar en este 2016 el Liverpool, rival del propio Sevilla en la final de este miércoles 18 de mayo, que se celebrará en el estadio St. Jakob-Park, en Basilea. Si gana el Sevilla, sumaría se tercer entorchado consecutivo y, con cinco trofeos, marcaría más distancia con Liverpool, Inter de Milán y Juventus, los equipos que tienen tres Copas de la UEFA-Europa League.
Pero una cosa que sucederá seguro será que uno de los dos finalistas de esta edición de la Europa League será subcampeón por primera vez en su historia. Y es que tanto Liverpool como Sevilla han ganado las siete finales de la competición que han disputado. El Liverpool venció en 1973 al Borussia Mönchengladbach y en 1976 al Brujas, en 2001, en la más dolorosa para los aficionados españoles, doblegó al heroico Alavés.
El Sevilla, por su parte, venció en las final del 2006 al Middlesbrough F. C. y en la de 2007 al Espanyol, convirtiéndose en el segundo equipo, tras el Real Madrid, en sumar dos títulos consecutivos. Gesta que repitió en 2014 y 2015, al tumbar al Benfica y al F. K. Dnipro Dnipropetrovsk, respectivamente.
Si el Liverpool gana el miércoles, sería el segundo equipo en ganar cuatro títulos e igualaría al Sevilla. Por el contrario, si lo hacen los andaluces, no sólo se quedarían más solos al frente del palmarés con cinco éxitos, sino que romperían otra marca al convertirse en los primeros en ganar tres Copas de la UEFA-Europa League de forma consecutiva. 

lunes, 16 de mayo de 2016

UNA SOSPECHOSA SALVACIÓN

Julio Candela

El Sporting de Gijón certificó la permanencia en la Liga BBVA tras su victoria sobre el Villarreal (2-0) y la derrota (2-1) en el campo del Betis del Getafe, que acompaña en el descenso al Rayo Vallecano, cuyo triunfo ante el Levante (3-1) no le valió de nada.
Fue el fin de temporada perfecto para el Sporting. Dependía del Getafe. Necesitaba que no ganara en el Benito Villamarín y vencer al submarino amarillo. Y le salió todo redondo, máxime si se tiene en cuenta que el entrenador de su rival Marcelino García Toral reconoció querer al Sporting en Primera, y alineó un equipo flamante y novedoso, pleno de suplentes y que apenas si compitió en El Molinón, alimentando una vorágine de dudas y sospechas del todo fundadas.

Se adelantó rápidamente por medio de Jony Rodríguez (m.8) y el Getafe notó la presión. Al descanso la situación favorecía al Sporting, pero no era definitiva porque un gol del cuadro del argentino Juan Eduardo Esnaider le otorgaba la salvación.

En cambio, en el segundo periodo el Betis, que no se jugaba nada, como el Villarreal, acabó de un plumazo con las ilusiones getafenses y relanzó las sportinguistas con los goles del argentino Germán Pezzella (m.56) y de Rubén Castro (m.73, de penalti).

Sergio Álvarez amplió la cuenta del Sporting en El Molinón a falta de once minutos. Comenzó la fiesta en Gijón pese a que el Getafe quiso morir de pie y acortó distancias con un golazo de Álvaro Medrán (m.84).

El Getafe necesitaba un milagro de dimensiones estratosféricas. No llegó. Apenas tuvo opciones de revertir la situación y acabó por no aprovechar el depender de sí mismo para bajar a la Liga Adelante tras doce campañas seguidas en Primera.

Decepción, lágrimas y enfados en el césped del Villamarín y fiesta por todo lo alto en El Molinón, que al final vivió una invasión de su enfervorizada afición para disfrutar con una permanencia muy sufrida pero que se ha ganado con un gran valor y una plantilla llena de juventud e ilusión dirigida por Abelardo Fernández.

El Rayo, que dependía de que pincharan Getafe y Sporting, no falló ante el colista Levante, al que derrotó por 3-1, pero no le valió para alcanzar la permanencia.

Pablo Hernández y Jozabed Sánchez sentenciaron el partido pronto. El cuadro de Paco Jémez quedaba pendiente de que el Villarreal al menos sacara un empate en Gijón, pero no se dio el caso.

José Antonio García 'Verza' acortó distancias de penalti (m.60), pero el venezolano Nicolás Fedor 'Miku' rubricó (m.73) el triunfo del Rayo en su despedida de Primera, la victoria más amarga.

El fútbol madrileño, por lo tanto, perdió de tacada dos de los cuatro equipos que tenía en la Liga BBVA, aunque podría recuperarlos si el Leganés y el Alcorcón rematan una magnífica temporada en Segunda.

