lunes, 22 de mayo de 2017

LA LIGA DE ZIDANE

Victoria solvente del Real Madrid en Málaga haciendo los deberes para volver a sumar un título liguero que hace un total de treinta y tres

Antonio Blanca

La fortuna dibujó un guiño retorcido para que la Liga 2016-2017 se definiera en el último día, como ocurrió en dos de las últimas tres ediciones del campeonato doméstico (2016, título del Barcelona y en 2014, con celebración del Atlético). La inclemencia atmosférica, que obligó a posponer la visita merengue a Balaídos hasta el pasado miércoles, y la exigencia que las fases elitistas de la Liga de Campeones impusieron sobre las candidaturas de los dos líderes comprimiría el cuerpeo hasta el punto de retrasar el alirón hasta el último hálito. El cliché ancestral, "jornada de transistores", se acopló a esta era digital, ya que el capítulo final de la interesante trama iniciada en agosto disponía un desenlace simultáneo que sintonizaba, a la vez, lo que aconteciera en La Rosaleda y el Camp Nou. Málaga y Éibar, dos equipos sin nada en juego (y sobre los que recaía la sombra de los maletines y puesta en suspenso de la profesionalidad, sobre todo en torno a los andaluces), serían uniformados de jueces. Casi lo fueron. De la forma más rocambolesca imaginable.

Las dos horas definitivas del calendario del balompié doméstico depararon el triunfo del Real Madrid. El conjunto que alzaría su trigésimo tercera Liga venció, 0-2, a un Málaga desinflado tras el tanto balsámico de Ronaldo en el primer minuto. Los blanquiazules no alcanzarían a inquietar a Navas salvo en contados chispazos de Sandro y Keko. El primer acto madrileño, lúcido con balón (Kameni salvó a los suyos ante dos remates en el área pequeña), demostró la templanza y jerarquía del vigente campeón de Europa. Además, al descanso, el Éibar estaba asaltando el coliseo culé. Los de Mendilíbar salieron con mayor intensidad, por contradictorio que parezca, y aturdieron al aristócrata con una diana precoz de Inui. El 0-1 se mantendría hasta la entrada en vestuarios debido al desatino del tridente (con gol bien anulado).

Se duplicaba la carambola que le urgía al Barça. Y el brete se le ennegrecería aún más, pues mientras que Messi y Suárez seguían patinando en sus intentos, Benzema hacía el 0-2 tras un córner lanzado por Kroos y otra atajada hiperbólica de Kameni. Únicamente un milagro cabía en la hoja de ruta de un equipo desprovisto de convicción. Es más, cinco minutos después, Inui firmaba el chocante 0-2. Y marcaría otro tanto el Éibar a continuación, aunque esta vez sería en propia meta (obra de David Juncá). El ‘10’ culé marraría un penalti para mayor sangrado de los azulgrana. Suárez y Messi acertarían, finalmente, y remontarían (4-2), con un penalti que de falso genera risa. La anestesia con la posesión madridista resultaría la receta adecuada para sellar tres puntos (necesitaban uno) de regusto delicioso para los nuevos campeones del fútbol español.

Supo esquivar el cataclismo postrero que ya degustó la entidad de Chamartín con el Tenerife de Valdano como verdugo. Los pupilos de Zidane salieron vivos de uno de los partidos de los que más se ha hablado en todo el curso (después de las palabras en las que Míchel aseguró ser más madridista que el mencionado argentino al serle cuestionada una situación como la de esta jornada dominical). Así, los merengues alcanzaron, al fin, a retornar el trofeo de la regularidad a sus vitrinas. Cinco temporadas tardó la directiva de Concha Espina en confeccionar una plantilla tan consistente como para alzar el título nacional más importante. A fe que lo ha conseguido, pues al paroxismo de este 21 de mayo le sigue la final de Cardiff ante la Juventus, con la posibilidad de conquistar un doblete que no paladea el gigante de la capital desde 1958.

