jueves, 5 de mayo de 2016

EL MADRID CAMPEA DE NUEVO

El Real Madrid venció al Manchester City y se clasifica para la final de Copa de Europa en un Bernabéu abarrotado en una de las noches mágicas europeas del club español

Antonio Blanca

En unas semifinales históricas para el debutante Manchester City, el Real Madrid hizo valer este miércoles en el Bernabéu su experiencia de campeón y se clasificó sin sufrir demasiado (aunque sin ningún alarde) a la final de la Champions League, una hazaña personal de Zinedine Zidane cuatro meses después de aterrizar en un banquillo desconcertado, en el que si a algún madridista o aficionado a otro equipo se le dice que el Real jugaría la final de la Copa de Europa allá por el mes de marzo se le habría tomado por loco.

El partido de anoche no fue mucho mejor que la ida, pese al lógico aumento de la tensión y el miedo al error. La lesión del capitán visitante, Kompany, en el minuto nueve fue la primera acción reseñable en una cita que comenzó con el mismo exceso de respeto que definió la ida. No había pasado prácticamente nada aún, pero el cambio obligado (entró Mangala) perturbó a los ingleses, que muy poco después recibieron el primer remate (cabezazo alto de Cristiano) tras una fluida jugada con centro de Carvajal, omnipresente en sus ayudas a Bale por la derecha.

La presencia sorpresiva de Touré en el once inicial pronto evidenció su propósito, ahogar a Modric, estrangular el juego blanco. A Kroos le dejaban sacarla, pero al croata no. Al menos en un principio. Los ingleses presionaban arriba y el Madrid respondía con verticalidad, por las bandas, con Cristiano tocando arriba y descargando para apuntarse directo al remate por alto. Fútbol directo contra un rival expectante en demasía.

Con los minutos Modric empezó a carburar, cambiando constantemente de lugar para zafarse de los marcajes, y hacia el minuto veinte el Madrid dominaba, aunque no mordiese. Tanto entraba Carvajal por la derecha que una internada suya terminó en un gol de Bale, cuyo remate sin ángulo desde línea de fondo fue punteado por Fernando convirtiéndose en un tiro envenenado imparable para Hart. El coliseo de la Castellana mudó en una fiesta completa en el penúltimo partido de una campaña inextricable. Nadie, ni Florentino Pérez en sus más dulces sueños pensaba con un escenario así a final de campaña.

No puede soslayarse la presencia de  Isco en el once titular sustituyendo al lesionado Casemiro. El malagueño tuvo mucha actividad en la medular, desahogado por la mayor vigilancia sobre sus compañeros, y conectó bien con los delanteros durante el tiempo que estuvo sobre el verde. Isco volvió a ser ese futbolista que encandiló al Santiago Bernabéu, y así se lo reconoció su afición con una cerradísima ovación en el cambio por James, que de nuevo estuvo ausente. Ronaldo fue otro que  trabajó duro y lo intentó continuamente, pero no estaba al 100%, aunque el gesto de compromiso del portugués con la entidad madridista ya es irrebatible. Jesé, por su parte, casi nada hizo como delantero centro pero es que el canario jugó el rol que Zidane le pidió, con un trabajo en la sombra sublime.

En el otro extremo del campo, Agüero parecía dormido, desactivado por un Pepe que vive una nueva juventud y Sergio Ramos, que ahora sí pide paso en el escalafón de mejores centrales del mundo. Si bien, tras los primeros cuarenta y cinco minutos, todo estaba en el aire, el 1-0 aún era corto porque un gol clasificaba al City, y cada vez que De Bruyne la tocaba en tres cuartos hacia Jesús Navas el estadio bajaba los decibelios.

No hubo grandes ocasiones hasta casi el descanso, aunque el equipo del silbado Pellegrini creció en posesión y al filo del descanso Fernandinho culminó una jugada colectiva con un disparo a la parte exterior del poste. Su única jugada peligrosa, pero un aviso contra cualquier complacencia en un equipo que defendía bastante replegado.

Tras la reanudación, solo una parte separaba al Madrid de una nueva final en su competición fetiche. La tensión crecía por el puro paso del tiempo y el Madrid seguía defendiendo atrás, concediendo posesiones largas, confiando en las salidas de sus laterales para enviar el balón definitivo a Ronaldo o aprovechar una carrera de Jesé.

Ambos equipos fueron intercambiando aproximaciones sin precisión como cromos y el partido dio la sensación de poder romperse al mínimo error. En uno de ellos, Modric se quedó solo frente a Hart, pensó que estaba en fuera de juego y no precisó un remate que era medio gol. El City no perdía la paciencia y tocaba hasta la frontal del área blanca. El Madrid seguía llegando por banda hasta la cocina, sin mucho veneno pero sin descanso, así Bale conectó un cabezazo que besó el travesaño, era el 2-0, era la calma, pero la fortuna no quería placidez para adquirir billete de grandeza.

Zidane recurrió a Lucas (por Jesé) para aumentar la presión. El City tocaba, pero Agüero era una isla. La entrada de Lucas y su asociación con Carvajal (Bale se mudó a la banda izquierda) reactivaron a su equipo y Ronaldo se benefició de balones al espacio que obligaban a intervenir a Hart, aunque no era el Cristiano del Wolfsburgo.

Sterling reemplazó a un cansado Touré. El manual de Pellegrini cambiaba y obligaba a fijar a los laterales blancos, en especial Carvajal, como peones en una partida de ajedrez. Un minuto después Bale remató un córner de cabeza al poste. No había dueño claro, pero el Madrid tenía más pólvora arriba. Modric seguía apareciendo por todas partes, en ataque y defensa. James entró poco después por un fatigado (y aplaudido) Isco. El segundo gol era imprescindible para evitar una tragedia fortuita en los minutos finales, el recuerdo del año pasado frente a la Juve sobrevolaba las cabezas merengues. Ninguna de las dos cosas ocurriría a la postre, aunque la incertidumbre protegió el espectáculo.

James entró con hambre de varios meses, algo nervioso. Pellegrini también quemó naves reemplazando a Navas por Iheanacho, mientras Agüero prolongaba su intrascendencia contra una zaga muy replegada. Retrasó su posición con la entrada del africano y comenzó a tocar balón en zona de creación. Modric se pegó a él. Cristiano estaba casi renqueante, Bale no explotaba su banda natural, James no participaba demasiado. El respeto se difuminaba y mandaba el instinto de supervivencia, la ley de la selva en un creciente desorden. Los jugadores ingleses se daban ánimos, no habían creado una ocasión en toda la segunda parte (y tampoco daba la impresión de ser tan difícil). Pero nunca lograban sobrepasar la última línea de cuatro hombres.

Agüero se colocó de mediocentro y Sterling probó a Carvajal por la banda, pero los rematadores nunca llegaban. El Manchester City añoraba a Silva, no había creado prácticamente peligro desde que el canario dejase la cancha a la media hora del partido de ida. Un golpe franco escorado desde la banda puso el alma merengue en vilo, aunque Keylor había tapado bien. El partido seguía vivo y equilibrado, algo insulso en el juego, caliente en las gradas ante cualquier dictamen arbitral desfavorable. Agüero rozó la escuadra desde lejos en el 88. Keylor tuvo que salir a achicar un minuto después y se hizo daño. Había menos fútbol en el campo que pasión en las tribunas. Aunque nada comparado con lo que se verá el 28 de este mes en Milán. Zidane ha obrado el milagro, el Madrid roza la Undécima ante un Atlético de leyenda.