La Liga 2015/16 se cerró con la cara más dura, la de la amargura de los descendidos, y la más feliz, la del equipo que lograba la permanencia.


En este último día, el Málaga goleó a Las Palmas por 4-1 con un doblete del brasileño Charles y certificó la octava plaza, y el Espanyol también superó al Eibar por 4-2 con sendos dobletes de Gerard Moreno y Marco Asensio.

GANAR LA LIGA POR DOS VECES

El conjunto entrenado por Luis Enrique venció sin problemas en Granada para conquistar su vigésimo cuarto entorchado liguero después de haberlo tenido en la mano a finales de marzo

Antonio Blanca

Canaletas, plaza tectónica del sentir barcelonista, amanece inflamada de azulgrana en este crepúsculo del calendario futbolístico nacional. La delegación construida y patroneada por Luis Enrique, que enfrentaba este determinante sábado a un Granada bajo sospecha -de manera reiterada y a la sombra de la lupa de las instancias que miman la competencia en el deporte-, supo conducirse hacia el vigésimo cuarto entorchado liguero de la faraónica entidad catalana. Consiguió el técnico asturiano que su vestuario interiorizara la abstracción del ambiente que envolvía el envite postrero, inyectando a sus subordinados la motivación necesaria para conquistar la ciudad nazarí, con seriedad en el compromiso, sencillez en los propósitos y regusto en la ejecución. Sin escatimar y alineando a los titularísimos. Los goles (0-3) de Luis Suárez, que le convirtieron en pichichi con certificación oficial, con 40 dianas en el zurrón, cinco más que las acumuladas por Cristiano Ronaldo, y afianzó su ventaja en la brega por la Bota de Oro, vinieron a descorchar la gloria merecida para una plantilla que arrancó resuello, intensidad y finura a tiempo. Antes de que la apnea de rendimiento padecida, que nubló la perspectiva histórica de repetir trono en el Viejo Continente hasta convertirla en una tenebrosa ensoñación, contaminara todo el cuadro. Debía ganar un partido de fútbol. Y gozaba de la unicidad de su tesitura: con cumplimentar la exigencia endógena le bastaba, sin afligir su voluntad con las cadenas de la dependencia del rendimiento del otro gallo. Tal circunstancia condicionaba al Real Madrid, el inesperado aspirante sorpresa, que lució traje de gala, sudor y resolución en Coruña (0-2) en un esfuerzo que, lejos de significar futilidad, ahonda en el sustento de la autoestima de cara al baile milanés del 28 de mayo. Los urgidos tres puntos en liza, recolectados de forma simultánea por ambos colosos, cifraron el epílogo del torneo en una distancia de un punto (91 firmó el Barça y 90 el conjunto capitalino).

El paroxismo culé clausuró uno de los cierres del campeonato doméstico de resolución más equidistante que evocan los anuarios. El desamarre de última hora del Atlético, que restó compresión al tenso devenir que había confeccionado el renacimiento de la paridad entre los aspirantes -tras el monopolio incendiario desatado por el advenimiento del icónico tridente blaugrana en el pasado curso- y ascendido el nivel competitivo en torno al título hasta el pedigrí legendario con que se arribó a la trigésimo séptima jornada, regaló la escena al dúo cuyas inercias protagonizarían el relato del ejercicio 2015-16. Porque esta Liga que baja su telón remarcando el predominio barcelonés en el palmarés del presente siglo (ha alzado ocho de las 16 ediciones en juego, por cinco merengues, dos valencianistas y una atlética), con récord de goles del trío Messi-Neymar-Suárez en su dorada temporada (130), el subrayado de la tendencia que dictaba que el Barça nunca perdió el trofeo en la fecha final y con Jan Oblak emparejando el registro de Liaño como guardameta menos goleado en 38 partidos (18 veces recogió el cuero de sus redes el arquero gallego entre 1993 y 1994), premió la capacidad de supervivencia, en un paradigma de maltrecha regularidad, del púgil más consistente en la manutención temporal de sus presupuestos. Preponderó el afiance del diseño de plantilla e interpretación del juego y penalizó el proceso de asimilación y acomodo de las estructuras que quisieron insuflar renovado aire estival -o vendaval- en la transición entre ejercicios. Así, copó el liderato el club entrenado por el Lucho en 27 jornadas (en trazo ininterrumpido desde la vigésimo primera ronda), resaltando la coherencia en la confección de sus peones y los roles consiguientes, quedó apeado el bipolar desempeño madridista, de turbulento recorrido, y se le escapó la guinda de entre las cenizas del fragor de laboratorio al escuadrón de Diego Pablo Simeone, defensa más granítica de Europa, que concluyó con triunfo casero ante el Celta y un soberbio y pionero currículo de 24 duelos competidos sin encajar goles, además de una relación descriptiva en sus derrotas: en los seis fracasos cedidos cayó por un sólo gol de diferencia.

