Julio Candela
El Parc OL acogió este miércoles la final de la Europa
League. La decimotercera cita por el oro continental del Atlético de Madrid y
la segunda del Olympique de Marsella. Un evento que no quisieron perderse el
Rey Felipe VI, Íñigo Méndez de Vigo -ministro de Educación, Cultura y Deporte-,
José Ramón Lete -presidente del Consejo Superior de Deportes- y la alcaldesa de
Madrid, Manuela Carmena. Esa delegación de representantes públicos viajó con la
intención de saborear el quinto título europeo colchonero en la presente década
(ganó dos Europa Leagues y un par de Supercopas en 2010 y 2012), sabedores del
mandato español desde 2014 (Real Madrid, Barcelona y Sevilla han alzado todos
los trofeos en disputa salvo la pasada edición de la antigua UEFA, que levantó
el United de Mourinho).
El ausente Diego Pablo Simeone apostó por el once
reconocible, entregando la alternativa a Correa. El argentino entró por el
descarte Vitolo, y su papel sería el de unir a la consistente medular (Koke,
Gabi y Saúl) con Griezmann y Diego Costa. Vrsaljko, Giménez y Lucas dejaron en
el banquillo a los mermados Juanfran, Filipe y Savic. Y Oblak y Godín (único
superviviente en estos 10 años de renacer capitalino) completaban el aspecto de
la mejor defensa del Viejo Continente. Y Rudi Garcia no hizo probaturas: suplió
al tocado Rolando retrasando a Luiz Gustavo al puesto de zaguero, con Zambo
Anguissa como ancla de un centro del campo repleto de creativos y flechas.
Payet -máximo asistente del torneo-, Thauvin y Lucas Ocampos serían los
elementos a vigilar.
El duelo subió el telón con la confrontación de estilos
similares prevista. Los dos escuadrones se manejan con comodidad desde el
empuje táctico y energético, mejor en vuelo que en estático, y resultaron los
franceses más intensos y ambiciosos. En el tramo inicial de respeto mutuo y
reducción de riesgos mandó más un Olympique que obligó a los atléticos a ceder
metros. Con la pelota, y presionando a cancha completa sin ella, los galos
tomarían las riendas del envite. Y su empeño valeroso les llevó a avisar en el
cuarto minuto.
Con el césped albergando un tenso ajedrez, L`OM cazó una
transición que detectó el desequilibrio visitante. Payet inauguró la contra que
condujo Thauvin para que el mediapunta internacional asistiera al delantero
Germain. Pero el punta lanzaría muy desviado ante la urgida salida de Oblak. El
relámpago afianzaría el control marsellés del agitado tempo. Se replegó un
conjunto madrileño que se negó a arriesgar con balón y acumuló pelotazos en la
salida del juego. No le importó, pues se dispuso a neutralizar el pretendido
vendaval ajeno. Rami remataría fuera un rechace al saque de esquina del sexto
minuto.
Tardarían los ajustes rojiblancos en clausurar el juego
entre líneas contrincante y en el entretanto los carrileros locales se
añadieron al mediocampo del Olympique. El lateral diestro, Bouna Sarr, abrió
sus insistentes llegadas con un disparo demasiado cruzado desde el pico del
área -minuto 12-. La circulación en territorio colchonero se tornó perenne. Y
es que en el prólogo de la final no alcanzó el Atlético más que a filtrar una
jugada de estrategia finalizada con volea fuera de tino por Koke -minuto 15-. Y
en el 19 Payet descerrajó un tímido derechazo que estrenó los guantes de Oblak.
Pero constituyó esta aproximación la última nítida de los franceses antes del
descanso.
Se cruzó la frontera del minuto 20 con un sistema del Cholo
mejor plantado en cuanto a la ocupación de espacios. Ya amontonaba pases y
presiones racheadas el dibujo español cuando el arquero Mandanda sacó en corto
y Zambo Anguissa falló un control temerario. La emboscada atlética cultivó el
error y recogió el 0-1. Gabi tradujo la recuperación en asistencia al primer
toque y Griezmann resolvió el cara a cara, rebosante de clase -minuto 21-. El
acostumbrado zarpazo eficaz del ideario de Simeone sobrevino en el momento
clave. Porque con el marcador en contra Payet no aguantó más las molestias y
pidió el cambio. El cerebro marsellés jugó con la anatomía forzada y fue
suplido por el interior creativo Maxime Lopez -minuto 30-. Se iría al
banquillo, entre lágrimas, después de tocar el trofeo -en un acto romántico de
despedida-.
