domingo, 27 de mayo de 2018

EL REAL MADRID ES INMORTAL

Tercera Champions League consecutiva que logra una hazaña nunca vista en la Historia del deporte y se hace eterno

Antonio Blanca

Limpio y blanco. No empaña. Leyenda viva. El mito del mejor club del siglo XX y de aquellos años dorados no es sino una realidad, plausible, poética, celestial, blanca, muy blanca, sin mácula, las deidades siempre fueron así. Decimotercera realidad. Fútbol épico en racional época. El maldito número 13 duró noventa minutos, en los que el Real se reafirmó como la institución deportiva más grande de todos los tiempos, por lo siglos de los siglos, al menos del pasado y del presente. Desde Valhalla y Hammurabi a la hazaña blanca. La Copa de Europa que vence al maldito aquelarre. Costó años ganar dos seguidas. La tercera consecutiva ya es historia. 3-1 frente al Liverpool. Pura vida. Gareth Bale. Diosa Cibeles, o lo que es lo mismo, Madre Tierra, Diosa del madridismo, la tierra que da la vida al fútbol. 

El galés llegó a tiempo. Para levantar la Décima y para desafiar a la luz y su velocidad. Se suspendió en el aire para emular a su colega portugués (menos estética, más compleja) y encaminar a su club a la gloria. También se valió de Karius, que tendrá el perdón de los suyos, y la impía inmisericorde memoria. Su calamitoso partido allanó el camino, el primer gol roza el vergonzoso honor del más ridículo de la historia del balompié. 

El Trece, o el 12+1 que decía el malogrado Ángel Nieto, que anoche desde el cielo festejaría la proeza. Judas se sentó en la mesa e hizo de la última cena 13 comensales. Maldito número 13. Doce bis en los aviones y mortal cifra para las noches de Sandro Rey. Paraskevidekatriafobia la llaman unos y puta mala suerte los mal hablados. Los haters que deben andar como vulpejas. Miren si no a Bale y Benzema. Tres seguidas y van 13. Cuánta gloria.


Balder, el favorito de los dioses, cayó ante Loki, el decimotercer asistente al banquete sagrado escandinavo. Y muy loquis estarían los que hace diez años pensaran en algo así. Hasta que llegó Mourinho, la Champions era el vía crucis merengue. La behetría de Chamartín puso en Cristiano Ronaldo sus esperanzas. Acertaron, vaya que si lo hicieron. Ronaldo, el mejor jugador del mundo, Ronaldo el mejor jugador en la Historia del mejor equipo del deporte de todos los tiempos. Ronaldo tan transparente, tan sincero, tan a destiempo. Las palabras se las lleva el viento, la huella de Ronaldo en el Madrid es perenne, por siempre. Al portugués hay que entenderlo, como a los hijos rebeldes, regañarle porque se equivocó y redimirle merced al perdón pedido. 

El antimadridismo hipertrófico ha degenerado, como diría Juan Belmonte, en insultante superioridad. No fue el año mejor en Liga. El Tottenham les pasó por encima. Se tildó al PSG de favorito. Al final, lo de siempre. Como no te voy a querer, si fuiste campeón de Europa ya no se sabe ni cómo decirlo, una y otra vez. Dos chilenas y dos fallos de los arqueros. Cuatro goles que han amasado un nuevo éxito para Zidane, tan cuestionado, tan burlado, tan bueno, tan gigante... Zizou no debe tener una flor, pues es el encargado de regar el Jardín del Edén, como los seres de leyenda, Zidane goza de preferencia con alguien allí arriba, está tocado por la varita.

El partido no creará escuela, es lo que pasa en las finales. Fue tedioso y se hizo largo. La lesión de Salah se antojó dádiva y la caída de Carvajal ralentizó aun más el choque. Se salió del guion la final. Huyó de alegorías el Madrid. Cuatro Copas de Europa en cinco años. De verdad que resulta complicado hacerse a la idea. La retrospectiva del tiempo hará valorar la proeza de este equipo, porque sí, llegará un día en el que el Madrid no gane la Copa de Europa.

La mitad de la plantilla ya suma cuatro trofeos, Ronaldo se alza pentacampeón, y la epidemia sarnosa se aproxima en diciembre a quienes les gusta de cuestionar al astro de Madeira si gana el sexto balón de Oro. Ronaldo, amenaza con irse o con, simplemente, dar respuestas. Quizá quiera hablar de que sigue siendo el rey o quiera felicitar a Bale. O decirle a Florentino que dorar la píldora a Neymar es craso error cuando el ‘7’ está destrozando los anales de la estadística del Madrid. Anoche, la emersión del galés volvió a ser decisiva. Entró por un Isco que estuvo gris, un disparo al larguero fue su clímax. Los genios tienen estas cosas y no siempre se frota la lámpara.


Otro que tal baila es francés y tiene más temple que un burel mejicano. Karim Benzema abrió la lata. Con ayuda, sí, pero andaba por allí para continuar emulando a Raúl González Blanco “el Gran Capitán”, y recordar la obra de pillería de Glasgow, como hizo con una portentosa chilena Bale a pase de otro brasileño, no Roberto Carlos, sino Marcelo, en deferencia al hoy su entrenador, de la volea sempiterna de Zidane al imperecedero de Bale. Todo sea por continuar agrandando la leyenda. Marcando época, como la final de Navas (una parada felina de un profesional intachable), la soberana actuación de Ramos y Varane en defensa, y Modric, que es un vino excelso, pasan los años y su reserva cada vez es mejor.



En general, una plantilla exitosa que ha hecho historia. Lo que fue un mito se ha hecho logos. Lo que negó la ciencia del fútbol lo ha forjado en razón un francés y su ejército de leales peloteros. Reivindicaciones aparte, el Real Madrid es una leyenda y el mundo del fútbol y el deporte da gracias. Trece Copas de Europa. Desafiando al mal fario. Desde 1956 hasta 2018, del Madrid de Di Stéfano, al Madrid de los años 10, al Madrid de Zidane, al Madrid de Cristiano Ronaldo.