Aránzazu Gálvez
El Real Madrid tiene la gran ventaja que constituye casi
asegurarse al menos un gol a favor en cada partido (58 duelos encadenados
anotando no es baladí), pero también encaja con fluida asiduidad. El Atlético
de Madrid, por su parte, goza del prestigio y la irrefutable convicción de
representar el mejor desempeño defensivo de los últimos años en el Viejo
Continente (Oblak será Zamora de LaLiga con sólo 25 goles cedidos y únicamente
la Juventus y Buffon superan su cerrojo continental) pero su puntería no es, ni
mucho menos, de las más floridas del panorama internacional. Pero, cuidado,
esta reducción sintética de lo que se viene resulta del todo engañosa, ya que
las conclusiones extraíbles (los de Zidane son muy ofensivos y los de Simeone
son eminentemente defensivos) son resbaladizas. Y es que la riqueza de ambos
contendientes niega un duelo de estilos. Porque ambos juegan bien con o sin
balón, especulando o arriesgando. Por eso están en semifinales de la Liga de
Campeones por tercera vez en cuatro años.
El Bernabéu acogerá este martes un nuevo capítulo de la
batalla comprimida, ajustada y pegajosa, que vienen escribiendo merengues y
colchoneros desde la resaca de la era de Jose Mourinho en Chamartín. Ancelotti
y Zizou han declarado que el sistema atlético es el que más quebraderos de
cabeza les ha causado en el último lustro. Y se han medido a un buen puñado de
colosos por el camino. Nunca se les dio bien en Liga la rojiblanca. No en vano,
casi ningún estratega estudia de manera tan enfermiza cada aspecto del devenir
como su rival. Hasta un saque de banda puede explosionar en una acción
definitiva. Pero, en el envés de la refrescada rivalidad figura el relato
europeo y, ahí, el madridismo sonríe, aunque sea después de tragar una gran
bocanada de congoja. Las finales que supusieron la Décima y la Undécima -y
repelieron la consecución de la Primera de los de la ribera del Manzanares-, y
aquellos cuartos de final densos y equilibrados que desatascó Javier Chicharito
Hernández ofrecen testimonio de la mística que rodea al vigente campeón de
Europa en la competición más elitista. Pero, como los protagonistas han
analizado este primero de mayo, el pasado, pasado está.
Sobre el verde se entrecruzan contextos apurados y anuncian
sorpresas. Los locales mantienen su atención en el anhelo de firmar un doblete
que no degusta la entidad desde 1958, con el desgaste que conlleva mantener el
pulso liguero con el Barça hasta la última fecha; y los visitantes también
guerrean en lo doméstico para asegurarse la tercera plaza de la tabla ante el
hambriento Sevilla de Sampaoli. En ese cruce de caminos, extraña llanura de
entreguerras, es donde ha encontrado hueco el derbi capitalino que resolverá
cómo elige Zidane suplir la baja de Bale y cómo hará el Cholo para disimular
que no tiene un lateral diestro que tape el perfil de Ronaldo y Marcelo.
"Vamos a hacer algo nuevo, lo vamos a intentar. Es una
semifinal de Champions, siempre hay una motivación extra y natural. Tenemos un
rival importante en frente y los pequeños detalles sabemos que van a ser los
que marcarán la eliminatoria. Queremos ver un gran partido", proclamó el
entrenador francés. Sobre su tapete está el último precedente, aquel 1-1 que
arrancó Griezmann y que empezó a deshinchar el colchón como líder de LaLiga. Y,
también, las variantes que se le abren con el galés lesionado. Las bajas de
Juanfran, Giménez y Vrsalkjo ilustran la puerta a Lucas Vázquez o Asensio, como
mineros que horaden esta beta. Pero el balance táctico que le aporta el 4-4-2,
con el resplandeciente Isco como gestor entre líneas y en pos del control de la
pelota, y del duelo, no resulta nada desdeñable. Necesita el preparador
dilucidar si, ante el pesado riesgo de encajar dianas en una eliminatoria a
doble partido, mantiene su planteamiento ofensivo, a goles (que deshaga el
ovillo táctico que viene imponiendo el Cholo), o abraza definitivamente el
monopolio del dictado del envite.
