Sendas
exhibiciones ante el Bayern de Munich y el Atlético de Madrid hacen que el
planeta fútbol rinda pleitesía al mejor jugador del mundo
Antonio Blanca
En
el fútbol no sólo se vive de la estadística. La manera de leer los partidos, el
riguroso orden táctico de un equipo o la magia de ese jugador diferente no
queda registrado en ninguna parte. Pero si hay alguien que, además del valor
cualitativo que pueda aportar, disfruta con esta área de las matemáticas este
es Cristiano Ronaldo.
Gracias
a su efectividad, la noche del pasado martes volvió a ser el arma letal de un
gran Real Madrid. Devastador el equipo de Zidane ante el Atlético personificado
en la figura de la estrella lusa, que convirtió todo lo que remató en gol para
romper la barrera de los 400 goles con la camiseta blanca en 389 partidos. Sin
duda, unas cifras de auténtico escándalo, fuera de lo común, redondeadas con un
hat trick en un partido sublime tanto
por su participación individual como la del global del conjunto; la segunda
ocasión en la que endosa a los colchoneros tres goles esta temporada después
del que logró en la primera vuelta en el Calderón. En Champions, sólo habían encajado cinco goles hasta la fecha.
Su
racha goleadora en los últimos partidos de Champions
es conspicua. Ya son ocho los goles que ha marcado desde los cuartos de final
ante el Bayern, encadenando dos tripletes seguidos. Acusado de engordar sus
números de cara a puerta ante rivales de menor entidad, lo cierto es que el ‘7’
blanco (posiblemente y sin el posible también, el mejor jugador en la historia
del Real Madrid) ha sacado su versión más determinante cuando se reclama la
aparición de los mejores. Sus últimos cinco remates en la máxima competición
continental han terminado en gol. Unos registros bárbaros.
De
este modo, según datos de Opta, sus 103 goles en Europa no sólo le convierten
en el máximo goleador histórico, sino que además supera a 113 de los 135
equipos que han participado en el torneo desde que se instauró el nuevo formato
en la 1992/1993. Además, con sus 10 goles se queda a uno de Messi, hasta ahora
el “pichichi” de esta Liga de Campeones, amén de presentar su seria candidatura
al Quinto Balón de Oro.
Zidane
ha conseguido lo que ningún otro entrenador había logrado, hacer descansar al
portugués. Con su poder de convicción le ha hecho entender que a sus 32 años el
descanso es primordial para afrontar con plenas garantías la recta final de la
temporada, tanto en la Décima como en
la Undécima llegó con no pocos
problemas físicos al mes de mayo, y el pasado verano tras dos entradas bruscas
de Payet en la final de la Eurocopa cayó lesionado gravemente para un período
de tres meses, del cual le ha costado recuperar su mayúsculo tono físico.
“Estamos un pasito más cerca de la final de
Cardiff y estamos muy contentos. Me siento muy bien, me preparé para estar bien
en la fase final del campeonato. Obviamente, hay que tener el punto de suerte
también, porque las cosas están saliendo bien; no solo a mí, sino al equipo
también”, reconocía el portugués tras recibir la camiseta honorífica de los
400 goles de la mano de su presidente Florentino Pérez, números desorbitantes
para un jugador descomunal, leyenda viva del Real Madrid y del fútbol, del cual
se hablará y pondrá en valor todo lo conseguido cuando se retire, que también
será cuando su equipo más le eche de menos.
No
obstante, a Ronaldo se le ha recriminado en más de una ocasión no participar en
demasía del juego de su equipo. Es más, con los años parece más desconectado de
lo que hacen el resto de sus compañeros con el balón, centrando sus esfuerzos
en hincar el diente siempre que puede a la portería rival. Cuando el gol le es
esquivo, es un debate recurrente hablar sobre su declive como jugador, que en
esta temporada se ha traducido en pitos (un sector pobre) de su propia afición.
“Sólo quiero que no me silben”,
reiteró el portugués, todavía dolido con los que oyó en el partido contra el
Bayern. Y es que cuando la puntería está afinada, poco se le puede objetar al
hombre más letal de esta Champions, y
de la Historia merengue.