Esta victoria final, que ejerce como guinda de un proyecto que tomó altura después de la consecución improbable de la Undécima, remarcó la rima entre todos los pisos del club: la presidencia, el cuerpo técnico y el camarín. Con una gestión de los descansos y rotaciones casi temerarias (pero muy sabias), Zizou cosechó el mejor final de ejercicio de Cristiano Ronaldo (25 goles) que se recuerda y mantener involucrados en dinámica a piezas que han resultado muy relevantes en la manutención de un liderato asumido en 33 jornadas (fue puntero desde la fecha nueve, el 23 de octubre, cuando se impuso 2-1 al Athletic). Marco Asensio, James Rodríguez, Nacho, Lucas Vázquez y Álvaro Morata han destacado sobremanera en bretes resbaladizos y entre compromisos de gran enjundia. Kovacic suplió con sobriedad a Casemiro o Modric cuando éstos se lesionaron e Isco creció hasta ejercer de maestro de ceremonias en los repetidos infortunios de Bale (con asistencia en la final de este domingo). Así, el fondo de armario les proporcionó la regularidad que llevó a los madridistas a acumular 64 duelos anotando de manera consecutiva y 40 envites seguidos sin conocer la derrota.

La cabeza de Sergio Ramos, indispensable para nutrir la racha mencionada con dianas en los últimos minutos memorables (empate en el Camp Nou y victoria casera ante el Depor, ambos en el minuto 89) sirvió como pegamento de los agujeros que el equipo dejó al tomar y soltar el control de los enfrentamientos en múltiples ocasiones. Por esa vía de vaivenes se colaría un Barcelona que atravesó intervalos de apagón (la victoria in extremis ante el Leganés y en la Ciudad Condal, tras caer 4-0 ante el PSG es paradigmática) y momentos sublimados, como su victoria en el Bernabéu con gol del pichichi Messi (37 goles y cuarta Bota de Oro). Con un juego más a borbotones que coral, más inclinado sobre el tridente que colectivo, Luis Enrique fue quemando etapas y sobreviviendo a pinchazos propios no aprovechados por los madrileños para recortar 10 puntos de desventaja (si se sumaba entonces el triunfo merengue en Vigo) en el abrasivo abril. El 2-3 del Clásico y el 1-1 arrancado por el Atlético en la casa blanca apretó la distancia, colocando a los blaugrana en el liderato provisional, empatado a puntos con sus enemigos íntimos a lo largo del presente mayo.

Otra buena ejecución de Luis Suárez (29 goles y líder en asistencias, con 13 pases) y la intermitencia de Neymar bastaban a un equipo menos engrasado que de costumbre y no tan comprometido con la fase defensiva como en los dos primeros años del “Lucho” para mantener el pulso. Sin un Iniesta presente de forma prolongada, con cambio de esquema y mermado por la lesión de Rafinha (ni Andre Gomes ni Alcácer respondieron), le costó mucho al combinado barcelonés fluir, y se dejó más puntos que de costumbre (seis empates y cuatro derrotas, por los seis empates y tres derrotas madridistas). Pero su balance goleador (116 dianas) es, sencillamente, irrebatible. Los dos colosos circularon sobre un esquema ofensivo, con menor equilibrio (Carvajal y Marcelo rondaron los dos dígitos en asistencias) y, aún así, nadie les aguantó el reto. Sólo el Sevilla se coló en su duopolio durante una primera vuelta maravillosa.

Sampaoli se erigió en el gran protagonista del tramo de 2016 y Simeone lo sería del de 2017. Los sevillistas acertaron al elegir al entrenador que hizo campeón a Chile de su primera Copa América, y pelearon por incomodar a Madrid y Barça con argumentos y un estilo colorido que trataba de tú a tú a cualquiera. Su libreto atrevido y arriesgado desterró el tacticismo de Emery y sus extraordinarios resultados le dieron la razón (segunda mejor puntuación liguera en la historia del club). Con Sarabia y Vitolo en los extremos, Nasri y N´Zonzi en el centro y sin un goleador letal (hasta la llegada invernal de Jovetic), los hispalenses gritaron foco y atención con legitimidad hasta que les dio el fuelle. En ese momento, coincidente con la eliminación ante el Leicester y los rumores de la salida prematura del estratega milagroso, el Atlético olió sangre y aceleró (dos derrotas en 22 partidos), combinando su enriquecimiento que le granjeaba el mejor trato con la pelota y el refresco de la solidez defensiva. Oblak, Zamora de nuevo (sólo 21 goles cedidos), Antoine Griezmann (16 goles, demasiado aislado en la jurisdicción anotadora), Carrasco, Koke, Saúl y Filipe solidificarían el respingo que les confirmaría como terceros, en detrimento del finalmente deprimido Sevilla. Y un doblete de Fernando Torres despediría a un Vicente Calderón de próxima extinción.