Barcelona, Real Madrid y Atlético, ilustre podio que pinta los matices estilísticos en los que navega el reluciente éxito del balompié patrio en el escaparate internacional -en una escala pendular que va desde la ortodoxia ofensiva, el híbrido de corte vertiginoso y el regreso al enriquecido rigor defensivo-, esbozaron trayectorias antagónicas a lo largo del viaje, fruto de las decisiones remachadas hasta agosto de 2015. Así, la continuidad catalana se desmarcó de la vuelta de tuerca colchonera y el viraje, con aspecto de metamorfosis, adoptado por la esfera dominante en Concha Espina.

Al tiempo que las oficinas de Can Barça se veían constreñidas a limitar su enfosque de las oquedades del vigente campeón de todo -que tragó sólo un imprevisto en su paseo triunfal, en la Supercopa de España y con Aduriz uniformado como gudari futbolístico- a las incorporaciones de Arda Turan y Aleix Vidal (dos transacciones desprovistas de legitimidad práctica que tradujeron el bagaje del banquillo catalán, tétrica lesión de Rafinha e irrupción de Sergi Roberto mediantes, hacia una tendencia al vacío de contenido que elevaría sobremanera la exigencia jurisdicción del once arquetípico), la ribera del Manzanares asistió a un salto de página: el libreto del Cholo habría de localizar espacios de acomodo para el desembarco de la calidad de nuevo cuño. Óliver, Vietto, Carrasco, Correa y Jackson fichaban cada mañana en el Cerro del Espino, ocupando los escaños de elementos divergentes como Mario Suárez o Raúl García. Apostó el club indio por incluir el cortejo de la pelota como una herramienta central y desterrar la concepción accesoria protagónica hasta entonces, y el proceso de aprehensión se activó con la templanza, denodada pasión por el estudio y laboriosidad característicos. No iba a resultar sencilla la maniobra de mutación, pues “la identidad no se negocia” -según verbalizó el acompañante de Germán Burgos en el timón rojiblanco-. Tardó en tomar altura, pero, en el entretanto, Antonine Greizmann (que daría carpetazo a su ficha con su marca más redonda anotadora, los momentáneos 32 goles), Saúl, Yannick y el efectivo retorno de Filipe Luis sostenían el puntaje de los suyos. A la espera de que la receta alcanzara un punto de cocción que, al fin, se destaparía en un 2016 que les ha disparado hacia su segunda final de Liga de Campeones en tres años. Amaestrando a Barcelona y Bayern de Munich. Con más variantes nominales (Augusto, Kranneviter, Lucas, Thomas y Fernando Torres) y estratégicas. Sin embargo, el crecimiento bajo los fogones pacientes y meticulosos de Simeone no estiró su rédito más allá del objetivo grabado como mantra a comienzos de la carrera: el tercer puesto quedó autografiado con un buen puñado de semanas de antelación (y un abismo de 21 puntos para con el cuarto clasificado, el brillante Villarreal).

En un distrito más condecorado y norteño que el que acoge al Atlético, el Real Madrid decidió que Rafa Benítez tomara posesión para “curar los vicios heredados” de una plantilla que se había desinflado de indolencia y desatención a lo colectivo en el último estertor del mandato de Carletto, y que ya no se despegaría de la latente sensación de sospecha. Ni siquiera ahora que saborean la presunta antesala de la Undécima. La ruptura de líneas y la agrietada vigilancia de la espalda propia sangraba, de forma impía, el buqué de la candidatura capitalina. Así, ante la imposibilidad de revertir el ánima, lo inesperado aconteció de manera sistemática hasta convertir esa acepción en sistémica, en paradigmática de la temporada en su conjunto. La aridez con la que algunos pesos pesados transigieron con la regresión a sistemas más enfocados al equilibrio y la evolución a partir del repliegue que al mandato anárquico de la improvisación ofensiva como ecuación global, convulsionó la temperatura del vestidor. En dirección antitética con la congruencia entre el aparataje filosófico del cuerpo técnico y el de los futbolistas que deleitaba el silente desarrollo de los otros dos pretendientes del éxtasis final, se desplegó en Valdebebas una soberana guerra de guerrillas, con trincheras intestinas y externas, sabotajes en todas direcciones y dialécticas alejadas de la placidez buscada en la firma del técnico campeón de Europa con el Liverpool. Los guarismos, menos pomposos de lo reclamado extramuros, aliñaron un hirviente plato abrasivo que encontró en Benítez el sujeto pasivo. La víctima propiciatoria. Los jugadores ganaron una batalla ideológica que parecería condenar, en enero, cualquier atisbo de horizonte pomposo. El cambio de entrenador en pleno transcurrir, propio de empresas infructuosas adolecentes de sutura provisional, designó el debut de Zinedine Zidane como la tirita que salvara el tipo, la honra aristocrática maltratada por la relación de fuerzas que se hizo notoria con el affaire Mourinho-Casillas, y, de paso, transmutara en válida la teorización de la exigente Copa de Europa como clavo ardiendo. Como flotador que disimulara un naufragio del que no escapaba ni la zona noble ni la hierba.

