jueves, 17 de mayo de 2018

TROFEO MENOR PARA UN EQUIPO MAYOR

Julio Candela


El Parc OL acogió este miércoles la final de la Europa League. La decimotercera cita por el oro continental del Atlético de Madrid y la segunda del Olympique de Marsella. Un evento que no quisieron perderse el Rey Felipe VI, Íñigo Méndez de Vigo -ministro de Educación, Cultura y Deporte-, José Ramón Lete -presidente del Consejo Superior de Deportes- y la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena. Esa delegación de representantes públicos viajó con la intención de saborear el quinto título europeo colchonero en la presente década (ganó dos Europa Leagues y un par de Supercopas en 2010 y 2012), sabedores del mandato español desde 2014 (Real Madrid, Barcelona y Sevilla han alzado todos los trofeos en disputa salvo la pasada edición de la antigua UEFA, que levantó el United de Mourinho).

El ausente Diego Pablo Simeone apostó por el once reconocible, entregando la alternativa a Correa. El argentino entró por el descarte Vitolo, y su papel sería el de unir a la consistente medular (Koke, Gabi y Saúl) con Griezmann y Diego Costa. Vrsaljko, Giménez y Lucas dejaron en el banquillo a los mermados Juanfran, Filipe y Savic. Y Oblak y Godín (único superviviente en estos 10 años de renacer capitalino) completaban el aspecto de la mejor defensa del Viejo Continente. Y Rudi Garcia no hizo probaturas: suplió al tocado Rolando retrasando a Luiz Gustavo al puesto de zaguero, con Zambo Anguissa como ancla de un centro del campo repleto de creativos y flechas. Payet -máximo asistente del torneo-, Thauvin y Lucas Ocampos serían los elementos a vigilar.

El duelo subió el telón con la confrontación de estilos similares prevista. Los dos escuadrones se manejan con comodidad desde el empuje táctico y energético, mejor en vuelo que en estático, y resultaron los franceses más intensos y ambiciosos. En el tramo inicial de respeto mutuo y reducción de riesgos mandó más un Olympique que obligó a los atléticos a ceder metros. Con la pelota, y presionando a cancha completa sin ella, los galos tomarían las riendas del envite. Y su empeño valeroso les llevó a avisar en el cuarto minuto.

Con el césped albergando un tenso ajedrez, L`OM cazó una transición que detectó el desequilibrio visitante. Payet inauguró la contra que condujo Thauvin para que el mediapunta internacional asistiera al delantero Germain. Pero el punta lanzaría muy desviado ante la urgida salida de Oblak. El relámpago afianzaría el control marsellés del agitado tempo. Se replegó un conjunto madrileño que se negó a arriesgar con balón y acumuló pelotazos en la salida del juego. No le importó, pues se dispuso a neutralizar el pretendido vendaval ajeno. Rami remataría fuera un rechace al saque de esquina del sexto minuto.

Tardarían los ajustes rojiblancos en clausurar el juego entre líneas contrincante y en el entretanto los carrileros locales se añadieron al mediocampo del Olympique. El lateral diestro, Bouna Sarr, abrió sus insistentes llegadas con un disparo demasiado cruzado desde el pico del área -minuto 12-. La circulación en territorio colchonero se tornó perenne. Y es que en el prólogo de la final no alcanzó el Atlético más que a filtrar una jugada de estrategia finalizada con volea fuera de tino por Koke -minuto 15-. Y en el 19 Payet descerrajó un tímido derechazo que estrenó los guantes de Oblak. Pero constituyó esta aproximación la última nítida de los franceses antes del descanso.

