Jaime Trevijano
La ida de las semifinales de esta edición de la Liga de
Campeones ha resultado esclarecedora. Tras la exhibición del Real Madrid ante
el Atlético del martes, este miércoles la Juventus lució oficio para
encaminarse a la final de Cardiff. Lo que se proclamaba como un duelo entre los
jóvenes talentosos Mbappé y Dybala concluyó resultando un triunfo demoledor del
club turinés por la vía de Gonzalo Higuaín. El "Pipita", en búsqueda
eterna de legitimidad como punzón en los grandes partidos, obtuvo su catarsis
para arrancar un 0-2 en el que fue protagónico. Como en el 98 (semis, golazo de
falta de Del Piero), la Vecchia Signora parece ser la frontera que evita la
gloria continental monegasca.
Allegri eligió disponer de tres centrales y sacrificar a
Cuadrado, en una seña clara de respeto al ratio goleador de un bloque local que
hizo descarrilar al City de Guardiola en una bacanal anotadora para la
historia. Bonucci, Barzagli y Chiellini se sumarían al retorno de Marchisio al
mediocentro, con Pjanic, Alves y Alex Sandro completando un cierre que
pretendía asegurarse la meta a cero y el control de la pelota. Sin embargo, la
hiperactividad de los del Principado les restaría voluntad a los italianos en
su intento por monopolizar el cuero. Desde temprano el duelo desnudó su
esencia: los locales jugaban desamarrados y le tocaba a los visitantes
domarles.
Lemar y Mbappé no tardarían en amenazar por las bandas al
achique intensivo del campeón del calcio. La pelota volaba en un continuo
movimiento de presión y asedio local. La salida emitió algo de anestesia
blanquinegra pero la energía y verticalidad locales comenzarían a imponer su
ritmo acelerado tras el prólogo. Bajo la batuta de Bernardo Silva fluiría un
circular de la redonda que consiguió entrar en el muro italiano y probar a
Buffon en múltiples oportunidades durante el primer acto. En el 17 sostuvo a su
equipo el portero con una reacción plena de reflejos al cabezazo de Mbappe, que
remataba un centro de Dirar (la otra flecha, colocada en el flanco diestro).
Sin embargo, en ese tramo de control rojiblanco amanecía la conexión entre Dani
Alves e Higuaín como una solución trascendental al agobio juventino.
Debían multiplicarse las ayudas dispuestas por Allegri para
llegar a las coberturas exteriores y taponar el juego entre líneas monegasco.
Falcao y Glik cabecearían con peligro antes de la primera media hora. En esa
frontera temporal, precisamente, avisó la Juventus en su primera aproximación
nítida. El balón parado acudió al rescate de la estabilidad italiana: una falta
lateral botada por Pjanic y tocada por Chiellini fue engatillada fuera, por
poco, por Higuaín. Ese mordisco decontextualizado amilanaría la convicción con
la pelota de un equipo local que sería penalizado. Competían con la zaga
adelantada y sufrían tras pérdida. En esa tesitura, Dybala, Alves y Higuaín
trazaron una contra fulgurante que concluyó con asistencia del brasileño y
diana del argentino -minuto 30-. Sólo había anotado el delantero dos goles en
sus 24 partidos disputados en eliminatorias de Champions. Pero este miércoles
iba a exorcizarse.
La Juve había equilibrado el tempo con salidas venenosas que
rompían el ritmo de la iniciativa local. Además, consiguieron ajustar en las
marcas mixtas y el magnetismo de Silva, Lemar y Mbappé quedó, ciertamente,
neutralizado. Ya en ventaja, Dybala e Higuaín alcanzarían a chutar sobre la
meta de Subasic. El marcador le otorgó tranquilidad a los italianos para
reforzar su seguridad en el repliegue y sentenciar en transición. Acusó el
golpe el Mónaco hasta el descanso, sin la lucidez ni la velocidad necesarias
para incomodar al cuarentón portero rival.
Sin embargo, Leonardo Jardim tocó arrebato en vestuarios y
los locales dibujaron un cuarto de hora volcánico en la reanudación. Falcao,
Mbappé y Bernardo Silva examinaron a Buffon antes del minuto 50. Se había
incendiado el compás sobre el que se asociaba un Mónaco que evidenciaba su
exuberancia física mientras que la Juve se limitaba a sufrir. Dirar y Lemar
llegaban hasta línea de fondo y la tormenta de centros era palmaria. Pero no llegarían
a recoger fruto y el campeón transalpino se fue estirando hasta refrescar el
riesgo asumido por el técnico portugués. Así, Alves, Dybala y Marchisio
llegaron a buscar las cosquillas de Subasic antes de que la perla argenta, el
lateral e Higuaín repitieran suerte y resultado en otra contra calcada a la del
primer gol. El 2-0, asestado en el minuto 60, coronó al "Pipita" y
construyó un colchón sobresaliente para que el oficio de su camarín hiciera el
resto. El centro del carrillero ex del Barça y el remate del ex madridista
fueron, sencillamente, inapelables.
Tomó la escena la Juventus y congeló la efervescencia
pretendida y bien ejecutada hasta ese punto por los locales. Los dos técnicos
moverían sus banquillos de cara al desenlace y Moutinho, Germain, Touré,
Rincón, Cuadrado y Lemina entraron en escena por Lemar, Bayakoyo, Silva,
Marchisio, Higuaín y Pjanic. Los errores e imprecisiones de los dos
mediocentros monegascos se tornaron en una rémora terrible, generando contras
oponentes y fracturando el guión local. En consecuencia, la introducción de
músculo de Allegri dibujaría un cierre de partido en el que la pelota era del
Monaco y el dominio del sitio, juventino.
Le costaría mucho a los líderes de la Ligue 1 superar a un
Buffon espléndido en su partido 100 en Champions. El guardameta sacó un remate
muy peligroso de Germain sobre la hora con una parada de foto. Pero, más allá
de esa opción, el sistema de Jardim languidecería en intentos inocuos de
acercamiento. Sólo las acciones de pizarra, lanzadas por Moutinho,
significarían algo de inquietud a una Juventus que supo frenar y enfangar el
devenir hasta apagar la competitividad luchadora y anotadora de la sorpresa de
la competición. El Louis II acogió un golpe de autoridad y efectividad de una
defensa superlativa (el Barcelona puede dar fe de ello) en la que todos
participan (sexto partido consectuvo sin encajar un gol en esta Liga de
Campeones). La noche grande de Higuaín y la clase lanzadora de Pjanic, Dybala y
Marchisio hicieron el resto. La ejecución ortodoxa del plan de Allegri más
especulador significó, casi, la resolución de las semifinales en la ida.
"Tácticamente, el entrenador ha tenido la sensibilidad necesaria para
hacer lo que había que hacer para ganar. Solo nos queda decirle bravo",
firmó el portero legendario sobre la variante implementada por su técnico
(menos balón que de costumbre).