Por detrás se desató una batalla por los puestos que dan la posibilidad de disputar la próxima Europa League que involucraron a Villarreal, Real Sociedad, Athletic (estos tres terminaron por sellar sus billetes, contando los vizcaínos con que el Barça gana al Alavés en la final copera), Éibar, Espanyol, Celta de Vigo e, incluso, Las Palmas. Los fichajes de Jesé y Halilovic se anunciaron en Las Palmas como el salto decisivo para abordar la aproximación continental, pero el equipo sufrió un desplome proporcional a la relajación de saberse fuera de peligro y con un entrenador saliente (Setién) sin las riendas del vestuario. El juego vistoso isleño quedó enterrado en la nada con el paso de las jornadas. Los armeros, por su parte, firmaron una temporada excepcional, con Pedro León, Enrich, Capa y compañía acumulando 54 puntos. Sólo la distancia entre la amplitud de presupuestos y plantillas con sus rivales les sacaría de la pelea. Eso mismo le afligiría al conjunto catalán reestructurado por Quique Flores. El técnico exhibió una capacidad sobresaliente para exprimir los recursos y rozó la gesta. Y los vigueses eligieron, en la despedida de Berizzo, lanzarse a por una histórica aventura europea, sacrificando su despliegue liguero mientras que Iago Aspas (18 goles) se ganaría la internacionalidad.

Así pues, el Submarino (que cambió a Marcelino por Escribá en un giro abrupto y selló el quinto puesto ante el Valencia y en Mestalla), los txuri urdin (guiados tanto por Vela como por Rulli, con Oyarzabal, Illarra y con los laterales resplandeciendo) y los leones (con Aduriz insultantemente incombustible, Raúl García efectivo e industrial y un Williams ya asentado) serán, en principio, los representantes españoles en la antigua UEFA.

El Valencia ejerce como nexo entre batallas. Los de Mestalla, que intercambiaron entrenadores con distinguida alegría, navegaron al borde del abismo social, institucional y deportivo hasta que Voro tomó el timón y los jugadores entendieron que era su obligación compactarse y salvar al club. La llegada de Zaza y Orellana ayudó a alcanzar la calma y, a partir de ahí se desató una suerte de casting por el que un buen puñado de jugadores trataron de reivindicarse en busca de una renovación, un no despido o una buena oferta de traslado. Y es que un rendimiento tan pobre como el que ofrecieron durante dos tercios del curso se antojaba casi imposible de maquillar. Diego Alves ensanchó su mochila de penaltis parados, Parejo añadió poca constancia a su creatividad y Gayá no salió de un círculo de lesiones en una temporada que se anunciaba como la del salto hacia metas mayores y terminó en fiasco.

La huida del descenso se cobró este curso un buen racimo de entrenadores. Lo cierto es que Betis, Leganés y Deportivo acometieron una larga travesía hasta despegarse de las llamas en las que quedaron fundidos Granada, Osasuna y Sporting. Los de Heliópolis contrataron a Víctor para desanudar su deriva. Con Dani Ceballos, Piccini, Durmissi, Adán y Rubén Castro como únicas noticias positivas, el técnico cumplió su trabajo, pero con el equipo salvado sobrevino una racha infame de resultados que sacó del banquillo al artífice del renacimiento, a dos jornadas del final. Para pepineros y coruñeses su recogida de respiro conllevaría algo más de agonía. Los segundos contrataron a Pepe Mel y el entrenador convulsionó a una plantilla talentosa (Emre Çolak sobresalió) para llevarle a la orilla; los primeros, con Szymanowski como estrella, cumplieron el sueño de mantenerse en la élite gracias a la mano de Garitano, un preparador notable.

Por último, los granadinos tocaron fondo tras manejar tres entrenadores, el último Tony Adams (cero puntos sumados), en la quiebra de un proyecto tan ambicioso como poco claro. Finalizarían como farillo rojo. En las últimas jornadas arrebataron esa posición a un Osasuna descendido de forma irremisible con precocidad. De él se extrae el talento del delantero Sergio León. Y los asturianos nunca recuperaron la competitividad perdida con la salida de Abelardo, el héroe que les subió a Primera. El Molinón despidió con una sonora pitada al equipo con mayor calidad técnica de los relegados a la categoría inferior (Burgui no es jugador de Segunda). Además, nombres como Marcos Llorente, Roque Mesa (líderes en recuperaciones de balón), Sandro y Fornals (abanderados de la reacción malacitana apadrinada por Míchel en una recta final de campeonato imponente que pudo con Barça, Sevilla y Real Sociedad), Bakambu, Iborra, Deyverson, Adrián González, Theo (tridente del sorprendente Alavés), Piatti, Andone, Carlos Soler, Sergio Rico o Escudero restallaron en el año futbolístico que se apaga.