Se cruzó la frontera del minuto 20 con un sistema del Cholo mejor plantado en cuanto a la ocupación de espacios. Ya amontonaba pases y presiones racheadas el dibujo español cuando el arquero Mandanda sacó en corto y Zambo Anguissa falló un control temerario. La emboscada atlética cultivó el error y recogió el 0-1. Gabi tradujo la recuperación en asistencia al primer toque y Griezmann resolvió el cara a cara, rebosante de clase -minuto 21-. El acostumbrado zarpazo eficaz del ideario de Simeone sobrevino en el momento clave. Porque con el marcador en contra Payet no aguantó más las molestias y pidió el cambio. El cerebro marsellés jugó con la anatomía forzada y fue suplido por el interior creativo Maxime Lopez -minuto 30-. Se iría al banquillo, entre lágrimas, después de tocar el trofeo -en un acto romántico de despedida-.

Los pupilos de Rudi García, como el Arsenal en el Wanda, flaquearon en la vehemencia dominadora tras el golpe y antes del camino a vestuarios únicamente fabricarían un cabezazo inocuo de Ocampos -en la guinda de una falta lateral-. Godín, con un testarazo a las nubes -minuto 39- dio carpetazo a la producción atacante antes de que los futbolistas se encerraran en los camarines para repensar la estrategia o mantenerla. El 61% de la posesión fue francés, pero la estadística reflejó un empate a uno en chuts entre palos. El guión arquetípico de los rojiblancos -elección confiada de los bretes en los que achicar y en los que mandar- acabó imponiéndose a la iniciativa gala.

Juanfran entró por el amonestado Vrsaljko, en una argucia por cubrirse la espalda. Mas, lo que degustaría el cuerpo técnico visitante fue la explosión autoriaria del Atlético. Alzó las revoluciones en ambas fases, abortando el respingo francés y granjeándose pasillos de avance por doquier. El cuarto clasificado de la Ligue 1 se desorganizó en pos de la búsqueda de las tablas y desnudó su inferioridad mental competitiva. Correa avisó con un movimiento maravilloso en el área y sin remate -minuto 48- y en el 50 se detonó la sentencia. Ganó Saúl un balón suelto en el ecuador del campo y Koke -clarividente- aceleró con un pase lúcido que rimó con el desmarque de Griezmann. El delantero hizo el 0-2 con una vaselina sutil. Rubricando su preponderancia sobre el resto.

Como en tantas ocasiones, el cuadro colchonero se desató al oler sangre. Godín se anticiparía al saque de córner de Griezmann -comprometido como nunca- y remataría fuera, de inmediato. García movió a sus peones (Ocampos, apagado, fuera) y dio la alternativa al fulgurante Clinton Njie, pero el timón ya no le pertenecía. Entonces, el segundo de LaLiga fue a por la diana de la tranquilidad. Acomplejó a los franceses subiendo su presión y gritando más posesión. Y L`OM, con su afamada y ardorosa tribuna callada, se aferró a la brega y la dureza para enmendar la comodidad española.

No cerró el triunfo con pelota y congelando el compás el club en ventaja, hecho que permitió crecer la influencia de Maxime Lopez. La perla de 20 años generaría un oasis ofensivo marsellés: puso un centro vertical que quedó blando tras el cuerpeo entre Germain y el infranqueable Godín. Sanson dirigió hacia el cielo la bien defendida segunda jugada -una de las vetas favoritas de los galos-. Pero la placidez del favorito no se alteraría. El cambio de Mitroglou por Germain no pasaría de lo anecdótico -cabezazo aislado al poste- en el decantar afeado del juego por la impotencia local.

Cumplieron con ortodoxia los atléticos el abc de su filosofía para dar la razón a las casas de apuestas y alzar el sexto entorchado continental de su historia. El fútbol de Francia suma su duodécima final europea perdida (sólo ha ganado dos: la Copa de Europa de los marselleses en el 93 y la Recopa del PSG en el 96) con toda justicia. No dispusieron de soluciones los de Rudi García -Oblak saldría de la somnolencia ante el intento de Amavi- y Thomas y Fernando Torres -por Correa y Griezmann, MVP- participarían del cierre templado y previo a la celebración. El cuarto mejor ataque del campeonato se heló ante la emblemática fortaleza madrileña y Gabi autografió la apoteósis con el 0-3 que no pudieron empañar los ultras locales. Neptuno vuelve a engalanarse.