El
Real Madrid venció al Manchester City y se clasifica para la final de Copa de
Europa en un Bernabéu abarrotado en una de las noches mágicas europeas del club
español
Antonio Blanca
En
unas semifinales históricas para el debutante Manchester City, el Real Madrid
hizo valer este miércoles en el Bernabéu su experiencia de campeón y se
clasificó sin sufrir demasiado (aunque sin ningún alarde) a la final de la Champions League, una hazaña personal de
Zinedine Zidane cuatro meses después de aterrizar en un banquillo
desconcertado, en el que si a algún madridista o aficionado a otro equipo se le
dice que el Real jugaría la final de la Copa de Europa allá por el mes de marzo
se le habría tomado por loco.
El
partido de anoche no fue mucho mejor que la ida, pese al lógico aumento de la
tensión y el miedo al error. La lesión del capitán visitante, Kompany, en el
minuto nueve fue la primera acción reseñable en una cita que comenzó con el
mismo exceso de respeto que definió la ida. No había pasado prácticamente nada
aún, pero el cambio obligado (entró Mangala) perturbó a los ingleses, que muy
poco después recibieron el primer remate (cabezazo alto de Cristiano) tras una
fluida jugada con centro de Carvajal, omnipresente en sus ayudas a Bale por la
derecha.
La
presencia sorpresiva de Touré en el once inicial pronto evidenció su propósito,
ahogar a Modric, estrangular el juego blanco. A Kroos le dejaban sacarla, pero
al croata no. Al menos en un principio. Los ingleses presionaban arriba y el
Madrid respondía con verticalidad, por las bandas, con Cristiano tocando arriba
y descargando para apuntarse directo al remate por alto. Fútbol directo contra
un rival expectante en demasía.
Con
los minutos Modric empezó a carburar, cambiando constantemente de lugar para
zafarse de los marcajes, y hacia el minuto veinte el Madrid dominaba, aunque no
mordiese. Tanto entraba Carvajal por la derecha que una internada suya terminó
en un gol de Bale, cuyo remate sin ángulo desde línea de fondo fue punteado por
Fernando convirtiéndose en un tiro envenenado imparable para Hart. El coliseo
de la Castellana mudó en una fiesta completa en el penúltimo partido de una campaña
inextricable. Nadie, ni Florentino Pérez en sus más dulces sueños pensaba con un
escenario así a final de campaña.
No
puede soslayarse la presencia de Isco en
el once titular sustituyendo al lesionado Casemiro. El malagueño tuvo mucha
actividad en la medular, desahogado por la mayor vigilancia sobre sus
compañeros, y conectó bien con los delanteros durante el tiempo que estuvo
sobre el verde. Isco volvió a ser ese futbolista que encandiló al Santiago
Bernabéu, y así se lo reconoció su afición con una cerradísima ovación en el
cambio por James, que de nuevo estuvo ausente. Ronaldo fue otro que trabajó duro y lo intentó continuamente, pero
no estaba al 100%, aunque el gesto de compromiso del portugués con la entidad
madridista ya es irrebatible. Jesé, por su parte, casi nada hizo como delantero
centro pero es que el canario jugó el rol que Zidane le pidió, con un trabajo
en la sombra sublime.
En
el otro extremo del campo, Agüero parecía dormido, desactivado por un Pepe que
vive una nueva juventud y Sergio Ramos, que ahora sí pide paso en el escalafón
de mejores centrales del mundo. Si bien, tras los primeros cuarenta y cinco
minutos, todo estaba en el aire, el 1-0 aún era corto porque un gol clasificaba
al City, y cada vez que De Bruyne la tocaba en tres cuartos hacia Jesús Navas
el estadio bajaba los decibelios.
No
hubo grandes ocasiones hasta casi el descanso, aunque el equipo del silbado
Pellegrini creció en posesión y al filo del descanso Fernandinho culminó una
jugada colectiva con un disparo a la parte exterior del poste. Su única jugada
peligrosa, pero un aviso contra cualquier complacencia en un equipo que
defendía bastante replegado.