En ese segundo punto, cuya ejecución durante 90 minutos se
le sigue resistiendo (el Valencia y Marcelo dieron testimonio hace tres días),
pautaría el crecimiento de Modric, la posición escalonada de Alarcón y Benzema
y la efervescencia de los laterales como elementos sobre los que gravitaría el
guión. Casemiro y las obligadas ayudas colectivas en fase defensiva se
limitarían al ejercicio de vigilancias para amarrar las venenosas contras
rojiblancas. Pero, como se dijo anteriormente, no se puede confirmar ningún
cauce en este enfrentamiento de multiplicidad de recursos y maniobras tácticas.
El camaleónico pelaje de ambos púgiles podría llevar al
Atlético a jugar sobre la batuta del físico y la exigencia absoluta de
precisión. O todo lo contrario. En su libreto figura la presión ardorosa, la
gestión vertical o en estático del cuero y la valentía posicional como punzones
en tramos escogidos de los partidos. Sin ir muy lejos, el descrito antecedente
se resolvió con un último cuarto de hora de mandato colchonero en Concha
Espina. No lo tiene fácil Diego Pablo para suturar la herida del lateral
diestro y llevar a cabo su deseo. El argentino compartió en sala de prensa lo
que visualiza: "No me imagino el resultado del partido. Espero que sea un
partido apretado, donde nosotros sepamos aprovechar los espacios que
seguramente nos podrán permitir, si es que nos los permiten, sabiendo que el
segundo partido es en nuestra casa y que el rival está habituado a hacer goles.
Me imagino un partido complejo. Desde lo táctico". Savic o Lucas podrían
virar hacia la banda y la red de coberturas familiar haría el resto para
sobrevivir al sangrado de esa debilidad.
Por otra parte, la columna vertebral se desplegará íntegra,
con Gabi como ancla de los interiores Saúl y Koke, Griezmann en la mediapunta y
Filipe Luis como salida de pelota primaria. Carrasco está entre algodones, pero
ha entrado en la convocatoria y podría ser de la partida, pues su entrenador
está acostumbrado a ser valiente y colocar nombres imprevistos en el coliseo de
su enemigo íntimo. Gameiro ganó mucho terreno a Torres en Las Palmas -en
alimento de la vertiente contragolpeadora- y el renacido Gaitán (o Correa)
podría ser el factor x de la ida de este emparejamiento de dos esquemas de
ejecución refleja. "Tenemos versiones diferentes para jugar. Mañana
seguramente buscaremos la mejor para hacer daño al Real Madrid. Son dos estilos
parecidos y el que esté más acertado en las áreas se llevará el partido",
avanzó Gabi, el capitán atlético que susurró el movimiento (tendente a anotar
fuera de casa) diseñado en el vestuario: "Siempre nuestros partidos de ida
en la Champions son importantes. Siempre que hemos pasado contra el Barcelona y
el Bayern Múnich hemos hecho grandes primeros partidos y por ahí pasa la
eliminatoria".
Con la duda de Varane por Nacho lidiará también un Zidane
que deberá esconder los apagones de concentración y la suelta del control del
partido que han afligido a su candidatura este curso. El técnico visitante, en
la otra trinchera, ansía contemplar la versión completa y compacta de su obra,
ese enriquecimiento en el trato de la posesión que le permite llevar la
iniciativa sin exponerse atrás -la práctica de dicha evolución del plan le
conllevó una soberana crisis en el cambio de año-, disimulando el menor peso de
las rotaciones en su lastrada plantilla. Ninguno de los dos matices se antoja
sencillo de desvelar. Los dos equipos se conocen demasiado, a sus fantasmas y a
sus potencialidades, y el duelo del Calderón podría amarrar la ambición de dos
equipos capaces de jugar de manera muy similar dentro y fuera de su domicilio.
El caso es que Madrid vuelve a atraer los focos del planeta y la intensidad, la
clase, el sudor, el rigor táctico, la creatividad y el rosario de vendettas
regresan a la receta del derbi más pomposo de los últimos años en este deporte.
Con el Real atisbando en el horizonte la histórica marca de sumar dos Champions
consecutivas y el Atlético lanzado en 2017 (no ha perdido en los 15 últimos
partidos como visitante y ha vencido nueve de sus 13 enfrentamientos precedentes).
Y con Griezmann y Ronaldo en ebullición.