Los pupilos de Rudi García, como el Arsenal en el Wanda,
flaquearon en la vehemencia dominadora tras el golpe y antes del camino a
vestuarios únicamente fabricarían un cabezazo inocuo de Ocampos -en la guinda
de una falta lateral-. Godín, con un testarazo a las nubes -minuto 39- dio
carpetazo a la producción atacante antes de que los futbolistas se encerraran
en los camarines para repensar la estrategia o mantenerla. El 61% de la
posesión fue francés, pero la estadística reflejó un empate a uno en chuts
entre palos. El guión arquetípico de los rojiblancos -elección confiada de los
bretes en los que achicar y en los que mandar- acabó imponiéndose a la
iniciativa gala.
Juanfran entró por el amonestado Vrsaljko, en una argucia
por cubrirse la espalda. Mas, lo que degustaría el cuerpo técnico visitante fue
la explosión autoriaria del Atlético. Alzó las revoluciones en ambas fases,
abortando el respingo francés y granjeándose pasillos de avance por doquier. El
cuarto clasificado de la Ligue 1 se desorganizó en pos de la búsqueda de las
tablas y desnudó su inferioridad mental competitiva. Correa avisó con un
movimiento maravilloso en el área y sin remate -minuto 48- y en el 50 se detonó
la sentencia. Ganó Saúl un balón suelto en el ecuador del campo y Koke
-clarividente- aceleró con un pase lúcido que rimó con el desmarque de
Griezmann. El delantero hizo el 0-2 con una vaselina sutil. Rubricando su
preponderancia sobre el resto.
Como en tantas ocasiones, el cuadro colchonero se desató al
oler sangre. Godín se anticiparía al saque de córner de Griezmann -comprometido
como nunca- y remataría fuera, de inmediato. García movió a sus peones
(Ocampos, apagado, fuera) y dio la alternativa al fulgurante Clinton Njie, pero
el timón ya no le pertenecía. Entonces, el segundo de LaLiga fue a por la diana
de la tranquilidad. Acomplejó a los franceses subiendo su presión y gritando
más posesión. Y L`OM, con su afamada y ardorosa tribuna callada, se aferró a la
brega y la dureza para enmendar la comodidad española.
No cerró el triunfo con pelota y congelando el compás el
club en ventaja, hecho que permitió crecer la influencia de Maxime Lopez. La
perla de 20 años generaría un oasis ofensivo marsellés: puso un centro vertical
que quedó blando tras el cuerpeo entre Germain y el infranqueable Godín. Sanson
dirigió hacia el cielo la bien defendida segunda jugada -una de las vetas
favoritas de los galos-. Pero la placidez del favorito no se alteraría. El
cambio de Mitroglou por Germain no pasaría de lo anecdótico -cabezazo aislado
al poste- en el decantar afeado del juego por la impotencia local.
Cumplieron con ortodoxia los atléticos el abc de su
filosofía para dar la razón a las casas de apuestas y alzar el sexto entorchado
continental de su historia. El fútbol de Francia suma su duodécima final
europea perdida (sólo ha ganado dos: la Copa de Europa de los marselleses en el
93 y la Recopa del PSG en el 96) con toda justicia. No dispusieron de soluciones
los de Rudi García -Oblak saldría de la somnolencia ante el intento de Amavi- y
Thomas y Fernando Torres -por Correa y Griezmann, MVP- participarían del cierre
templado y previo a la celebración. El cuarto mejor ataque del campeonato se
heló ante la emblemática fortaleza madrileña y Gabi autografió la apoteósis con
el 0-3 que no pudieron empañar los ultras locales. Neptuno vuelve a
engalanarse.