Aránzazu Gálvez
Cuando a mediados de diciembre el sorteo de octavos de final
de la Champions deparó un Real Madrid - PSG, con la vuelta en el Parque de los
Príncipes, muchos aficionados, la parte antimadridista de España, se frotaron
las manos. Y más se ilusionaron cuando un mes después el Leganés eliminó, en el
Bernabéu, a los blancos en cuartos de Copa del Rey.
El antimadridismo entonces soñaba con al fin cantar derrota
de los blancos, es decir, celebrar su principal victoria del año. Hay un amplio
sector del movimiento antimadridista, tan lícito y respetable como el
madridista, que vive más por el desastre del Madrid que por los éxitos de su
equipo, si es que lo tuvieran. Y es normal, entra dentro de la rivalidad en el
mundo del fútbol.
Tras años en los que han tenido que soportar a un equipo muy
ganador (en 2017 se ganaron cinco títulos, doblete de Liga y Champions
incluido), el 2018 caminaba para ser un año desastroso para el Madrid. Tener
tan pocas opciones en Liga y una mala Copa avanzaban que no sería un año fácil
para los blancos. Pero no, tampoco será esta temporada en el que los críticos
con este proyecto puedan saltar de felicidad.
El Real Madrid se proclamó campeón de Europa por 13ª vez y
dio el vuelco por completo al curso. La brillante victoria ante el Liverpool,
con otra obra de arte (la chilena de Bale) para enmarcar y guardar en la
historia, completa un ciclo que no caduca. Cuatro Copas de Europa en cinco
años, tres consecutivas. Un dominio casi insultante para el resto de rivales.
Ganar una Champions, entenderán, es lo más grande que un
club puede hacer. Lo reflejó una leyenda del Barcelona como Carles Puyol, que
acabo reconociendo la realidad. "Tenemos que reflexionar en las
prioridades", comentó el eterno capitán culé. Y ahí radica una de las
grandes malas noticias del antimadridismo. Ganar la Liga tiene muchísimo
mérito, la Copa (trofeo que el Barça ha ganado las últimas cuatro ediciones)
también, pero como la Champions no hay nada. Y esa es la prioridad de la que
habla Puyol. Este Madrid pasará a la historia. En los próximos 50 años se
recordará al equipo encabezado por Zidane, no al Barça de Messi (sí a Messi).
Pero no solo el título ha desquiciado a los antimadridistas.
El simple hecho de ver a este hecho competir, de ir eliminando a los grandes de
Europa cuando todos le dieron por muerto, ya avanzó lo que ahora se ve. Los
críticos al Real Madrid se pusieron una tirita que después de poco valió, pero
que intentaba mitigar lo que este sábado ocurrió. Y es que este equipo ya tenía
cartel de campeón en cada miércoles de los meses de abril y mayo. Se lo ganó y
sus críticos, al verlo venir, comenzaban a poner excusas.
Esta Champions ha sido la de las múltiples excusas. Algunos
hablaron de árbitros, otros del poco nivel de los rivales, otros de los malos
porteros que tuvieron Bayern y Liverpool, otro de la mal llamada 'flor'... Así
se fue yendo quitando méritos a una Copa de Europa dificilísima en la que
eliminó al campeón de Francia, Alemania e Italia y al equipo que apeó al
campeón de Inglaterra. Una Champions excelente a la que no hay argumento que
pueda minimizarla.
Porque los críticos del Real Madrid siempre esperaron el
error, siempre creyeron que alguna vez llegaría la derrota. Con el PSG se
frotaron las manos porque el conjunto francés venía arrasando en su país y el
Madrid de capa caída en España. Ganaron los de Zidane en el Bernabéu y en el
Parque de los Príncipes. Más tarde con la Juventus llegó el famoso penalti y
ahí se diluyeron las esperanzas de eliminación. Igual ocurrió con el Bayern,
que estuvo muy cerca de pasar... pero no lo logró.
En el año en el que parecía que el Madrid se hundiría,
tendría que cambiar de proyecto, destituir a Zidane, los blancos acabaron
ganando la Champions League, sepultando por completo la Liga y Copa y la Europa
League de sus eternos rivales. Y lo hicieron cuando más se les daba por
muertos, de ahí su éxito y la frustración de sus rivales.
¿Qué más tiene que hacer el Real Madrid? Son tres Copas de
Europa en dos años y medio de mandato de Zidane, datos impensables en el fútbol
moderno. Quizá los antimadridistas deberán aprender a vivir con ello. Tendrán
su momento, porque se antoja imposible que todos los años haya una Champions,
pero sepan que nunca pueden dar por hecho la muerte de un equipo ya eterno, el
mejor de la historia.