domingo, 27 de mayo de 2018

LA LEYENDA DEL MADRID DE LOS AÑOS 10

Carlos de Blas


Las delanteras ganan partidos pero las defensas conquistan campeonatos. Esa es la máxima futbolística que se han empeñado en negar Real Madrid y Liverpool en esta edición de la Liga de Campeones, jugada especialmente sobre el parámetro goleador. No obstante, en el Olímpico de Kiev se daban cita dos de los equipos con mejor ratio anotador que jamás haya visto esta competición. Ese era el guión fundamental y resplandeciente, que prometía espectáculo a la afición y nerviosismo a los técnicos, ya que las zagas no han lucido regularidad, ni mucho menos. Por ello, se presagiaba que este duelo entre aristócratas continentales iba a activar una traca colorida.

Por ello, Zinedine Zidane apostó por tratar de domar la pelota y, con ello, bajar el ritmo disparatado en el que tan cómodo se han sentido los británicos. Ese planteamiento controlador justificaba la presencia en el once de Isco y Benzema, dos peones destinados a regar de fluidez la pretendida asociación perenne. Apostó por un 4-4-2 más equilibrado el técnico galo, en contraposición a Jürgen Klopp, que eligió repetir el 4-3-3 y su arriesgada y ambiciosa puesta en escena. Con el explosivo tridente en punta y Wijnaldum como alternativa al lesionado Oxlade-Chamberlain y al renqueante Emre Can. Unos anhelaban un compás técnico y los otros, físico. Y los dos estrategas morirían con las ideas que les ha conllevado la supervivencia hasta este peldaño.

El prólogo desnudó respeto. Los españoles pretendieron congelar el tempo, con circulaciones largas y achique en campo propio. Y los redspresionaron muy arriba, desglosando su verticalidad característica. En esta fiscalización mutua inicial avisarían los ingleses con robos adelantados y relámpagos proporcionados por la lectura al espacio de Firmino y Milner. Cada imprecisión iba a representar un paseo por el abismo si los de Chamartín no se activaban tras pérdida. Keylor Navas estrenó sus guantes en el quinto minuto saliendo para tapar el desmarque de Manè. Karius había hecho lo propio ante la distribución que desembocó en centro de Carvajal hacia el remate de Isco.

Mandaba en las sensaciones un Liverpool que ocupaba mejor los espacios y alcanzaba a cortocircuitar el plan madridista. Aún así, Marcelo abrió las hostilidades con el primer disparo global, demasiado desviado y desde media distancia -minuto 11-. Ante esa tesitura, en la que asomaba el vendaval británico, se apresuraron los vigentes campeones a concatenar pases desprovistos de riesgo. 
Sin embargo, les costaba afinar el toque, alimentando la comodidad del aspirante, siempre dispuesto a dejar a Salah, Manè y Firmino en tres para tres con Ramos, Casemiro y Varane. Mas, un error de Robertson (novato en estas lides) regaló al favorito una contra rematada por Ronaldo -minuto 16-. No sin dificultades, los madrileños recordaron su amenaza. Sin ganar peso.

Van Dijk, en un córner provocado por una concesión de Carvajal, inauguró la relación de intentos roja -minuto 19-. Advirtió el millonario fichaje, con ese testarazo desorientado, del poderío a balón parado de su escuadrón. Necesitaba el Madrid que Benzema, Isco, Modric y Kroos se asociaran, pues la presión ajena distanciaba mucho a la medular y a la delantera merengues. Y el devenir trabado y tenso se puso serio con el derechazo de Alexander-Arnold. Cruzado y raso, potente, obligó a Navas a recalcar sus reflejos -minuto 24-. No podía el centro del campo y la zaga españoles ni pestañear si la redonda estaba en las botas de los lanzadores de transiciones contrincantes.

Y cuando se atravesaba la media hora sobrevino un punto de inflexión: Mohamed Salah se tendió sobre la hierba, lesionado del hombro. El egipcio, candidato a entrar en el podio del Balón de Oro, se hizo daño en un cuerpeo con Ramos y abandonó la dinámica llorando. Abatido. Sus 44 goles fueron sustituidos por Adam Lallana, un mediapunta corrompido por las lesiones. Se mermaría el frenesí del tridente y también lo ardoroso de la ejecución de un bloque de Klopp golpeado anímicamente. Y en el 34 la mala fortuna empató su distribución: Carvajal, que llegó entre algodones, se rompió. El lateral se fue hundido y entró Nacho, en el cierre de un tramo grotesco que arrebató un puñado de los fuegos artificiales de un plumazo.

Entonces, bajó líneas el cuarto clasificado de la Premier League y subió enteros la posesión madridista. La iniciativa recayó, finalmente, en una delegación española complacida al respirar con más tranquilidad. El testimonio de ese cambio en la dirección del viento fue el centro de Isco y el cabezazo de Ronaldo que tapó Karius con una reacción de foto -minuto 43-. Benzema anotaría pero el colegiado lo anularía por fuera de juego. Y el delantero francés cruzó un centro maravilloso al que Nacho dio continuidad descerrajando una volea que deglutió el lateral de la red. El Liverpool pasó de asustar a tratar de ganar el intermedio. Lo conseguiría, a pesar del latigazo de Benzema que lamió la madera -minuto 47-.

