Carlos de Blas
Las delanteras ganan partidos pero las defensas conquistan
campeonatos. Esa es la máxima futbolística que se han empeñado en negar Real Madrid y Liverpool en
esta edición de la Liga de Campeones, jugada especialmente sobre el parámetro
goleador. No obstante, en el Olímpico de Kiev se daban cita dos de los equipos
con mejor ratio anotador que jamás haya visto esta competición. Ese era
el guión fundamental y resplandeciente, que prometía espectáculo a la
afición y nerviosismo a los técnicos, ya que las zagas no han lucido
regularidad, ni mucho menos. Por ello, se presagiaba que este duelo entre aristócratas continentales iba a
activar una traca colorida.
Por ello, Zinedine
Zidane apostó por tratar de domar la pelota y, con ello, bajar el
ritmo disparatado en el que tan cómodo se han sentido los británicos. Ese
planteamiento controlador justificaba la presencia en el once de Isco y
Benzema, dos peones destinados a regar de fluidez la pretendida asociación
perenne. Apostó por un 4-4-2 más equilibrado el técnico galo, en contraposición
a Jürgen Klopp, que eligió repetir
el 4-3-3 y su arriesgada y ambiciosa puesta en escena. Con el
explosivo tridente en punta y Wijnaldum como alternativa al lesionado
Oxlade-Chamberlain y al renqueante Emre Can. Unos anhelaban un compás técnico y los otros, físico. Y los dos
estrategas morirían con las ideas que les ha conllevado la
supervivencia hasta este peldaño.
El prólogo desnudó respeto. Los españoles pretendieron congelar el tempo, con circulaciones
largas y achique en campo propio. Y los redspresionaron muy
arriba, desglosando su verticalidad característica. En esta
fiscalización mutua inicial avisarían los ingleses con robos adelantados y
relámpagos proporcionados por la lectura al espacio de Firmino y Milner. Cada imprecisión iba a representar un paseo
por el abismo si los de Chamartín no se activaban tras pérdida.
Keylor Navas estrenó sus guantes en el quinto minuto saliendo para tapar el
desmarque de Manè. Karius había hecho lo propio ante la distribución que
desembocó en centro de Carvajal hacia el remate de Isco.
Mandaba en las
sensaciones un Liverpool que ocupaba mejor los espacios y alcanzaba
a cortocircuitar el plan madridista. Aún así, Marcelo abrió las hostilidades
con el primer disparo global, demasiado desviado y desde media distancia
-minuto 11-. Ante esa tesitura, en la que asomaba el vendaval británico, se apresuraron los vigentes
campeones a concatenar pases desprovistos de riesgo.
Sin embargo, les costaba
afinar el toque, alimentando la comodidad del aspirante, siempre dispuesto a
dejar a Salah, Manè y Firmino en tres para tres con Ramos, Casemiro y Varane.
Mas, un error de Robertson (novato en estas lides) regaló al favorito una contra
rematada por Ronaldo -minuto 16-. No
sin dificultades, los madrileños recordaron su amenaza. Sin ganar peso.
Van Dijk, en un córner provocado por una concesión de
Carvajal, inauguró la relación de intentos roja -minuto 19-. Advirtió el
millonario fichaje, con ese testarazo desorientado, del poderío a balón parado
de su escuadrón. Necesitaba el Madrid que Benzema, Isco, Modric y Kroos se
asociaran, pues la presión ajena
distanciaba mucho a la medular y a la delantera merengues. Y el devenir
trabado y tenso se puso serio con el derechazo de Alexander-Arnold. Cruzado y
raso, potente, obligó a Navas a
recalcar sus reflejos -minuto 24-. No podía el centro del campo y
la zaga españoles ni pestañear si la redonda estaba en las botas de los
lanzadores de transiciones contrincantes.
Y cuando se atravesaba la media hora sobrevino un punto de
inflexión: Mohamed Salah se tendió
sobre la hierba, lesionado del hombro. El egipcio, candidato a entrar en
el podio del Balón de Oro, se hizo daño en un cuerpeo con Ramos y abandonó la
dinámica llorando. Abatido. Sus 44 goles fueron sustituidos por Adam Lallana, un mediapunta corrompido
por las lesiones. Se mermaría el frenesí del tridente y también lo ardoroso de
la ejecución de un bloque de Klopp
golpeado anímicamente. Y en el 34 la mala fortuna empató su
distribución: Carvajal, que llegó
entre algodones, se rompió. El lateral se fue hundido y entró Nacho, en el cierre de un tramo
grotesco que arrebató un puñado de los fuegos artificiales de un plumazo.
Entonces, bajó líneas el cuarto clasificado de la Premier
League y subió enteros la posesión
madridista. La iniciativa recayó, finalmente, en una delegación española
complacida al respirar con más tranquilidad. El testimonio de ese cambio en la
dirección del viento fue el centro de Isco y el cabezazo de Ronaldo que tapó Karius con una reacción de foto
-minuto 43-. Benzema anotaría pero
el colegiado lo anularía por fuera de juego. Y el delantero francés
cruzó un centro maravilloso al que Nacho dio continuidad descerrajando una
volea que deglutió el lateral de la red. El Liverpool pasó de asustar a tratar
de ganar el intermedio. Lo conseguiría, a pesar del latigazo de Benzema que
lamió la madera -minuto 47-.