Se propuso el técnico galo “intentar hacerlo lo mejor posible” en su presentación, con tímido tono y sonriente promoción de una ilusión, entonces, impostada. Acudió el acuciado mandatario a Zizou, el simbolismo ganador madridista personificado, para reenganchar a la tribuna, al palco y al vestuario con lo identitario de la entidad. Con el fin, en segundo término, de congraciar a todos los actores envueltos en un epílogo sobre el que el entrenador extremaba su economía del lenguaje para prometer que “lucharían hasta el final”. Pues bien, sobre los cimientos de un replanteamiento físico, la probatura de la mezcla de piezas en la medular, algún que otro rapapolvo dialéctico de puertas para dentro susurrado en público y la digestión de las repetitivas lesiones de alfiles nucleares, el Madrid del elegante mediapunta metido a preparador interino fue ganando confianza en casa y seriedad a domicilio. Granjeándose callo en visitas que dejaron sangre y costra. Todo ello hasta alumbrar el término medio aristotélico, teatralizado en el ascenso de Casemiro a ancla indispensable. La asignación de secundario irrebatible al carioca de oscura y eficiente labor victimizó a la calidad técnica de artistas como Isco y James. En una directriz rebosante de valentía.

Entre los ecos de los vociferantes altavoces integristas de la concepción frugal y ofensiva de este deporte, henchidos con la cabeza de Benítez, Zidane narró sus primeros renglones de autoridad. Lucas Vázquez, Jesé, Danilo, Nacho, Kovacic y Pepe se subieron al galope de la inercia, en un dibujo que propulsaba la potencialidad de Modric y Kroos, situados, al fin, en sus espacios naturales. Fuera de los correajes del mediocentro que no eran y habían sido forzados a ser. El repunte goleador de Benzema (24 dianas), de la influencia jerárquica de Bale, de la propulsión autogenerada de Marcelo, Carvajal, Ramos y Keylor Navas y el escorzo decisivo de un Ronaldo que gritaba respeto a comienzos de año y sonreía reconocimiento a finales del curso, coronaron un paisaje que cuajó la mejor versión madridista en el cierre de temporada. Con doce triunfos concatenados en los últimos eventos del calendario liguero (36 puntos sobre 36, récord de otra era futbolística que retrotrae a los años 50), la certificación de la séptima edición del campeonato consecutiva en que pone broche a la cosecha con la centena de goles acumulados (hito que cuenta con la persecución del Barça, que alcanzó su quinta acumulada) y la sexta ocasión en que el cuestionado delantero luso, de estadística hipertrofiada, descerraja lanzamientos que besan las mallas contrincantes más de 30 veces. Lo que se antojaba como un paréntesis de transición en la inauguración del ejercicio, y que hubo de ser repensada en el ecuador del mismo, ha apurado cada pulgada en disputa para cobrar estatus, presionar a su eterna némesis y, quién sabe si estableciendo un nuevo estándar en lo que a renacimientos deportivos se refiere. El totum revolutum desatado se descubrió desanudado, para sorpresa de propios y extraños, sin suponer un retraso irresoluble para el acometido de los anhelos merengues. Aunque los fantasmas no hayan cicatrizado. Del todo. La rosa que floreció entre el fangoso empedrado alude, en estos días de entreguerras y arranque de la fiscalización estacional, al posible brote de la contratación de un nuevo entrenador oficial, de pleno derecho y potestad, para el transatlántico madridista. Llamado Zinedine Zidane.

