martes, 2 de mayo de 2017

SABOR A REVANCHA

Aránzazu Gálvez

El Real Madrid tiene la gran ventaja que constituye casi asegurarse al menos un gol a favor en cada partido (58 duelos encadenados anotando no es baladí), pero también encaja con fluida asiduidad. El Atlético de Madrid, por su parte, goza del prestigio y la irrefutable convicción de representar el mejor desempeño defensivo de los últimos años en el Viejo Continente (Oblak será Zamora de LaLiga con sólo 25 goles cedidos y únicamente la Juventus y Buffon superan su cerrojo continental) pero su puntería no es, ni mucho menos, de las más floridas del panorama internacional. Pero, cuidado, esta reducción sintética de lo que se viene resulta del todo engañosa, ya que las conclusiones extraíbles (los de Zidane son muy ofensivos y los de Simeone son eminentemente defensivos) son resbaladizas. Y es que la riqueza de ambos contendientes niega un duelo de estilos. Porque ambos juegan bien con o sin balón, especulando o arriesgando. Por eso están en semifinales de la Liga de Campeones por tercera vez en cuatro años.

El Bernabéu acogerá este martes un nuevo capítulo de la batalla comprimida, ajustada y pegajosa, que vienen escribiendo merengues y colchoneros desde la resaca de la era de Jose Mourinho en Chamartín. Ancelotti y Zizou han declarado que el sistema atlético es el que más quebraderos de cabeza les ha causado en el último lustro. Y se han medido a un buen puñado de colosos por el camino. Nunca se les dio bien en Liga la rojiblanca. No en vano, casi ningún estratega estudia de manera tan enfermiza cada aspecto del devenir como su rival. Hasta un saque de banda puede explosionar en una acción definitiva. Pero, en el envés de la refrescada rivalidad figura el relato europeo y, ahí, el madridismo sonríe, aunque sea después de tragar una gran bocanada de congoja. Las finales que supusieron la Décima y la Undécima -y repelieron la consecución de la Primera de los de la ribera del Manzanares-, y aquellos cuartos de final densos y equilibrados que desatascó Javier Chicharito Hernández ofrecen testimonio de la mística que rodea al vigente campeón de Europa en la competición más elitista. Pero, como los protagonistas han analizado este primero de mayo, el pasado, pasado está.

Sobre el verde se entrecruzan contextos apurados y anuncian sorpresas. Los locales mantienen su atención en el anhelo de firmar un doblete que no degusta la entidad desde 1958, con el desgaste que conlleva mantener el pulso liguero con el Barça hasta la última fecha; y los visitantes también guerrean en lo doméstico para asegurarse la tercera plaza de la tabla ante el hambriento Sevilla de Sampaoli. En ese cruce de caminos, extraña llanura de entreguerras, es donde ha encontrado hueco el derbi capitalino que resolverá cómo elige Zidane suplir la baja de Bale y cómo hará el Cholo para disimular que no tiene un lateral diestro que tape el perfil de Ronaldo y Marcelo.

"Vamos a hacer algo nuevo, lo vamos a intentar. Es una semifinal de Champions, siempre hay una motivación extra y natural. Tenemos un rival importante en frente y los pequeños detalles sabemos que van a ser los que marcarán la eliminatoria. Queremos ver un gran partido", proclamó el entrenador francés. Sobre su tapete está el último precedente, aquel 1-1 que arrancó Griezmann y que empezó a deshinchar el colchón como líder de LaLiga. Y, también, las variantes que se le abren con el galés lesionado. Las bajas de Juanfran, Giménez y Vrsalkjo ilustran la puerta a Lucas Vázquez o Asensio, como mineros que horaden esta beta. Pero el balance táctico que le aporta el 4-4-2, con el resplandeciente Isco como gestor entre líneas y en pos del control de la pelota, y del duelo, no resulta nada desdeñable. Necesita el preparador dilucidar si, ante el pesado riesgo de encajar dianas en una eliminatoria a doble partido, mantiene su planteamiento ofensivo, a goles (que deshaga el ovillo táctico que viene imponiendo el Cholo), o abraza definitivamente el monopolio del dictado del envite.