Tras
la reanudación, solo una parte separaba al Madrid de una nueva final en su
competición fetiche. La tensión crecía por el puro paso del tiempo y el Madrid
seguía defendiendo atrás, concediendo posesiones largas, confiando en las salidas
de sus laterales para enviar el balón definitivo a Ronaldo o aprovechar una
carrera de Jesé.
Ambos
equipos fueron intercambiando aproximaciones sin precisión como cromos y el
partido dio la sensación de poder romperse al mínimo error. En uno de ellos,
Modric se quedó solo frente a Hart, pensó que estaba en fuera de juego y no
precisó un remate que era medio gol. El City no perdía la paciencia y tocaba
hasta la frontal del área blanca. El Madrid seguía llegando por banda hasta la
cocina, sin mucho veneno pero sin descanso, así Bale conectó un cabezazo que
besó el travesaño, era el 2-0, era la calma, pero la fortuna no quería placidez
para adquirir billete de grandeza.
Zidane
recurrió a Lucas (por Jesé) para aumentar la presión. El City tocaba, pero
Agüero era una isla. La entrada de Lucas y su asociación con Carvajal (Bale se
mudó a la banda izquierda) reactivaron a su equipo y Ronaldo se benefició de
balones al espacio que obligaban a intervenir a Hart, aunque no era el
Cristiano del Wolfsburgo.
Sterling
reemplazó a un cansado Touré. El manual de Pellegrini cambiaba y obligaba a
fijar a los laterales blancos, en especial Carvajal, como peones en una partida
de ajedrez. Un minuto después Bale remató un córner de cabeza al poste. No
había dueño claro, pero el Madrid tenía más pólvora arriba. Modric seguía
apareciendo por todas partes, en ataque y defensa. James entró poco después por
un fatigado (y aplaudido) Isco. El segundo gol era imprescindible para evitar
una tragedia fortuita en los minutos finales, el recuerdo del año pasado frente
a la Juve sobrevolaba las cabezas merengues. Ninguna de las dos cosas ocurriría
a la postre, aunque la incertidumbre protegió el espectáculo.
James
entró con hambre de varios meses, algo nervioso. Pellegrini también quemó naves
reemplazando a Navas por Iheanacho, mientras Agüero prolongaba su
intrascendencia contra una zaga muy replegada. Retrasó su posición con la
entrada del africano y comenzó a tocar balón en zona de creación. Modric se
pegó a él. Cristiano estaba casi renqueante, Bale no explotaba su banda
natural, James no participaba demasiado. El respeto se difuminaba y mandaba el
instinto de supervivencia, la ley de la selva en un creciente desorden. Los jugadores
ingleses se daban ánimos, no habían creado una ocasión en toda la segunda parte
(y tampoco daba la impresión de ser tan difícil). Pero nunca lograban
sobrepasar la última línea de cuatro hombres.
Agüero
se colocó de mediocentro y Sterling probó a Carvajal por la banda, pero los
rematadores nunca llegaban. El Manchester City añoraba a Silva, no había creado
prácticamente peligro desde que el canario dejase la cancha a la media hora del
partido de ida. Un golpe franco escorado desde la banda puso el alma merengue
en vilo, aunque Keylor había tapado bien. El partido seguía vivo y equilibrado,
algo insulso en el juego, caliente en las gradas ante cualquier dictamen
arbitral desfavorable. Agüero rozó la escuadra desde lejos en el 88. Keylor
tuvo que salir a achicar un minuto después y se hizo daño. Había menos fútbol
en el campo que pasión en las tribunas. Aunque nada comparado con lo que se
verá el 28 de este mes en Milán. Zidane ha obrado el milagro, el Madrid roza la
Undécima ante un Atlético de leyenda.