Se encaminaron a vestuarios los guerreros con más trabajo para Klopp. El técnico germano ordenó repliegue tras el infortunio de su estrella, pero perdió por completo la facilidad previa con la que salían en vuelo y se encerraron. El aspecto del envite arrinconó a la preponderancia anatómica que les interesa y puso en primer plano a la calidad técnica. Modric, Kroos, Marcelo, Isco y Benzema brotaron, por consiguiente. La menor fiabilidad de su fondo de armario y el cansancio eran argumentos que habría de neutralizar ante la perspectiva creciente. El 65% de posesión madrileña, sobre todo en terreno inglés, y el repunte de aproximaciones al arco defendido por Karius eran síntomas absolutos.

Y el segundo capítulo de esta confrontación entre experiencia y rebeldía nació con una pérdida en la salida de juego británica que, después de un par de rebotes, le cayó a Isco. El malagueño voleó, rebosante de clase, al travesaño -minuto 48-. Y en el 51, Kroos filtró un pase bombeado y al espacio demasiado largo. Karius atrapó el cuero y cometió un error de índole histórica. El meta teutón neutralizó el centro, pero cuando se dispuso a sacar en corto Benzema se cruzó para adelantar al Madrid. Para alborozo de la tribuna y como premio al despliegue pleno de personalidad y confianza con el que afrontó la reanudación el dibujo de Zidane.

No iba a resultar sencilla la faena de entrar en la leyenda como un proyecto dinástico. Varane salvó a los suyos desviando un centro de Milner que tenía a Firmino salivando en el segundo poste. Y en el córner posterior -minuto 55-, el centrocampista activó un córner que ganó Lovren a Ramos y que usó Mané para adelantarse a Navas y firmar las tablas. La competitividad y fe de los de Anfield salió a relucir para apagar la euforia merengue.

A la punzante respuesta automática inglesa acompañó un pico energético red. Pero Isco volvió a pinchar con un control sin hueco y un remate a la media vuelta que Karius sacó de la cepa del poste -minuto 61-. Y Zizou sentó al malagueño para dar entrada a un Bale enrachado en Liga. El galés debía ser centrocampista para evitar el contragolpe rival y puñal en fase ofensiva. Se mantenía el 4-4-2 con algo más de aliño físico. Y el zurdo le regaló a su entrenador la legitimidad de la decisión con una chilena dirigida a la escuadra -minuto 64-. Centró Marcelo, desatado, y el ex del Tottenham empalmó el escorzo delicioso desde el punto de penalti. Imparable para Karius. Otra vez se adelantaba el defensor del título y examinaba la consistencia británica.

Quiso redoblar su monopolio del esférico el equipo en ventaja, al tiempo que Klopp llamaba a sus trabajadores a despertar del shock. Quedaban 20 minutos por jugarse cuando Ramos, al límite, sacó un pelotazo a la espalda de los centrales que esperaba Manè para encarar a Navas. Y el senegalés, multiplicado, restalló en la madera de Keylor un zurdazo desde la frontal. Recalcando el pelaje ganador y guerrero de su camarín. El meta 'tico' cerraría un centro resbaladizo de Alexander-Arnold, seguidamente.

Morirían de pie los del río Mersey. Subirían líneas sin complejos, sin importarles el precipicio que se presentaba si el Madrid cazaba una contra. De hecho, Ronaldo perdonó una nítida al estar lento en el cara a cara con el guardameta. Alexander-Arnold, in extremis, rescató a su club en una acción defensiva soberbia. La jerarquía de los isleños generó dudas en un conjunto español que recurrió a la asociación horizontal para aplacar sus miedos. Y un cambio de ritmo, con pase distinguido de Bale y volea de Benzema, a punto estuvo de sentenciar. Karius voló para negar tal escenario -minuto 82-. 
Mas, segundos después, permitió al galés erigirse en protagonista. Un cañonazo centrado y desde muy larga distancia del zurdo dobló las manos del titular en detrimento de Mignolet. Tres a uno. El arquero germano se tornó endeble en la peor fecha.

El desenlace, mucho más templado de lo que susurraba la trama, vio participar a Emre Can -por Milner, máximo asistente del torneo- y a Marco Asensio -por un Benzema redimido-. Y se endureció el cuadro antes de la apoteosis madridista. Ronaldo, plomizo, acumularía su quinta Copa de Europa y el proyecto de Zidane dio otra vuelta de tuerca a su prestigio al uniformarse como un equipo único: el primero en alcanzar concatenar tres Ligas de Campeones. En un marco más alejado, se señala a este lustro como el del monopolio continental merengue. Bañado de un pedigrí de especialista en este torneo sin par. El fútbol español, con el triunfo del Atlético en la Europa League, vuelve a mandar con rutilante superioridad.