El campeón, de resaca recién sembrada, llegó a la orilla por mor de la continuidad, reafirmación y profundización de la fórmula y ecuación que les lanzó hasta hacer cima con el triplete de 2015. Abrió fuego la travesía barcelonesa tomando el rebufo del fútbol madrileño hasta adoptar el carácter monopolizador reconstruido por Luis Enrique. Refrescó el equipo culé la verticalidad e intensidad sin pelota, enseña diferencial del legado de Lucho en el intervalo post-Guardiola, dispensando una solidaridad de empeños que redundaba en la cohesión grupal, regando el pentagrama para que la calidad ejerciera su rítmica exquisitez y patrocinara la deflagración que encontró a esta edición del Fútbol Club Barcelona aposentado en la excelencia. De nuevo. Arrasando y ofreciendo una amalgama delicada de registros imponente, que tocó techo con el récord de goles anotados en un año natural, cifrado en 180 tantos en 65 partidos (superando la marca del Madrid de Ancelotti, que alcanzó los 178), conquistó el Mundial de Clubes con suficiencia y rozó el nirvana circundado los 40 partidos consecutivos sin morder el polvo que marcó el Nottingham Forest en los 70. Fueron 39 los duelos amontonados, cuya frontera se topó en el punto de inflexión que revolucionaría el interés competitivo de la pugna por el alirón.

La vuelta del Clásico (venganza del 0-4 que aceleró el paso de los blaugrana en la primera vuelta) cortó la ráfaga antes de que degustara lo histórico y terminó por significar toda una afrenta que activaría la introspección que deshilachó el itinerario sobresaliente catalán. El Madrid, desterrado en las predicciones, remontó para imponerse en territorio comanche por 1-2. Con uno menos tras la expulsión de Ramos. La catarsis madridista recibió el diagnóstico posterior de Gerard Piqué, profundo conocedor de los automatismos espirituales de su nido: “Hay que seguir adelante. Que no nos caigamos, que no caigamos en un bajón, porque estamos en una posición única y tenemos que seguir adelante”. No obstante, el golpe consiguiente a saberse 13 puntos por delante de los perseguidores, de manera virtual y después del gol inicial del central-portavoz, y no llevar nada a la boca al final del día más que el amargo sinsabor inherente a caer frente al enemigo, concebido en plano inferior, precipitó una debacle anatómica, de confianza, lucidez con balón y ardor en el repliegue, que esfumó el colchón en cuatro jornadas.

Tan sólo las dolorosas tablas en el trompicado derbi ante el Espanyol -que supuso una tormenta hiperbólica que empapó al camarín perico- se había cruzado en el devenir convencido del líder, pero la derrota ante un Madrid en rehabilitación, precedida por el 2-2 con perfume a derrota experimentado en El Madrigal, dio paso al apagón generalizado que contempló los fracasos en Anoeta (0-1), en la recepción del irregular Valencia (1-2) y en el cruce continental frente al Atlético. La inquietud quedó instalada, en una brecha de rendimiento cada vez más angustiosa, y el gigante azulgrana requería una reacción que relativizara la depresión post traumática (identificada en la negación de destacarse como un bloque único en el escenario mundial, repitiendo gloria en la Champions League). El técnico asturiano buscó una suerte de entente cordiale con sus pupilos, para alcanzar el rebate de la zanja resultadista acontecida, y el Barcelona empezó a jugar por reclamar el respeto a su ascendencia, contra la tenue imagen mostrada. Y la exuberancia previa recobró vigencia y escena, con Suárez en papel ejecutor y Messi, parado dos meses y afianzado en las atribuciones creativas del mediapunta, volvería a gobernar los partidos de la recta final con deliciosa visión y ejecución. Entre ambos se repartieron los elogios (imaginaron un penalti indirecto que rindió homenaje al eterno Johan Cruyff) y los réditos estadísticos (con 15 pases de gol por barba, máximos asistentes). Se sobrepuso el flamante campeón a sus demonios, con un final de trayecto rutilante que desencadena la sexta rua victoriosa por las calles de la Ciudad Condal en los últimos ocho años. Mereció el entorchado la consistencia más estable del ganador, que sólo desnudó sus costuras en un trance escueto, a pesar de verse limitado por el deficiente fondo de armario. Grita con justicia el barcelonismo en este ilustre oasis de celebración antes de la traca colosal de finales que se avecina.

"Estamos en una dinámica ganadora", reconoció el preparador barcelonista minutos después del término del curso, hecho por el que pidió "disfrutarla y valorarla, ya que cuesta mucho ganar títulos". "Aunque haya mucha gente que está mal acostumbrada", sentenció como despedida a un intenso y prolongado sendero que confluyó en la agonía del combate a tres. El año uno después de la retirada competitiva de Xavi Hernández se salda sin variación en el trono nacional. Iniesta, la otra pata de la leyenda y pieza esencial en el desengrase coral, redondeó sus vitrinas con su trigésimo título.