En ese segundo punto, cuya ejecución durante 90 minutos se le sigue resistiendo (el Valencia y Marcelo dieron testimonio hace tres días), pautaría el crecimiento de Modric, la posición escalonada de Alarcón y Benzema y la efervescencia de los laterales como elementos sobre los que gravitaría el guión. Casemiro y las obligadas ayudas colectivas en fase defensiva se limitarían al ejercicio de vigilancias para amarrar las venenosas contras rojiblancas. Pero, como se dijo anteriormente, no se puede confirmar ningún cauce en este enfrentamiento de multiplicidad de recursos y maniobras tácticas.

El camaleónico pelaje de ambos púgiles podría llevar al Atlético a jugar sobre la batuta del físico y la exigencia absoluta de precisión. O todo lo contrario. En su libreto figura la presión ardorosa, la gestión vertical o en estático del cuero y la valentía posicional como punzones en tramos escogidos de los partidos. Sin ir muy lejos, el descrito antecedente se resolvió con un último cuarto de hora de mandato colchonero en Concha Espina. No lo tiene fácil Diego Pablo para suturar la herida del lateral diestro y llevar a cabo su deseo. El argentino compartió en sala de prensa lo que visualiza: "No me imagino el resultado del partido. Espero que sea un partido apretado, donde nosotros sepamos aprovechar los espacios que seguramente nos podrán permitir, si es que nos los permiten, sabiendo que el segundo partido es en nuestra casa y que el rival está habituado a hacer goles. Me imagino un partido complejo. Desde lo táctico". Savic o Lucas podrían virar hacia la banda y la red de coberturas familiar haría el resto para sobrevivir al sangrado de esa debilidad.

Por otra parte, la columna vertebral se desplegará íntegra, con Gabi como ancla de los interiores Saúl y Koke, Griezmann en la mediapunta y Filipe Luis como salida de pelota primaria. Carrasco está entre algodones, pero ha entrado en la convocatoria y podría ser de la partida, pues su entrenador está acostumbrado a ser valiente y colocar nombres imprevistos en el coliseo de su enemigo íntimo. Gameiro ganó mucho terreno a Torres en Las Palmas -en alimento de la vertiente contragolpeadora- y el renacido Gaitán (o Correa) podría ser el factor x de la ida de este emparejamiento de dos esquemas de ejecución refleja. "Tenemos versiones diferentes para jugar. Mañana seguramente buscaremos la mejor para hacer daño al Real Madrid. Son dos estilos parecidos y el que esté más acertado en las áreas se llevará el partido", avanzó Gabi, el capitán atlético que susurró el movimiento (tendente a anotar fuera de casa) diseñado en el vestuario: "Siempre nuestros partidos de ida en la Champions son importantes. Siempre que hemos pasado contra el Barcelona y el Bayern Múnich hemos hecho grandes primeros partidos y por ahí pasa la eliminatoria".

Con la duda de Varane por Nacho lidiará también un Zidane que deberá esconder los apagones de concentración y la suelta del control del partido que han afligido a su candidatura este curso. El técnico visitante, en la otra trinchera, ansía contemplar la versión completa y compacta de su obra, ese enriquecimiento en el trato de la posesión que le permite llevar la iniciativa sin exponerse atrás -la práctica de dicha evolución del plan le conllevó una soberana crisis en el cambio de año-, disimulando el menor peso de las rotaciones en su lastrada plantilla. Ninguno de los dos matices se antoja sencillo de desvelar. Los dos equipos se conocen demasiado, a sus fantasmas y a sus potencialidades, y el duelo del Calderón podría amarrar la ambición de dos equipos capaces de jugar de manera muy similar dentro y fuera de su domicilio. El caso es que Madrid vuelve a atraer los focos del planeta y la intensidad, la clase, el sudor, el rigor táctico, la creatividad y el rosario de vendettas regresan a la receta del derbi más pomposo de los últimos años en este deporte. Con el Real atisbando en el horizonte la histórica marca de sumar dos Champions consecutivas y el Atlético lanzado en 2017 (no ha perdido en los 15 últimos partidos como visitante y ha vencido nueve de sus 13 enfrentamientos precedentes). Y con Griezmann y Ronaldo en ebullición.