Álvaro
Arbeloa jugó el pasado domingo su último partido con la camiseta blanca y se
llevó un merecido homenaje de sus compañeros y afición con un Bernabéu rendido
a sus pies
Antonio Blanca
El
lateral derecho salmantino y canterano nunca ha destacado en el Real Madrid por
sus condiciones físicas o su calidad técnica y, sin embargo, la afición le ha
despedido como a un grande de la historia del club, porque el coliseo de
Chamartín reconoce también cualidades como la entrega, el compromiso o el
compañerismo. Álvaro Arbeloa disputó el domingo pasado sus últimos minutos como
jugador blanco y cuando saltó al campo Sergio Ramos tuvo el bonito detalle de
cederle el brazalete que nunca portó pero que, sin duda, mereció, una capitanía
que ostentó ejerciendo de defensor del Real Madrid cuando recibía o recibe ataques
desde distintos flancos.
Arbeloa
ha sido durante mucho tiempo el capitán en la sombra, ha sabido entender mejor
que nadie su rol en el vestuario y ha puesto siempre los intereses del equipo
por delante de los suyos personales. Muchos canteranos le han considerado un
espejo en el que mirarse por su trayectoria y por su dedicación en el día a
día. “Gracias por todo lo que me has enseñado en estos años”, le decía Dani
Carvajal entre lágrimas, su sucesor en el lateral. La humildad de Arbeloa era
necesaria en un vestuario plagado de estrellas. Era él quien ayudaba a los
jóvenes a integrarse en la plantilla y era él quien les recordaba que todo
puede conseguirse con trabajo y esfuerzo.
Como
buen capitán, Arbeloa ha sido en muchos momentos portavoz del vestuario, dando
la cara en la derrota, reflejando el sentir madridista y defendiendo al equipo
de ataques del exterior. Fue muy comentado su rifirrafe con Gerard Piqué. El’
17’ blanco no se arrepiente de haber contestado a las burlas del jugador del
Barça porque siempre lo hizo con educación. “He defendido al Madrid y la manera en que lo he hecho ha sido
respetuosa”, declaraba Arbeloa en una entrevista concedida a la Cadena Ser.
Por
todo ello ha llegado a ganarse el cariño de compañeros, entrenadores y
aficionados. Por defender un escudo con compromiso y lealtad, por identificarse
con los valores de un club y aportar lo mejor de sí mismo en todo momento y
lugar. La despedida de Arbeloa fue bien merecida aunque a él le pareció,
incluso, exagerada. Otra muestra más de humildad por parte del capitán.
Seguro
que un día no muy lejano Arbeloa regresa a su casa, con su familia, para
ejercer de portavoz, de entrenador, director deportivo o quién sabe si llevar
desde la cúspide el club de sus amores, la presidencia del Real Madrid. En cualquiera
de ellos, lo hará a la perfección.