Se encaminaron a vestuarios los guerreros con más trabajo para Klopp. El
técnico germano ordenó repliegue tras el infortunio de su estrella, pero perdió
por completo la facilidad previa con la que salían en vuelo y se encerraron. El
aspecto del envite arrinconó a la preponderancia anatómica que les interesa y
puso en primer plano a la calidad técnica. Modric, Kroos, Marcelo, Isco y Benzema brotaron, por consiguiente.
La menor fiabilidad de su fondo de armario y el cansancio eran argumentos que
habría de neutralizar ante la perspectiva creciente. El 65% de posesión madrileña, sobre todo
en terreno inglés, y el repunte de
aproximaciones al arco defendido por Karius eran síntomas
absolutos.
Y el segundo capítulo de esta confrontación entre
experiencia y rebeldía nació con una pérdida en la salida de juego británica
que, después de un par de rebotes, le cayó a Isco. El malagueño voleó, rebosante de clase, al travesaño -minuto
48-. Y en el 51, Kroos filtró un pase bombeado y al espacio demasiado
largo. Karius atrapó el cuero y
cometió un error de índole histórica. El meta teutón neutralizó el
centro, pero cuando se dispuso a sacar en corto Benzema se cruzó para adelantar al Madrid. Para alborozo de la
tribuna y como premio al despliegue pleno de personalidad y confianza con el
que afrontó la reanudación el dibujo de Zidane.
No iba a resultar sencilla la faena de entrar en la leyenda
como un proyecto dinástico. Varane salvó a los suyos desviando un centro de
Milner que tenía a Firmino salivando en el segundo poste. Y en el córner
posterior -minuto 55-, el centrocampista activó un córner que ganó Lovren a
Ramos y que usó Mané para
adelantarse a Navas y firmar las tablas. La competitividad y fe de los
de Anfield salió a relucir para apagar la euforia merengue.
A la punzante respuesta automática inglesa acompañó un pico energético red. Pero
Isco volvió a pinchar con un control sin hueco y un remate a la media vuelta
que Karius sacó de la cepa del poste -minuto 61-. Y Zizou sentó
al malagueño para dar entrada a un
Bale enrachado en Liga. El galés debía ser centrocampista para
evitar el contragolpe rival y puñal en fase ofensiva. Se mantenía el 4-4-2 con
algo más de aliño físico. Y el zurdo le regaló a su entrenador la legitimidad
de la decisión con una chilena dirigida
a la escuadra -minuto 64-. Centró Marcelo, desatado, y el ex del Tottenham empalmó el escorzo
delicioso desde el punto de penalti. Imparable para Karius. Otra vez se
adelantaba el defensor del título y examinaba la consistencia británica.
Quiso redoblar su
monopolio del esférico el equipo en ventaja, al tiempo que Klopp llamaba
a sus trabajadores a despertar del shock. Quedaban 20 minutos
por jugarse cuando Ramos, al límite, sacó un pelotazo a la espalda de los
centrales que esperaba Manè para
encarar a Navas. Y el senegalés, multiplicado, restalló en la madera de Keylor un zurdazo desde la
frontal. Recalcando el pelaje
ganador y guerrero de su camarín. El meta 'tico' cerraría un centro
resbaladizo de Alexander-Arnold, seguidamente.
Morirían de pie los
del río Mersey. Subirían líneas sin complejos, sin importarles el
precipicio que se presentaba si el Madrid cazaba una contra. De hecho, Ronaldo perdonó una nítida al
estar lento en el cara a cara con el guardameta. Alexander-Arnold, in extremis, rescató a su club en una acción
defensiva soberbia. La jerarquía
de los isleños generó dudas en un conjunto español que recurrió a
la asociación horizontal para aplacar sus miedos. Y un cambio de ritmo, con
pase distinguido de Bale y volea de Benzema, a punto estuvo de
sentenciar. Karius voló
para negar tal escenario -minuto 82-.
Mas, segundos después, permitió al galés erigirse en protagonista. Un
cañonazo centrado y desde muy larga distancia del zurdo dobló las manos del
titular en detrimento de Mignolet. Tres
a uno. El arquero germano se tornó endeble en la peor fecha.
El desenlace, mucho más templado de lo que susurraba la
trama, vio participar a Emre Can -por Milner, máximo asistente del torneo- y a
Marco Asensio -por un Benzema redimido-. Y se endureció el cuadro antes de la
apoteosis madridista. Ronaldo, plomizo, acumularía su quinta Copa de Europa y
el proyecto de Zidane dio otra vuelta de tuerca a su prestigio al uniformarse
como un equipo único: el primero
en alcanzar concatenar tres Ligas de Campeones. En un marco más alejado,
se señala a este lustro como el
del monopolio continental merengue. Bañado de un pedigrí de especialista
en este torneo sin par. El fútbol español, con el triunfo del Atlético en
la Europa League, vuelve a mandar con rutilante superioridad.